Cataluña se nos va. La locura separatista parece no tener límites, especialmente en determinadas provincias como Gerona. Siete días allí me han llevado a muchas reflexiones. El puzle fotográfico que acompaña a esta columna no puede ser más expresivo. La ausencia total de la bandera de España en determinadas sedes oficiales o en entidades de la más diversa índole es alarmante. Como las rotulaciones de comercios y empresas, cartelerías informativas, folletos o paneles turísticos en los que se ignora por completo el castellano. Hasta escasean, en algunos casos ni se ven, los principales diarios nacionales en los kioscos de prensa.
Paralelamente, el paisaje urbano parece poblarse cada vez más de banderas independentistas. Las ‘esteladas blavas’, con las tradicionales cuatro barras coronadas con un triángulo con una estrella en su interior. “Cataluña, nuevo estado europeo”, se puede leer en muchas de ellas. Llamativas son también las colgaduras en balcones con proclamas como “Luchamos por la independencia” o “Una República de progreso para todo el mundo”. Incluso al pie de los letreros identificativos de determinados establecimientos hay quienes no reparan en añadir “Luchemos por la independencia’.
“Que gane el diálogo, que las urnas decidan”, titulaban en su artículo de esta semana en el ‘El País’ Junqueras y Puigdemont. Los independentistas insisten en colocar de nuevo las urnas y la inmediata desconexión con España en medio de dictados excluyentes y totalitarios que han dividido a la sociedad catalana. Años de intensa escalada secesionista inyectada a través de la educación, medios afines y lluvia de dinero público nos han llevado a la actual situación.
En medio de este preocupante ambiente me venían a la mente destacados nombres de catalanes que un día decidieron arribar a Ceuta, triunfando en sus respectivas facetas profesionales. Los casos de los fotógrafos Arbona y Vidal, del periodista y escritor Gisbert, de los Huguet, de empresarios como los Borrás y Casimiro Massoni o de tantos miembros de aquella dinámica colonia catalana que cada año ponía su nota típica y colorida con sus desaparecidas fiestas en honor de su patrona, Nª Sª de Monserrat, en nuestras calles.
Difícilmente hubieran podido imaginar este dislate en su amada Cataluña.