El 22 de julio de 1921, tuvo lugar la retirada de Annual y el ejército español se replegó al principio y huyó después, en uno de los episodios más tristes de su historia. Miles de hombres sin orden ni mandos en la mayoría de los casos, fueron presa del pánico y ello propició un sangriento desastre de grandes proporciones.
Sin embargo, junto a varios casos aislados de heroísmo, hubo una unidad que conservó la calma realizando una eficaz y meritoria labor. Fueron los escuadrones de caballería de Alcántara. Estos, que perdieron a su jefe el coronel Manella en Annual, quedaron al mando del teniente-coronel Primo de Rivera. Y, tratando de proteger la retirada, cargaron una y otra vez contra las harkas rifeñas.
En un caso salvaron el convoy de heridos que estaba siendo aniquilado, en otro protegieron a una columna que era atacada por Regulares y Policías desertores, en el río Igan cargaron contra trincheras rifeñas que trataban de impedir el paso de los fugitivos que se dirigían a Monte Arruit. Agotados caballos y jinetes, las últimas cargas se tuvieron que dar al paso y el Regimiento sucumbió ante las descargas enemigas, desapareciendo como unidad orgánica, aunque su lema disipa como el sol las nubes a su paso, continuaría vivo en la memoria de muchos.
La oleada humana de los supervivientes españoles, abandonando la poca artillería que les quedaba, perdiendo sus últimas fuerzas indígenas y desatendiendo a los heridos propios, se refugió en Monte-Arruit, campamento a unos 30 kilómetros de Melilla, donde se pretendía una reorganización imposible.
De los 3000 concentrados en Monte Arruit llegaron muy pocos a Melilla porque, tras negociar la rendición la mayoría fueron masacrados en contra de lo que se pactó con los jefes rifeños. Uno de los que pudieron escapar de la carnicería, fue el soldado del Regimiento de San Fernando, Francisco Moreno Ruíz, que haciéndose el muerto, consiguió abandonar la posición y cruzó el territorio hasta Melilla, con un compañero herido sobre los hombros y fue recibido con alegría al llegar a una ciudad que era entonces presa del pánico. Sin embargo, las autoridades militares lo confinaron incomunicado, para que no pudiera contar el horror de la matanza de Monte Arruit.
Como hemos visto, uno de los hechos heroicos que se produjo en la retirada de Annual fue el protagonizado por el citado Regimiento de Cazadores de Alcántara de Caballería, número 14 que no recibió entonces otra distinción que el respeto y admiración del pueblo y de otras unidades del ejército. Pasaron casi 91 años cuando, de forma inesperada, con fecha 1 de junio de 2012, el gobierno español aprobó un Real Decreto-ley por el que se concedió la Cruz Laureada de San Fernando colectiva al citado Regimiento, ya que dicha unidad combatió heroicamente protegiendo la retirada de las fuerzas desde Annual a Monte Arruit.
El destino de los protagonistas
El general Silvestre, comandante general de Melilla, murió en la posición de Annual y su memoria cargó con las responsabilidades del desastre. Según unas versiones se suicidó y, según otras más creíbles, fue alcanzado por disparos del enemigo.
El general Manella, coronel jefe del Regimiento de Alcántara, estaba en Annual junto al general Silvestre y murió, probablemente en el desfiladero de Izummar, durante la retirada. El sargento Basallo, uno de los prisioneros del desastre, encontró su tumba y la marcó pero cuando las tropas españolas llegaron a Annual, no encontraron el cuerpo. La viuda recibió el reconocimiento oficial de su muerte en mayo de 1928, siete años después del desastre.
El teniente-coronel Fernando Primero de Rivera que mandaba el Regimiento de Alcántara en ausencia del coronel Manella, dirigió las sucesivas cargas de su unidad y se refugió junto a los pocos supervivientes en Monte Arruit. Resultó herido en el brazo por una granada de artillería y fue necesario amputárselo sin anestesia. Murió poco después, antes de que la posición se rindiera a los rifeños y resultaran asesinados sus casi 3000 defensores. El cuerpo fue encontrado fuera de la tumba cuando se reconquistó Monte Arruit el 24 de octubre de 1921. Primo de Rivera recibió la Laureada de San Fernando a título póstumo entonces, pero no la unidad a que pertenecía.
El soldado Francisco Moreno Ruiz del Regimiento de San Fernando que consiguió llegar a Melilla desde Monte Arruit con su compañero herido, se licenció en 1922 después de combatir en la campaña de desquite y regresó a su Mijas natal. Allí, años más tarde, se enteró que el Alto Comisario Berenguer le había concedido la Medalla Militar de Marruecos con pasador de Melilla, que nunca pudo tener. Sin embargo, el historiador Juan Pando, autor de “La Historia secreta de Annual” regaló una de estas condecoraciones a su nieto, como homenaje póstumo a este soldado anónimo que durante años, trató de olvidar los horrores de aquella tragedia.
De los 34 jefes y oficiales que formaban parte del Regimiento de Alcántara sólo quedaron 5 heridos y 4 prisioneros y uno falleció posteriormente de las heridas, otro murió fusilado por los militares que se sublevaron contra la República en 1936, otro por los republicanos y uno de los restantes, tras regresar de la prisión de Axdir, siguió en activo y se retiró en su momento. En definitiva, de 691 hombres que formaban el Regimiento, hubo 541 muertos, 7 heridos y 67 prisioneros.
Respecto a los soldados, la suerte de los escasos supervivientes fue paralela a la de los oficiales y, los que volvieron a España, pretenderían sin conseguirlo, olvidar las duras jornadas de aquel verano de 1921.
Por tanto, la decisión del gobierno de España de la concesión de la Laureada, no hizo más que reparar el olvido en que cayeron durante casi un siglo, las cargas del Regimiento de Cazadores de Alcántara, 14 de Caballería. Y ello, con independencia de quién fuera el enemigo entonces, porque se premió su comportamiento heroico en defensa de un ejército en retirada.
Querido amigo José María: Me permito tutearte porque nos conocemos desde niños y aún mantenemos una buena amistad e igualmente con tu hermano Jorge, en base a eso, me gustaría saber de dónde sacas estas historias tan interesantes y tan amenas de leer. Sigue así, que desde luego en mí, tienes un lector seguro. Un abrazo