Mucho hay escrito sobre los hechos de armas de aquella Guerra de los cien días en tierras de África en 1957, donde se destaca el heroísmo del Ejército de Tierra, pero hay otros que apenas se les menciona a pesar del heroísmo y sacrificio que derrocharon a lo largo de toda la guerra. Estos son los gloriosos Infantes de Marina que, de nuevo, rubricaron con letras de oro la leyenda: “valientes por tierra y por mar” y, además, tienen el inmenso orgullo de que son los descendientes de la gloria de las letras y las armas, ya que también fue infante de Marina el insigne Miguel de Cervantes y Saavedra.
La Orden General número 9 del Tercio Sur
Cuando la Guerra de Ifni llevaba más de un mes en plena actividad, la Orden General número 9 del Grupo Especial del Tercio Sur de Infantería de Marina, de guarnición en San Fernando (Cádiz), publicaba en la misma el organigrama de la 1ª Compañía Expedicionaria de Infantería de Marina, con destino al África Occidental Española, ello según un autor anónimo que relata con todo lujo de detalles las vicisitudes de esta 1ª Compañía.
La mencionada compañía quedó formada por un total de 222 hombres los cuales, encuadrados por empleos, quedaban así: capitán-jefe Pedro Galiana Garmilla (fallecido de general); tenientes José Martín Trujillo, Antonio García Domínguez, Alberto Bendito Martínez de Bujo y Tomás Valiente Chacón. Completaban con 1 brigada, 7 sargentos, 1 sanitario 2º, 6 cabos 1º, 1 cabo de sanidad, 1 cabo-radio operador, 34 cabos (de ellos 3 especialistas), 31 cabos no especialistas y 166 infantes de Marina.
El armamento que portaban era 155 mosquetones, 18 subfusiles, 25 pistolas, 4 ametralladoras Fao, 3 morteros Valero de 50 mm y 3 lanzacohetes M20 de 3.5”. Todo esto a pesar de las penurias derivadas del anticuado armamento con que los demás ejércitos contaban. Puede decirse que esta compañía de infantes de Marina era una privilegiada en comparación con otras unidades del Ejército de Tierra, donde la mayor parte eran fusiles de la Guerra de Marruecos, granadas de mano y morteros de la Guerra de 1936, por lo cual muchas veces fallaban constantemente.
Formados impecablemente, el 17 de enero de 1958 los 222 hombres de esta 1* Compañía Expedicionaria de Infantería de Marina, en el arsenal de La Carraca, eran revistados por las máximas autoridades, embarcando a continuación en el minador Marte de la Armada Española. Tras un día de navegación, cuando navegaban rumbo a El Aaiún, el 18 de enero se recibía en el minador Marte el siguiente cablegrama: “Espero de esa compañía, que es la primera Unidad del Grupo Especial, a quien cabe el honor de desempeñar una misión de guerra que cumpla con su deber, conforme a las gloriosas tradiciones de la Infantería de Marina”, El ministro de Marina.
Dos días después, el 19 de enero a las 8 de la mañana, desembarcaban en la playa de Aaiún en lanchas caleteras, haciéndolo en primer lugar la 1ª y 2ª Sección, que pasaban a ocupar las posiciones defensivas junto a una compañía de la IV Bandera de la Legión que estaba en dicha playa con anterioridad.
Los primeros ataques
El primer bautismo de fuego de esta 1ª Compañía Expedicionaria llegaba el 21 de enero de 1958 cuando suena la alarma en la cabeza de playa de Aaiún al haber detectado los centinelas a un grupo de enemigos, pero quizás por el temor de las bandas rebeldes de sufrir un varapalo, lo cierto es que no llegó a materializarse ningún enfrentamiento, pero lo que sí estaba muy claro era que los infantes de Marina estaban perfectamente apostados para repeler cualquier ataque.
A las 7 horas del miércoles 22 de enero, la 1ª Compañía se desplaza para proteger la varada y descarga de la lancha LCT-K1, y cuando se estaba desarrollando dicha maniobra es cuando el oficial del Cuerpo General de la Armada, jefe del Equipo de Desembarco, advierte a lo lejos la presencia de un grupo de indígenas en actitud sospechosa y, temiendo algún ataque, solicita al minador Júpiter que efectuase fuego naval de apoyo, el cual se materializa con dos disparos de granadas de 37 mm, los cuales impactaban en el lugar donde se encontraban los supuestos enemigos, siendo dicha acción de gran efectividad, pues no atacaron los miembros de las bandas del Ejército de Liberación Marroquí, y lo que sí hicieron fue poner pies en polvorosa.
La labor de estos infantes de Marina debe considerarse digna del mayor elogio, y así consta en los sucesivos días del mes de enero. Ellos, con el esfuerzo de sus brazos, desembarcaron del minador Júpiter víveres y 226 colchonetas y dos barracones desmontables. Además de todo ese rudo trabajo, realizaban patrullas nocturnas, así como servicios de seguridad a un equipo del buque hidrográfico Tofiño y desembarcando material del buque francés LST Foudre. También realizaron misiones de seguridad en un intento de varada de la lancha K-1 y misiones de desembarco del buque Isla de Tenerife, donde con muchas horas y muchas gotas de sudor, desembarcaron un grupo de artillería y dos escuadrones de caballería. Y así transcurrían los días y más días, alternando estas misiones con patrullas de reconocimiento y seguridad de las posiciones defensivas y vigilancia y escolta de los convoyes que llegaban a la cabeza de playa.
La tranquilidad relativa se transformaba en misión de guerra a las 2 de la madrugada del 10 de febrero de 1958, cuando los infantes de Marina eran atacados por grupos de unos 10 rebeldes, estableciéndose un intenso tiroteo con fuego de armas automáticas, recibiendo a lo largo del combate varios impactos de granadas de mortero en las proximidades del faro. Tres horas más tarde, sobre las 05:30 de la madrugada, son atacados de nuevo con fuego de mortero de 50 mm, intentando dichos grupos enemigos penetrar en las posiciones de los infantes de Marina, siendo rechazado enérgicamente con valentía por los infantes de Marina. En el transcurso de este enfrentamiento resultaron heridos tres cabos y un infante de Marina, y el enemigo que salió en veloz huida.
Al día siguiente, 11 de febrero, el almirante-comandante general de la Base Naval de Canarias envía a estas fuerzas este radiograma: “saludo a todo el personal de cabeza de playa, enorgulleciéndome de ser vuestro almirante ante el comportamiento seguido en faenas marineras y combate con el enemigo”.
El 23 de diciembre de 1959 esta compañía embarcaba en la fragata Magallanes y, tras escala en Las Palmas, embarcaba en el Ciudad de Palma, desembarcando el 1 de enero en 1959 en Cádiz con la satisfacción del deber cumplido.