En torno a 120 son los residentes de la nave del Tarajal que, tras más de cuatro meses atrapados en una ciudad que no es la suya, se preguntan de nuevo cada día cuándo va a abrir su país, Marruecos, la frontera con Ceuta. Muchos para los que su horizonte es únicamente cruzarla.
Han pasado 128 días, también con sus noches, desde aquel 13 de marzo que dejó atrapados en nuestra ciudad a centenares de personas. Los rumores sobre una posible apertura no paran de circular, e incluso sus familiares les llamaron desde el lado marroquí asegurando que sería a partir de la medianoche del pasado 14 de julio cuando se produciría tan deseado momento: el Tarajal volvería abrirse.
Pero lo cierto es que no ha sido así. Parece que la reciprocidad que pide la Unión Europea no llega con el vecino Marruecos, y España ya ha movido ficha: la frontera seguirá cerrada por lo menos hasta el 1 de agosto.
Curiosamente la nave del Tarajal en estos días está acogiendo a cerca de media decena de personas más llegadas desde la Península. Los bulos difundidos a través de redes sociales y los malentendidos que hacían pensar que la frontera abriría han desencadenado en un efecto llamada que hace que estos marroquíes de origen ahora vivan en la nave del Tarajal.
Este es el caso de Mohamed El Aamery, de 37 años, residente en Barcelona desde hace 15. Aunque se casó con una española, con la que formó una familia y tiene dos hijos de 10 y 6 años, el pasado 15 de julio viajó hasta Ceuta porque “me habían dicho que la frontera iba a abrir y no es así”.
Desde febrero está en paro y aunque tiene toda su vida en Barcelona, quería desconectar por un tiempo y volver a sus raíces en Marruecos, donde pretende visitar a sus padres. Se ha topado con una realidad que no esperaba y desde entonces está viviendo en la nave del Tarajal. No obstante, reconoce que no tiene en mente volver a su casa en Barcelona, sino que intentará, “cueste lo que cueste”, atravesar la frontera.
Salah Mouhtafap, de hecho, es uno de los que lo ha intentado a nado. Llegó a Ceuta el 1 de julio. Este marroquí de 47 años trabajaba tres meses sí y otros tres no en los campos de fruta y limones de Murcia, pero enfermó hace un par de meses y decidió que lo mejor sería volver a Marruecos con su familia.
Desde entonces, vive también en la nave del Tarajal en Ceuta. Pero el día 3, a pesar de su asma, corrió todo lo que pudo hasta el final de la playa del Tarajal y se tiró al agua en cuanto vio que no había agentes de la Guardia Civil. Una vez pasado el espigón del Tarajal lograría su objetivo. Pero ese viernes la Guardia Civil fue más rápida que él y lo interceptó antes de que pudiera conseguirlo. Está dispuesto a intentarlo las veces que haga falta.
Otra de las que vino a Ceuta en las últimas semanas ha sido Saida (nombre ficticio porque prefiere no revelar el verdadero). Llegó a nuestra ciudad el 14 de julio. Es una de las que estuvo semanas atrás “pidiendo nuestro derecho a volver” en el Consulado de Marruecos en Algeciras.
“Solo queremos volver, pero nos piden 400 euros para el billete del avión y la prueba del Covid. Llevo cuatro meses sin trabajo. He sufrido mucho y estoy enferma con la tensión. He venido aquí porque dijeron que iban a salir los atrapados y me he encontrado con nada, con más mujeres atrapadas igual que yo. Esta es una situación muy difícil y rogamos que nos busquen una solución”, concluye.
Siento mucho lo que están pasando. Pero hacer un largo viaje, con todo lo que conlleva, sin cerciorarse que vaya abrir la frontera, no es muy inteligente. A ninguno de ellos se le ocurrió llamar a la policía, guardia civil, delegación de gobierno, ayuntamiento... antes de emprender el viaje? Pero no, me fío de lo que dice el primo del cuñado de mi amigo y luego queremos que otros nos solucionen lo que nosotros no hemos previsto.
Luego, otra cosa que no entiendo es porqué permanecen en Ceuta en vez de volver a sus domicilios.
Deberian de preguntar a familiares, amigos o conocidos, además de informarse por radio, prensa y televisión las circunstancias en que se encuentra la frontera con Ceuta, antes de emprender un viaje tan incierto en el estado de pandemia en el que nos encontramos.Mala suerte y pronta resolución a sus problemas.