José Aureliano Martín Segura es ahora mismo letrado de Comisiones Obreras y profesor en la Facultad de Educación y Humanidades en nuestra ciudad. Sin embargo, en esta entrevista vamos a abordar una parte de su vida que duró dos años, concretamente, el tiempo que estuvo como secretario general de la Delegación del Gobierno en Navarra. Su amigo José Carlos Iribas Mielgo, entonces representante del ejecutivo en el antiguo Reino de Navarra le ofreció este puesto y allí se fue, a pesar de su ideología de izquierdas, pero como queda muy claro, en un papel de funcionario.
–Dos años como secretario general de la Delegación del Gobierno en Navarra habrán sido impactantes en muchos aspectos.
-El impacto más fuerte fue porque el tema terrorista yo lo conocía como lo hacemos todos. Pero cuando vives en un sitio donde estás entre escoltas las veinticuatro horas del día, como le sucedía al delegado del Gobierno, es una situación difícil. El día que llegué a Navarra para tomar posesión, el delegado no me pudo recibir porque justamente acababan de matar a un guardia civil o a un policía, no lo recuerdo bien, y estaban en el lugar de los hechos. Ya casi llevaba un año, a punto de finalizar la legislatura del PP, se cometió el último asesinato durante mucho tiempo de ETA y asesinaron a dos policías. Estos dos policías estaban asignados a la Unidad de Extranjería y dependían de mí directamente. Los cuerpos se velaron en la Delegación y fue una situación bastante trágica y delicada. Son los recuerdos que tengo más impactantes. Y el último, fue el trágico atentado de Madrid, donde en todas las Delegaciones del Gobierno nos tocó vivir ese tema de manera especial con la organización del dispositivo que era necesario para las manifestaciones de protesta que se convocaron en toda España.
-¿Cómo fue la llamada para ir a Navarra?
-La secretaria general de la Delegación dimitió y el delegado me ofreció esa posibilidad. Para ser secretario hay que ser funcionario del grupo A. Tenía una amistad personal y profesional con José Carlos Iribas Mielgo. Cuando mi primer destino profesional en Ceuta como interventor mi jefe era José Carlos Iribas. Me llamó, me lo ofreció, consulté con la familia y aceptamos.
-Ser secretario general incluye también sustituir durante las ausencias al delegado del Gobierno y asumir el mando. Hablamos de una época donde el terrorismo no golpeaba tan fuerte como en los años 80 o principios de los 90. ¿Se tiene miedo?
-El miedo siempre se tiene, incluso quienes llevan escolta y se mueven en coches blindados como era el caso del delegado. Y aunque vivas en una Delegación con cristales blindados. Tanto Iribas como yo residíamos dentro de la Delegación y la misma tenía cristales blindados porque había sufrido siete atentados a lo largo de su historia. Al final te acostumbras y sigues adelante, cumpliendo con tu obligación como funcionario.
-Veo que hace una reflexión y que recalca siempre el concepto de funcionario.
-He recibido críticas, pero las cosas hay que tomarlas en función de quien vienen, pero no presto atención porque no llevan razón en las cosas que dicen. En una Delegación quien imparte las directrices es el delegado, y aunque éste se ausente por las razones que sea, siempre es el que decide. Nadie toma nunca una decisión que tenga repercusión política sin consultar al delegado, aunque esté de vacaciones. El delegado está localizado las veinticuatro horas del día, con ello no quiero decir que eluda ninguna responsabilidad. Me responsabilizo de todo y no me arrepiento de nada de lo hecho en mi etapa de Navarra. Había problemas como en todas las Delegaciones del Gobierno, problemas con Extranjería, con la seguridad...pero se intentaban solucionar de la mejor manera posible. Por ejemplo, recuerdo las protestas de los inmigrantes porque debían de hacer unas colas tremendas para un proceso de regularización que se abrió. Tenían razón. Aquello era indigno y entonces se buscaron más locales, se enviaron más funcionarios y lo resolvimos.
-Es una persona analista. ¿Se entiende el problema de Navarra y por ende del País Vasco cuando uno llega de fuera a cuando lleva un tiempo allí?
-Lo entendí de una manera distinta. Cuando llegué, quiero hacer un paréntesis, y es que cuando me ofrecen el puesto todos sabían a la perfección cual era mi ideología. No soy de derechas y en el Ministerio del Interior lo sabían. Jamás pusieron pega alguna y me dejaron absoluta libertad en el funcionamiento dentro de mis competencias como secretario general.
Pero volviendo a la pregunta, diré que pasan por tus manos acuerdos, actas, resoluciones y ves que no hay derecho a tener subyugado a todo un pueblo por una ideología que propugna la fuerza de las armas. Cuando ves el sufrimiento de las personas que padecen ese terrorismo y lo que causa un atentado, entonces piensas que hay que frenarlo como sea. No se habla de una ideología de liberación de un pueblo, ni nada de éso, es fascismo puro y duro. Ese fascismo puro y duro hay que atacarlo, tal y como se establece en una sociedad democrática como lo han hecho todos. Cuando se ha tratado de temas de seguridad, allí hay una plena colaboración por parte de partidos e instituciones. Esas situaciones las ves, las sufres y te rebelas, porque ideológicamente no se puede imponer por la fuerza de las armas nada a nadie. El fascismo hay que combatirlo, desde la derecha, desde la izquierda.
-¿Y la sociedad navarra se rebela?
-En Navarra la situación es distinta a la del País Vasco. En Navarra, la mayor parte de los ciudadanos no asumen los postulados de la izquierda abertzale. Están intentando imponerlos a la fuerza, pero no pueden. Un paréntesis: el pueblo vasco nace en Navarra. De ahí el interés por anexionar el Reino. Los vascones auténticos son los navarros. Han mantenido una ideología que ya no la asume nadie. Sin embargo, en algunos pueblos si he podido ver verdadero odio.
-¿Alguna vivencia en particular?
-Me tocó vivir una situación en primera persona. Tuvimos que rescatar a un señor que se había perdido en el monte, un sacerdote. Cuando el delegado se enteró, porque se encontraba fuera, dijo que había que estar allí hasta que apareciera. Luego se le encontró tres días después, pero muerto. Allí se dirigieron los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y también fui con ellos, porque me lo pidió el delegado.
Pues no nos recibió nadie, las ventanas completamente cerradas. Íbamos a intentar salvar a un paisano y quienes abrían las ventanas nos miraban con una cara de odio tremenda. Ahí percibí a lo que se puede llegar cuando una persona se enroca en un fanatismo y a donde podemos llegar. Eso me dio más miedo que todas las pistolas que pudiera tener la ETA. Y miedo, porque esas miradas son del pueblo profundo y es difícil quitarlo.
-Muchas madrugadas en vela porque también se desarticularon muchos comandos de ETA.
-Son detalles que no voy a contar, pero todas las cosas que ocurren en lugares como Navarra o el País Vasco pasan por el delegado.
Todos los operativos, porque cuando van a actuar las Fuerzas de Seguridad, el delegado está informado. Pero esas noche en vela son gajes del oficio.
Como docente, es profesor asociado de Economía de la Empresa en la Escuela de Ingeniería Técnica de Gestión de Ceuta (Universidad de Granada) y, también, es profesor tutor de Econometría en el centro asociado de la UNED de Ceuta. Asimismo es uno de los tres directores del Master de Turismo que se está impartiendo ahora mismo en nuestra ciudad.