Ahora, los últimos 20 indios del bosque, que desde el pasado enero se encuentran en el CETI, se enfrentan a una más que segura deportación a su país. La semana pasada recibieron la visita de un diplomático de la India. Y ellos saben bien qué significa eso: el paso previo a que la Policía aparezca de noche en el campamento, entre en sus habitaciones, les detenga y se los lleven a un centro de internamiento en la península, para después terminar en un país que, a estas alturas, les resulta ya desconocido.
En la India poco o nada las queda. Vendieron lo que poco que tenían y llevan más de siete años fuera, después de que decidieron arriesgarse y luchar por una vida que al menos tuviera futuro.
Este revés les ha venido como un jarro de agua fría. Y con la desesperación por compañera surgen las comparativas. ¿Por qué los otros indios que estuvieron con ellos en el monte están ahora en la península y a ellos, en cambio, se les condena a una deportación? Resulta incongruente. Tras casi cuatro años en la ciudad se les prometió que poco a poco todos los miembros del colectivo irían llegando a la península. Pero el traslado se ha parado con este grupo de 20. “No es justo, no nos pueden hacer esto”, advierte a las puertas del campamento uno de los integrantes del reducido colectivo de hindúes.
Pero hay más. El año pasado la dirección del CETI pudo sacar a la península a más de ochenta subsaharianos y en lo que va de año lo han hecho al menos quince. ¿Qué diferencia hay? “Estamos viendo que salen subsaharianos, nosotros llevamos cuatro años en Ceuta, no nos pueden echar así”, señala uno de los indios. De esos casi cuatro años, los primeros 365 días los pasaron dentro del campamento hasta que decidieron salir al monte, convirtiendo parte del Renegado en su segunda vivienda. Allí permanecieron los casi sesenta indios hasta que poco a poco fueron marchando a la península. Los últimos 20 del bosque se sienten engañados. Tras mil días viviendo a la intemperie, optaron por regresar al campamento pensando que podían conseguir su sueño: tener una oportunidad en la península.
Ahora pueden estar de todo menos tranquilos, porque no saben cuándo aparecerá la Policía y porque no entienden por qué se les da esta respuesta cuando representan a un colectivo que nunca ha provocado altercado alguno. Eso a pesar de ser los más antiguos del Jaral, mucho más que el colectivo de cameruneses que optó por salir a las calles en manifestación cuando algunos de sus integrantes no llevaban ni un mes en la ciudad.
Saben que el problema no viene de la dirección del CETI, que ésta sólo cumple directrices de Interior en la forma de organizar salidas. Piden ayuda porque se sienten víctimas de un destino que no les corresponde.
El ejemplo de un colectivo integrado
Ayudando al traslado de los carros de la compra, ejerciendo de aparca coches, colaborando con algunas empresas... los indios del bosque han terminado dando forma a un colectivo integrado en la ciudad. Al salir del campamento se buscaron la forma de lograr una inyección económica para poder subsistir y buscaron esos ‘apaños’ que les han convertido en unos de los inmigrantes más populares. Nunca han protagonizado altercado alguno. Muy al contrario, fueron acosados por los cameruneses en plena presión de este colectivo, llegando a sufrir amenazas porque querían quitarles tanto sus puestos de trabajo como el poco dinero que tenían. Siempre han participado en los actos organizados por la comunidad hindú, acudiendo al templo para estar en los actos religiosos llevados a cabo.
Claves en una historia:
2007: salen del CETI
Abandonan el centro
Los indios del bosque, como familiarmente se les ha conocido en Ceuta, abandonaron el campamento después de algo más de un año en su interior. Eran por aquel entonces 54 personas, que construyeron un campamento alternativo al lado del pantano, en el Monte del Renegado. Allí han permanecido 1.000 días. Aunque no lo han hecho todos, porque algunos de sus miembros fueron poco a poco abandonando la ciudad y ahora se encuentran en distintos puntos de Madrid o Barcelona. El pasado diciembre regresaron al campamento, era una manera de acercarse al centro pensando que se resolvería la situación para los últimos 20.
Los precedentes
Otras expulsiones
La llegada de diplomáticos de la India al CETI es una mala noticia para los inmigrantes. Lo saben porque tienen malas experiencias. Con anterioridad este tipo de visitas se ha traducido en deportaciones. Así el 20 de febrero de 2007 fueron enviadas 48 personas a la India y el 12 de octubre de 2007 lo hicieron otras 13. Siempre después de que diplomáticos los reconocieran. Todos ellos fueron detenidos de noche, por furgones de la Policía Nacional que organizaron operaciones para llevárselos a los calabozos y después presentarlos ante el juez. La Delegación siempre ha dicho que el que llega de forma ilegal será expulsado. La cuestión es ¿y si llevan casi cuatro años, también?
La iniciativa
Acampada frustrada
Los propios indios organizaron una acampada solidaria que bajo el título ‘Yo a tu casa, tú a la mía’ pretendía buscar el apoyo de distintas entidades a su causa. La misma quedó suspendida después de las promesas oficiales de que se iba a estudiar el caso de los hindúes. La acampada, tras la cual había varias oenegés, pretendía la reivindicación de su dignidad como personas y de su traslado a la península. “Nosotros podemos ir a su casa, ¿podrán ellos conocer algún día la nuestra?”, rezaba la propuesta. “Prolongar la situación de retención en Ceuta sólo lleva consigo un agotamiento y un deterioro personal cada vez mayor”, motivaban. El acto se suspendió horas antes.
El ejemplo
Expulsiones en Melilla
El CETI de Melilla acogió el pasado año la expulsión de 50 bangladesíes que llevaban casi cinco años en la ciudad y que habían demandado repetidas veces sus papeles y su traslado a la península. Existía el apoyo de múltiples oenegés e incluso de fuerzas políticas y de la propia Ciudad para que se quedaran. Nada se pudo hacer. Hoy se encuentran en la península. Del CETI de Ceuta se trasladó a un bangla. Lo ocurrido en Melilla se teme que pase en Ceuta por eso los indios están temerosos, quieren el apoyo y que su problema se entienda. Sólo así podrán concienciar de la barbaridad que pretende llevarse a cabo con ellos.
La situación actual de los indios
Estos 20 ciudadanos indios llegaron a Ceuta hace ya casi 4 años y parece que ahora pueden ser deportados en poco tiempo. Su integración en la ciudad ha sido irreprochable, hablan español, ayudan en comercios, van al gimnasio, y la gente de Ceuta los quiere y los aprecia. Les han ofrecido trabajo en comercios, restaurantes y otros negocios de la Ciudad Autónoma. Tras tres años de periplo por el continente africano, huyendo del hambre en su país, lograron llegar a Ceuta, pensando que así podrían luchar por un futuro más digno.
En todo este tiempo no han podido deportarlos, no por falta de ganas ni de posibilidades por parte del Gobierno, que los tenía perfectamente vigilados, sino por otros motivos.
Cuatro años han pasado desde entonces, y ahora parece que, después de promesas incumplidas que les alentaban a que conseguirían el paso a la península o la documentación para poder emplearse en los trabajos que les ofrecían, parece que pretenden deportarlos. ¿Es posible que se trate a los seres humanos de este modo? ¿es posible que no exista un tiempo límite para que el gobierno actúe en territorios que son como cárceles para los inmigrantes y en los que no tienen los mismos derechos que tienen en la península?
Sabemos que el objetivo prioritario del Estado es devolverlos a sus países, pero si en 4 años no lo han logrado, ¿tiene derecho el Gobierno a hacerlo ahora? ¿Puede el Gobierno hacer lo que quiera a su antojo?
Cuando el grupo de indios decidió ir a vivir al Monte del Renegado, llevaban ya mucho tiempo en el CETI, con miedo a que irrumpiera en cualquier momento representantes de su embajada, de día o de noche, con la angustia de no saber que pasaría, y con la necesidad de poder alzar la voz ante toda la realidad que estaban viviendo.
Se intentó llevar a cabo una acampada solidaria para alertar de la realidad que se estaba viviendo. Cuando las autoridades lo supieron, se les prometió al colectivo de indios que si paralizaban la acción que querían llevar a cabo, saldrían todos los documentados a la península. Eso a cambio del silencio inmediato. Así lo hicieron, ellos callaron y obedecieron. Efectivamente han ido saliendo grupos de indios, pero sin documentar y con el paso previo por un C.I.E.(algo muy distinto a lo que se les había propuesto en un principio).
Pero de los 54 indios quedan 20 todavía, y por parte del Gobierno no se da señal alguna. Parece que todo ha quedado olvidado. Pese a la promesa de que saldrían de Ceuta, pese al tiempo que aquí llevan. Y pese al silencio y la prudencia con la que ellos han sabido realizar cada movimiento de sus vidas en estos años (a cambio, tenemos las rebeliones vividas recientemente en la ciudad con otros colectivos, que no han agradado para nada ni al Gobierno ni a los ciudadanos). Ellos siempre han estado esperando paciente y pacíficamente. Con los ánimos por los suelos por las promesas incumplidas, con la frustración de llevar ya casi cuatro años y no poder hacer nada, la situación se les va complicando. En Ceuta no pueden pedir la documentación pese a tener ofertas de trabajo, y llevar el tiempo que la ley de Extranjería exige para documentar a los inmigrantes. Y ellos ya tienen sus fuerzas al límite.
Hace pocos meses, se les planteó la idea de q entrando de nuevo al CETI, se les podría ayudar de algún modo, que igual podrían salir en las listas de colectivos vulnerables. Dejaron su independencia en el monte, dispuestos a volver con tal de que alguien les echara una mano. Pero la realidad fue muy distinta. Pasado un mes desde su entrada, a las siete de la mañana el día 19 de enero, apareció la Policía Nacional, pidiéndoles las tarjetas del CETI y no permitiéndoles salir. Decían que representantes de la Embajada estaban allí. Siempre que la embajada aparece, hay deportaciones. En Melilla la embajada ha hecho el mismo movimiento, y la realidad es muy negra para este colectivo. La embajada debe reunirse esta semana con el Ministerio del Interior, y allí se decidirá la probable deportación a India de estos chavales.
Ahora sólo les queda esperar a que en cualquier momento, de día o de noche, aparezca la Policía Nacional y los lleve al calabozo, de ahí, esposados, pasarán a disposición judicial para el internamiento en un CIE. En el Centro de Internamiento pueden estar encerrados hasta dos meses, sin poder salir a la calle, sin acceso a su teléfono movil, debiendo dejar sus pertenencias en una sala, con comidas racionadas y viviendo en un régimen carcelario, mientras se prepara su deportación. ¿Su delito? Haber intentado buscar un futuro más digno.
¿ Es posible seguir jugando con las vidas de estas personas, con sus ilusiones, reteniéndoles en un territorio, dándoles falsas esperanzas y posteriormente asustándoles?
Cada semana, inmigrantes que viven en el CETI pasan a la península, personas que llevan mucho menos tiempo que los indios y cuya integración a la sociedad española es mucho menor. ¿Por qué ellos no pueden correr la misma suerte? A ellos, que llevan ya cuatro años en Ceuta y tienen posibilidad de conseguir un empleo, no les permiten ir a la península, ni documentarse, puesto que en el momento en el que tengan un pasaporte de su país, el Gobierno lo utiliza para deportarlos, y en Ceuta no hay escapatoria. Todos los colectivos de abogados que han intentado asesorarles de un posible arraigo coinciden en que éste no es posible en Ceuta. La Delegación de Gobierno lo deniega sistemáticamente. Y deben ir a los tribunales, condenándoles entonces a la lentitud de la justicia. Hasta pasados dos o tres años desde el recurso que se interpusiera ante los tribunales no se sabría nada... en cambio en la península es totalmente distinto.
Esta es su situación actual, en breve se decidirá, entre la Embajada de India y el Ministerio del Interior, la posible deportación de estas personas. Los que los apreciamos estamos asustados por lo que vaya a suceder.