Somos lenguaje, nuestros pensamientos fluyen entre las palabras. La mirada al mundo, las relaciones que establecemos con los otros están hechas de sonidos articulados, de expresiones que traducen emociones, dolor, tristezas, logros, fracasos, miedos, en definitiva, el universo interior que exteriorizamos.
La palabra puede ser insultante, grosera o despótica; pero, a su vez, es el nexo de unión de una cultura, las señas identidad, el discurso para establecer normas, leyes, proyecto colectivos que trazamos con la esperanza de llegar a acuerdos consensuados.
Vemos desde hace tiempo en el Palacio de la Asamblea de Ceuta como la palabra se convierte en arma arrojadiza, en artillería pesada para el insulto y menosprecio, en dardos envenenados llenos de ira, de odio acumulado, de venganza, reproches, amenaza y revanchas eternas. El diálogo ya no es un discurso argumentado, es un breviario de podredumbre, de un recalcitrante e incendiario sabotaje que nos deja herido al pueblo de Ceuta y al resto de España. Ser noticia en los telediario por estas cuitas es mancillar la imagen de la ciudad.
Sócrates usó la dialéctica para sondear las profundidades del alma. Wittgenstein, filósofo del lenguaje, defendió que "los límites del lenguaje eran los límites del mundo". Y Heidegger creía que: "El lenguaje es la casa del Ser de la que los poetas y los filósofos son los gobernantes".
El lunes se abren de nuevo las aulas. Yo comenzaré mi primera clase visualizando un video sobre la vergonzosa última Asamblea en la que el Presidente ya no tenía fuerza para llamar al decoro mínimo. Se lo arrebataron con la dinamita lingüística propia del populismo de los vendedores de crecepelo.
La escuela necesita otros patrones de comportamiento, otras formas que afiancen la confianza en nuestros representantes.
¿Qué sucedería en el aula si extrapoláramos lo que sucede en nuestro parlamento?
Ahí lo dejo. Termino con un pequeño poema de Miguel Hernández:
“Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes.
Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.
Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes, tristes”.