Siempre me he reconocido fan absoluto del talento y, sobre todo, de la inquietud profesional de Viggo Mortensen, que se ha resistido con éxito al encasillamiento en papeles como el de El Señor de los Anillos o Promesas del Este, ambos grandes trabajos del intérprete, cuya capacidad llega mucho más allá, y con los años lo ha demostrado en papeles de lo más variados y sorprendentes, muy alejados de la zona de máximo confort que Hollywood le proporcionaba con esos exitosos papeles de tipo duro y héroe de maxiproducción. Mentalidad activa, persona cultivada e inteligente, polifacético y valiente para arriesgarse a realizar una película como la que nos atañe en una época en la que el cine no es el principal plan en la mente de casi nadie, Mortensen se guisa y se come él solito (y no es una forma de hablar, ya que se encarga de la dirección, la producción, el guion, la interpretación coprotagonista, la banda sonora, y la promoción, que también cuenta) esta pequeña producción que merece la pena visionar, con unas actuaciones soberbias del propio Mortensen y del veterano Lance Henriksen, que está soberbio en el papel de padre más que difícil con una relación más difícil aún con su hijo gay y de vida muy alejada de sus cánones.
Pero vayamos por orden llegados a este punto. Los dos protagonistas, tal y como hemos mencionado son padre e hijo cuya relación no es la mejor y que se ven unidos por el deterioro cognitivo del anciano, situación que requerirá toda la paciencia de la familia en busca de una solución. El tiempo que pasarán juntos desempolvará viejos trapos sucios que en vez de ser lavados se encontraban en un cajón de sus memorias, y eso que la memoria no es precisamente lo que mejor anda en la familia…
El debut como director de Viggo Mortensen no es impecable, pero sí evidencia el cine que lleva dentro, que es mucho, y con este drama familiar, personalísimo y rompedor, en el amplio sentido de la palabra, ahonda en heridas que de alguna manera todos tenemos, que nos anclan a nuestro pasado y que todos creemos que las demás personas no poseen. Porque si algo altera por naturaleza la paz interior de cualquiera, son las deudas del pasado con la familia.
Además, la historia que nos cuenta, plantea la interesante cuestión de si la edad es suficiente disculpa, o suficiente disfraz para pasar por alto que el protagonista es una persona que no ganará el premio de mejor persona precisamente, y lleva siendo un tipo bastante detestable desde que era joven, pero la edad y la merma de salud entran en una complicada ecuación en un posible juicio final por parte de sus allegados. Nominada el año pasado a mejor actor (Mortensen) en los Premios del Cine Europeo, y también al Goya a mejor película europea, su creador ha dejado gran parte de sí mismo no solo en la manufactura, sino en el cariño que ha dedicado a su promoción, cogiendo el coche propio y viajando como una hormiguita de país en país para asistir a su presentación. Sólo el esfuerzo que requiere todo esto para cerrar el círculo de este proyecto, que comenzó seguramente hace años, ya merece nuestro respeto como espectadores. Y si añadimos que el resultado es bastante notable, también merece que le demos una oportunidad, aún estamos a tiempo, ya que está estrenada y disponible en diversas plataformas digitales.