No cabe duda de que aquella guerra de Ifni-Sáhara, como todas las guerras, no dejan otra cosa que sangre, dolor y lágrimas, y, aunque dicen que el tiempo lo borra todo, no es cierto del todo, ya que lo mismo que las heridas se curan, también es más cierto que las cicatrices quedan. Y si no, que se lo pregunten a todos aquellos que perdieron a un ser querido, o los que quedaron con secuelas a consecuencia de las heridas o los sufrimientos. En Tenerife hay dos que pueden atestiguarlo, Pelayo Rosa Viera, soldado de Tiradores que estuvo año y medio prisionero de Marruecos y Enrique Torres Rivero, ciego de por vida, también soldado de Tiradores, herido en combate el 23 de noviembre de 1957.
El puesto de Telata
Telata de Isbuia, a 38 km de Ifni, era un puesto donde radicaban los servicios administrativos de la tribu Isbuia. Los propios Isbuias, según publicaba el diario ‘El Día’ el 9 de enero de 1958, su entonces director Rufo Gamazo Rico, que cubría la información en la línea de fuego, afirmaba que los nativos mostraban su orgullo de la bellísima oficina y puesto de Policía en la que resolvían sus asuntos. También allí estaba el Cuartel de Tiradores de Ifni, el Zoco y demás edificios construidos por los españoles que daban rango de verdadera capital de comarca.
Según narraba ‘El Día’ en la pluma de su director, éste entrevistaba al teniente-jefe del puesto de Policía, afirmando dicho oficial que la guarnición estaba compuesta por 14 policías, 8 soldados de Tiradores y de Transmisiones; pero según el coronel de Artillería José Ramón de Diego Aguirre, en su libro ‘La última guerra colonial de España’, Telata de Isbuia tenía 67 policías (50 eran nativos) y 100 soldados de Tiradores (16 eran nativos).
Al iniciarse el ataque en la madrugada del 23 de noviembre de 1957, tanto la guarnición de Policía como la de Tiradores, tuvieron un compartimiento ejemplar, a pesar de que también hubo algún desertor. Aquí tengo que rectificar a mi buen amigo Antonio Pérez Pérez, en aquel entonces soldado de Policía de Telata, un auténtico héroe, hoy en la actualidad residente en su tierra natal Bailén (Jaén), puesto que afirma que los desertores fueron todos nativos, pero ningún español. Este antiguo soldado de Policía de Ifni es un verdadero archivo de lo que sucedió y, especialmente, de los momentos duros y difíciles que le tocó vivir con sus compañeros en el asedio de Telata.
Fiel testimonio de dicho asedio es el documento libro de mi buen amigo (q.e.p.d.), el coronel de Aviación José Federico Casteleiro Licetti, donde narra que a las 04:00 horas cortaron la línea telefónica de Telata y a las 07.45 inician el tiroteo. El puesto comunica por radio que tienen varios muertos y heridos y que los atacantes son entre 60 y 80. Más adelante, en sucesivos días, los radiogramas que envían al Gobierno General de Ifni hablan de intenso fuego de morteros, ametralladoras y fusilería. Tras un duro asedio, el 3 de diciembre eran liberados por fuerzas de la VI Bandera de La Legión, el IV Tabor de Tiradores de Ifni y el Batallón Expedicionario ‘Soria’ 9. Cuentan los defensores que al ser liberados se vivieron momentos de mucha emoción, abrazos y muchas lágrimas de quienes habían vivido un duro asedio.
Un buen soldado y gran hombre
En la vida no todos pueden presumir de ser buenos y grandes de corazón porque es una especie muy escasa. En este caso, del cabo de Policía Manuel Castilla Diaz, ya que su muerte no fue en vano, un intelectual escribió: “el hombre que consagra sus horas con incansable empeño a honradas miras arranca su aguijón a la vida y a la muerte”.
Manuel Castilla Diaz era un joven nacido en Osuna (Sevilla), de condición humilde, y el cual había sudado muchas horas y días en rudos trabajos para ganarse el pan con el sudor de su frente, y, al igual que les sucedió a muchos de aquellos jóvenes que aspiraban a una vida mejor, se alistó voluntario por tres años en las Fuerzas de Policía de Ifni. Aquí su constante dedicación y ganas de superarse hizo que viera realidad sus sueños luciendo en su bocamanga los galones de cabo.
Con anterioridad a su incorporación al grupo de Policía de Ifni, había estado trabajando de jornalero en Llerena (Badajoz), donde tenía una novia y, casualmente, estaban esperando al mes de diciembre para el permiso colonial, ya que pensaban contraer matrimonio. Sin embargo, el mismo día del ataque, el 23 de noviembre, a las dos horas de iniciarse el ataque, caía muerto por disparos de los atacantes de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí.
Su compañero Antonio Pérez Pérez, que lo vio morir y recuperó su cadáver hasta el puesto, todavía lleno de emoción, recuerda a este joven cabo Manuel Castilla Díaz como lo que era, un compañero inmejorable, sano, sencillo, amigo de todos y siempre dispuesto a hacer un favor a cualquiera que se lo pidiese.
La muerte del cabo Manuel Castilla Diaz, narrada por su compañero soldado de Policía, Antonio Pérez Pérez, afirma que así sucedió: “a los pocos instantes de sobrevenir el ataque al puesto, explica que reciben orden del teniente de Policía que el cabo Castilla Díaz, el soldado Antonio Pérez Pérez, otro soldado y otro que no se sabe por qué no fue a dicha misión, acudan a eliminar un fusil ametrallador enemigo que está hostigando al puesto. Antes de alcanzar la edificación reciben una lluvia de fuego de ametralladora y fusilería. Apenas habían saltado un muro cuando un disparo alcanzaba al cabo Castilla en la cabeza, el cual moría instantáneamente". Cuenta Antonio Pérez que el otro compañero se desmayó, y que él se quedó tumbado en el suelo aguantando la lluvia de balas entre un cadáver y uno que no se movía, aunque eso sí, respiraba.
Cuando los compañeros pudieron acallar el fuego de la ametralladora, arrastrándose como podían y llevando el cadáver del cabo Castilla y del otro policía, llegaban al puesto viviendo escenas dramáticas, con lágrimas que tenían que tragarse en reconocimiento al gran hombre y mejor soldado Manuel Castilla Díaz. Las bajas fueron, aparte del cabo Castilla, muertos el brigada Luis Gutiérrez Nalda y sargento de policía Lahedid Abdel-La, y heridos policías José Arjona Queralt y Mohamed Mihibid Hossein. También muerto el soldado castellonense del Rgto. de Redes Permanentes y Servicios Especiales de Transmisiones, Joaquín Fandos Martínez. Hubo dos desaparecidos y desertores, todos nativos, ocho, entre ellos un cabo 1º y un cabo. Así narraba un diario tinerfeño la gesta de los defensores de Telata: “en Telata los españoles supieron defender con temple heroico los intereses de España y de los Isbuia. El nombre de Telata es conocido en el mundo entero”, (El Día, 9 de enero de 1958).