Por supuesto que no se trató de una pregunta de examen, y por eso hubo muchísimas respuestas más o menos frívolas y desenfadadas: desde un “no lo sé”; o “sólo tengo una ligera idea”; hasta un “no me he preocupado de saberlo porque nunca me ha hecho falta”; o “eso que no me deja dormir”; incluso, la respuesta del gallego (como siempre inteligente) que con su sorna habitual, rompiendo la seriedad de la pregunta y encogiéndose de hombros contestó: “depende”. Y esa sería la respuesta acertada.
Como todo concepto la conciencia es una abstracción; en este caso es una capacidad mental, pero mal consensuada (y peor repartida).
La palabra conciencia tiene varios significados y todos son interesantes y necesarios (de hecho están ahí, en la configuración del ser humano) y que ayudan al reconocimiento de sí mismo y de lo que le rodea.
La referencia más vulgar que tenemos de la conciencia es que en cuanto la poseemos en cualquier grado, ya se manifiesta, ya forma parte del proceso mental importantísimo de la reflexión. La reflexión es el juicio en que la razón se viste con su toga y se arroga las facultades de un juez supremo, que interroga, que aconseja, y otras veces recrimina y condena la propia conducta cuando cree que no es la adecuada; aunque algunas, las menos, felicita y lisonjea; es la conversación de la conciencia consigo misma; es un diálogo sin sonidos, es un lenguaje mudo; pero el logos está ahí.
En la reflexión la conciencia está escindida en dos partes; hay un “YO” y un “OTRO” ahí dentro que dialogan entre sí y que no se pondrían de acuerdo si no utilizaran un lenguaje común. Esta conciencia que participa en la reflexión, que se discute a sí misma, es tan necesaria que si no existiese, no habría referentes, y sin ella no habría consenso ni acuerdo en las decisiones y los debates serían eternos.
El necesario resultado de esa dialéctica sale reforzado con el aval de la razón que confirma la convicción. Este aspecto de la doble identidad, la doble experiencia de la conciencia, la que habla y la que escucha, a veces, nos permite soportar con cierta complacencia el tedio y la tristeza de la soledad, sobre todo cuando la “discusión” se plantea placentera….
Pero hay otra acepción de la conciencia que responde a la afirmación de “si se tiene buena o mala conciencia”, que consistiría en si se aplican a las acciones criterios éticos y deontológicos orientados al bien o si son poco ortodoxos y de dudosa y extraviada moral.
Pero todavía hay otra acepción, otro concepto, quizás el más estricto y el de mayor importancia del concepto de conciencia y es porque contribuye fundamentalmente a la formación inteligente del ser humano, entendida la conciencia como cúmulo de sabiduría, que respondería al apelativo de “persona muy concienzuda o poco concienzuda”. Este concepto de conciencia como conocimiento es el más laborioso, el más elaborado, más capacitador, utilitario y trascendente de todos, y es al que siempre se recurre en el necesario desenvolvimiento de la vida y se extiende a todos los ámbitos de las experiencias posibles: a las ciencias, al Estado, a la moral, al derecho, a la filosofía, al arte, incluso a la familia. La conciencia, entendida como conocimiento, es el atributo nunca completo, es la esencia nunca colmada del saber absoluto, y esa carencia insalvable, al hombre, lo frustra y lo torna infeliz, y su conciencia siempre estará insatisfecha. Ese saber absoluto es el anhelo de todo ser humano, el que le pueda llevar a desentrañar el enigma del origen de su Universo; a entender el que cree absurdo sentido de su vida y de su trágico final.
Ese conocer es la terea primordial del ser humano, que, desde que nace, parte de cero y se enfrenta al reto de encontrar y descifrar el significado de su existencia, a sabiendas que lo tiene que hacer en un plazo limitado…..el de la vida.
Cada hombre con su granito de arena debe contribuir a la construcción del camino por el que la Humanidad debe avanzar en el único sentido posible, hacia el apasionante e incierto futuro, hacia el conocimiento absoluto de la realidad.
Si se mira hacia atrás, hacia la Historia, haciéndolo con honestidad se advertirán ejemplos de gente sabia que aún reconociendo los límites, a lo largo de los siglos nos exhortaron a seguir adelante por el único camino posible, el de la incertidumbre, el de la duda, el de la refutación de lo que parece verdadero y firme en cuanto se advierta el error, considerando que es el mejor sistema. Esto significa una dialéctica constante; es como una escalera que no está totalmente construida y que hay que construir peldaño a peldaño para seguir elevándose en el conocimiento y cuya única herramienta es la razón. Es el método que ya se atisbó en la Grecia Clásica, abandonando los mitos y los dioses. Es el método apoyado en la razón en el que perseveramos todavía.
La realidad, los acontecimientos y las evidencias las tenemos ahí delante, en el día a día. O te implicas en el compromiso y sigues en la lucha con la vida y en la discusión con tu conciencia en pos de la verdad, o te quedas relajado a la espera del Juicio Final y las Bienaventuranzas.
Debes decidirlo pronto porque si te demoras hasta el último instante, seguro que te habrás perdido una vida apasionante y ya no te dará tiempo a rectificar…..
¡¡ Menuda la que montó la conciencia !!