Dicen que ha llegado la primavera... Y como todos los años la naturaleza comienza a despertarse del largo invierno desde que las primeras hojas comenzaran a caerse de los árboles... Ahora empieza un nuevo ritmo que hace que todo se agite y la vida se eleve en todo sus esplendor; dijérase que es el pulso intenso de la vida la que llama a arrebato para que renazca todo lo que ayer estaba dormido, y hoy debe de alzarse para proclamar que ha llegado la primavera y es tiempo de fiesta, de alegría, de viejos sueños aún no alcanzados, de palabras, de juegos, de volver a las cosas olvidadas, de romper los misterios y allegarse a la esencia de las cosas. En definitiva es el tiempo donde la vida alza su copa por encima de los altos pinos y las altas sierras, y da un brindis a las aguas que bajan de las cumbres aún nevadas, a los murmullos de los arroyos, a las cigüeñas que regresan a su nido de las altas espadañas de las iglesias; a las raudas golondrinas, que al igual que ellas también regresan a los bajos de las balconadas del Ayuntamiento... Sí, la primavera ha llegado... Lo dicen los estudiosos del cielo y de los equinoccios y de las orbitas de los astros... Y, ahora, en sus cuentas y cálculos afirman que ha entrado la primavera; sin embargo, a nosotros no nos hace falta esos cálculos para saber que ya llegó la primavera, porque sólo hay que allegarse a los campos, a las avenidas, a los parques y a los jardines donde crecen los naranjos, para comprobar que ahora se visten con el blancor de la nieve de los azahares; y, que el aroma que dejan en el aire, la brisa lo lleva como el mejor y más raudo mensajero al último confín de la ciudad, como noticia exacta y perfumada de que ahí, entre azahares, ha llegado la primavera... Sí; no lo podemos ocultar y como el dicho popular dice: “la primavera la sangre altera”. Y, es verdad, la primavera nos altera la sangre y, con ello, nos altera los deseos, los sentimientos y las ganas de alcanzar cosas que hace unos días nos fuera del todo imposible. Sin embargo, ahora, en este tiempo de licencia, como en un nuevo carnaval de sentimientos encontrados, pareciera que la naturaleza nos aúpa a un nuevo estadio donde nace la belleza y nos deja extasiados con el embrujo de un nuevo sortilegio de palabras encantadas, que nos hiciesen vislumbrar la vida misma en una intensidad que sólo los artistas y poetas alcanzaban a sentir en sus ignotos sueños... Definitivamente, la primavera ha llegado... Y los naranjos que rodeaban el Ayuntamiento, aún sin estar -porque una mala mano los cortó- seguirán haciéndonos llegar el aroma embriagador de los blancos azahares y perfumaran y embalsamaran el aire de la Plaza de África... Los jardines de la Argentina en las Puertas del Campo, que también llamábamos: “Jardín de los Enamorados” -por aquel anónimo “Romance del “Prisionero”, donde se apuntaba: que los enamorados en mayo “iban a servir al amor...”, helo aquí: “Que por mayo era por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor, sino yo, triste, cuitado, que vivo en esta prisión, que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son, sino por una avecilla que me cantaba al albor. Matómela un ballestero; ¡déle Dios mal galardón!” (Cantábanlo los juglares en el siglo XIII). Y, también llegaba la primavera a San Amaro y a otros jardines y plazas... Y a los caminos en cuesta y a los cerros del Hacho; y a los acantilados de la “Ronda del Recinto” donde las amarillas margaritas descienden atrevidas y audaces hasta tocar los guijarros de sus playas rocosas; y, a las flores de pétalos lilas y nuevamente de oro que rozan la piedra de la “Sirena” en aguas de la Bahía Norte y los islotes de Santa Catalina; y, a las altas cumbre de los fuertes de Isabel II y de Anyera y del Renegado (Tortuga) y de Aranguren. Y, la primavera descendía en la floresta de helechos, jarales y pinos hasta las playas de Calamocarro y Benzú, donde el sol las plateaba en la mañana; y, a la tarde, las doraba como si se transmutaran en oro... La primavera ha llegado... Ya no hay ninguna duda... Ha llegado sin apenas golpear nuestra puerta; sin embargo, como todos los años, ahí está, dejándonos su aroma de pinos y de flores y del agua que precipita alguna nube que viene de poniente, hacia los azules tardíos y malvas del mediterráneo... Nada queda en el olvido y todo transcurre en el tiempo exacto de un reloj. Todo pasa -como dijera el poeta- , es verdad, y queda en nuestra memoria, pero al cabo todo vuelve -como también anunciara- para que aquello que aconteció, se nos allegue de nuevo con el sabor y la conciencia de las cosas que, aun siendo inalcanzables, perduraran para siempre en nuestra memoria... Dicen que ha llegado la primavera...