Sin otro ánimo que sumar, ahora que vivimos bajo el signo de la complejidad, propongo esta lectura sobre la pervivencia del Estado del Bienestar.
Si hacemos un símil, y entendemos el bienestar como un edificio o catedral de estilo gótico, veremos que las paredes y la cúpula son incapaces de soportar el peso por sí mismas.
Entonces, el ingenio determinó que la carga pasara a través de los arbotantes hacia otros pilares, o contrafuertes. Así, el equilibrio se hizo eficiente.
De la misma manera, si dejamos el Estado de Bienestar a su albedrío, sin conciencia de sí, la factura de los procesos sistémicos puede hacer que el edificio pierda su verticalidad: el derrumbe.
Así, podemos intervenir e ingeniar unas soluciones que actúen como arbotantes, y que hagan que la estructura principal quede sin daño.
El primer descanso vendría de la mano del civismo. Aquí, una sociedad cívica en su profundidad, con un alto concepto de la ética colectiva, daría un gran alivio a los procesos judiciales, y al resto de las obligaciones con la esfera administrativa. Al revés, no hay estado que aguante esos procedimientos de miles de folios, y lustros sin final.
La segunda solución sería el asentamiento de un moderno sistema educativo, basado en la disciplina, y en la observancia de las tareas. La calidad del estudio y del conocimiento dará lugar a una mejor empleabilidad, y productividad en el futuro. Al contrario, la dejación, la desmotivación, y el fenómeno del fracaso abrirán una grieta insalvable.
El tercer condicionante que apuntala la nave sería el cultivo de hábitos saludables, cuya mayor expresión son la sociedad del deporte y la moderación. El sistema sanitario agradecería esta versión, se despejaría, y podría centrarse en los casos inevitables, ya que la enfermedad está en la naturaleza.
Por fin, toda la existencia queda relativizada si no disfrutamos de salud mental. Cualquiera que sea la dirección que tomemos, debe proveerse el cuidado de nuestra circunstancia mental. El concepto de prevención alcanza aquí su máximo significado.
Una vez que hemos desahogado el centro de gravedad del Estado del Bienestar, podremos encontrar el sentido último: la cultura de la preservación.
Los arquitectos del gótico enfocaban el día a día hacia la posteridad. ¿Es que tenemos algo mejor que hacer?