Con mucho gusto y de una manera muy breve respondo a los amigos que solicitan mi opinión sobre "la renuncia del obispo de Solsona por haberse enamorado". En primer lugar, expongo con una obviedad: el enamoramiento es un estado emocional, normal, bueno e irreprimible de los seres humanos. Es un proceso biológico, mental y emocional independiente, en gran medida, de la voluntad. Es un estado de ánimo tan potente que cambia o puede cambiar nuestra visión de las cosas y nuestra interpretación de los episodios más comunes. Efectivamente puede alterar nuestros propósitos iniciales, nuestros planes y nuestras vidas. Nos ocurre, nos puede ocurrir a todos y a todas con independencia del sexo y, por supuesto de nuestra profesión.
¿Por qué ha renunciado Xavier al episcopado? Por una razón exclusivamente disciplinar: por una norma impuesta, al menos hasta ahora, que exige el celibato para ejercer el ministerio sacerdotal. Ha hecho, simplemente, lo correcto. No ha sido ni el primero ni será el último de los presbíteros, de los religiosos y de los obispos que se han enamorado y han decidido renunciar al ejercicio del ministerio.
Me han dolido muchos de los comentarios despectivos que he escuchado y leído durante estos últimos días. Creo que tanto Xavier como Silvia han sido tratados de una forma inhumana sin tener en cuenta uno de los derechos humanos más elementales como es el del respeto a la propia intimidad. La libertad de expresión se ha convertido en un derecho al insulto y a la falta de respeto. Lo menos que podemos pedir es que los respetemos y que los dejemos en paz.