Si no fuese por lo tétrico de la situación, oírle a algunas que “ya se puede ver la luz al final del túnel” resultaría tronchante. No obstante, el tono cínico de las afirmaciones es evidente, máxime si se comprueba la porquería que, desde todos los ámbitos, nos sigue invadiendo; pocas ganas de risas nos quedan. Y lo que es peor, a nadie parece importarle.
Este Vitriolo, al que suelen colgarle el sambenito de “pesimista compulsivo” y “agorero sin sentido”, sigue viendo que, lejos de acercarnos a una supuesta y liberadora luz, seguimos en caída libre hacia los avernos de una miseria económica e intelectual que a muy pocas preocupa y/o interesa.
Si bien la irreversible precipitación hacia la inmensidad de la nada es ya más que evidente, la mayoría de nosotras sigue prefiriendo ver el vaso medio lleno, aunque ese vaso sólo contenga las ínfimas gotas que todavía nos permiten poseer, allá en el fondo. Todo sea por mantenernos en la ilusión de que aún tenemos algo nuestro. Es la clásica estratagema de la zanahoria, y aún seguimos cayendo en ella. Para llorar.
El desierto intelectual está avanzando al galope de una manada de yeguas pura sangre desbocadas; a nadie parece extrañarle y, lo que es peor, está siendo inmediatamente sustituido por una basura escrita y audio emitida digna de cualquier vertedero. Da igual. No hay reacción. Penoso.
Evidentemente, habrá que preguntarse hasta dónde puede llegar esta penuria de valores en la que, como gritaba León Felipe en su yerma y desesperada tierra, “desde que se fue aquel manchego, aquel estrafalario, fantasma del desierto, ya no hay locos, amigos, ya no hay locos”. Las pocas locas que aún quedan somos tomadas por imbéciles derrotistas que sólo quieren aguar la fiesta.
Pero el problema ya ni siquiera reside ahí. El verdadero nudo gordiano consiste en que, actualmente, apenas si logramos respirar en una sociedad amorfa que, domada y adiestrada, ha perdido todas las referencias de lo que un día –hace mucho- fueron los cuatro pilares fundamentales de un pueblo que se quiere libre: Libertad, Igualdad, Fraternidad y Laicidad.
Dicho de otra forma: túnel sí que hay, pero luz, no.
Lo realmente preocupante de esta vertiginosa caída en picado es que no sólo afecta a la órbita económica, sino que produce un diabólico efecto dominó en otros ámbitos de la vida.
Con la mal llamada “crisis” (verdadero atraco a mano armada institucional amparado por varios bancos centrales y demás chicas de los recados sentadas en bancadas políticas) nos hicieron creer que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero esa misma miseria inyectada a presión en nuestro córtex ha conllevado, lógicamente, un empobrecimiento intelectual y una merma en la capacidad de tener un razonamiento crítico, o un concepto social, fuera del pensamiento políticamente correcto y autorizado.
Parece que estamos condenadas a seguir hundiéndonos en las profundidades que se adentran en el medievo del pensamiento sin que nadie se inmute, o parezca importarle. Evidentemente, cuanto mayor es la negrura de la razón más permeable es el mensaje del fascismo y la búsqueda del chivo expiatorio se hace más evidente y acuciante.
Y ya que, desgraciadamente, esto no supone ninguna novedad histórica, lo que le sigue tampoco lo es.
En esta travesía del desierto que nos están imponiendo sin que apenas nos demos cuenta, y sin un atisbo de seria protesta, se está produciendo un retroceso en todo lo tocante a crecer como ciudadanas, así como una pérdida irremediable de derechos con la aceptación de las cadenas que, eslabón a eslabón, nos están quitando cualquier posibilidad de movimiento.
De continuar por esta vía, y nada indica que vaya a ocurrir lo contrario, el día que queramos reaccionar, unas señoras uniformadas de marrón y cruz gamada en el brazo, y al servicio del poder totalitario de turno, nos apalearán sin compasión alguna por el “bien” de la sociedad.
Para entonces, ya nada será posible y se habrán perdido inexorablemente varias generaciones de seres humanos a quienes se obligará a huir de la intolerancia.
En esta patética actualidad en la que el desarme ideológico y social es lo cotidianamente invisible, no puedo menos que coincidir con los versos de Blas de Otero cuando, en su poema “La poesía es una arma cargada de futuro”, maldecía la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales… la poesía que no toma partido, partido hasta mancharse.
Pero en unos tiempos en que el sólo hecho de pensar resulta ya todo un acto de rebelión, afirmar que estamos tocando fondo es una verdadera quimera al servicio de quienes tienen la mordaza por bandera.
Como siempre, usted sabrá lo que más le conviene pero, como puede comprobar, corren malos tiempos para el librepensamiento. Si por el contrario, encuentra acomodo en el fango que producen las que mandan, visto lo visto debería estar de enhorabuena porque es lo que nos está tocando vivir. El resto es ya puro y penoso adorno versallesco y si no lo cree, lea cualquier boletín oficial.