Vivo en ti, para amarte en silencio,
tu luz y tu penumbra me perduran
al son de tus idílicas palmeras
y a tus atardeceres de locura.
¡Nunca, nunca más! Me alejaré de ti,
ni puedo vivir en ésta agonía,
tengo que amarte intensamente
con ese dulzor de la patria mía.
Tu recuerdo incita mi aventura,
tu olor a mar eleva mi fragancia,
amándote, me quedo en la distancia
en ese adagio de brisa y espuma.
Eres la Perla del Mediterráneo
que se ciñe en pos de tu cintura,
del Atlántico la orilla opuesta
y de mis sentimientos, la amargura.
Los vientos que fustigan tu estrechura
balancean tus montes y el tomillo,
las vides te reclaman con su vino
y su sabor aprietan mi atadura.
Nunca estuve ni tan cerca ni tan lejos
de mi amada Patrona y su dulzura,
de África, la excelsa Soberana
con Cristo en su regazo y su mesura.
Mi edad y mi tristeza te recuerdan
atándome a extrañas singladuras,
me inclino soñando besar tu suelo
y poner fin a esta desventura.
Te llevo en el alma, Ceuta querida,
añorando tus azuladas playas,
el sol y veleros de tu bahía
y me gusta que me digan ¡caballa!.