Esta semana dos periodistas han sido galardonados con el Nobel de la Paz: María Ressa y Dimitri Muratov. La academia anunció el premio destacando “ sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera.
Muratov se ha jugado la vida defendiendo la libertad de expresión en Rusia,. Ressa utilizó su organización de noticias en línea para exponer el abuso de poder, el uso de la violencia y el autoritarismo en su país, Filipinas.
David Beriain y Roberto Fraile, periodistas españoles, fueron asesinados en Burkina Faso. Denunciaron la caza furtiva en los parques naturales del sureste del país.
José Couso murió durante la invasión de Irak en 2003 a causa del ataque del ejército de los Estados Unidos. El fuego amigo, como en tantas ocasiones, apagó la cámara de Couso. No hubo una disculpa ni un perdón por los hechos. El gobierno español pasó de puntillas ejerciendo una diplomacia nefasta por las presiones internacionales.
Se habla que la prensa es el cuarto poder del Estado. En ella se denuncian los bajos fondos de una sociedad que el poder trata de esconder y negar con todos los mecanismos que posee.
Decir la verdad, denunciar, publicar, opinar, escribir, sacar a la luz, desenterrar; esa es la esencia de los que vigilan los entresijos ocultos de los hilos que nos manejan. La tarea de investigar es de alto riesgo en estos casos y en ocasiones se paga con la cárcel, la muerte o el ostracismo.
La Historia de la censura en todos los ámbitos de la vida es una sombra opaca que ciega lo que las cosas son. Los motivos son claros: son los intereses de los que ostentan el poder en cualquier ámbito, los que quieren vender un relato inventado, creíble y ajustado al producto que desean vendernos. Los mercenarios del crecepelo colocan sus productos como si fueran mano de santo comerciando con un pueblo absorbido por cuentos fantásticos.
Platón hace más de tres mil años nos contó en el “ Mito de la Caverna” que había que salir de la oscuridad que habitamos para conocer la luz. Cuando el prisionero que logra escapar, se siente moralmente obligado a liberar a sus compañeros . El riesgo que corre este” periodista filósofo” recuerda el trágico fin de Sócrates al ser sentenciado a muerte por el tribunal ateniense.
Hay otro fenómeno más peligroso que se está instaurando en muchos frentes cotidianos: La autocenseura. Ya eres el policía que llevas dentro, el que te tapará la boca, el que te prohibirá levantar la mano para opinar, el que no se atreverá a decir lo que piensa por los miedos ancestrales en los que nos educan. Mi madre se ha pasado toda la vida diciéndome que no me meta en ningún jaleo, que calle, que no rechiste, que no me signifique. Mi madre vivió una posguerra , una dictadura, un mundo machista; esas cadenas le dejaron cicatrices en el alma.
Veo en mis compañeros la poca iniciativa a decir públicamente lo que piensas en los claustros o en cualquier foro que tenga una resonancia social en la que, como se dice vulgarmente “ se retraten”.
Yo he decidido ser un reportero de guerra, un periodista libertario en las calles de Ceuta y, a golpe de cámara de móvil y libreta en ristre, ir contando lo que todos vemos aunque los invisibilicemos por motivos varios.
Este caleidoscopio sin fronteras está hecho de muchas voces que se oyen pero no se escuchan. Como decía Nietzsche, el filósofo del martillo y de la sospecha : “ atrévete a ser la persona que eres”. Merece la pena, aunque nos dejemos la vida en ello.