Son tres las esferas, en permanente interacción, que conforman nuestro mundo: el medioambiente, la economía y la sociedad. La economía es la que imprime movimiento a este proceso recursivo entre la naturaleza y las sociedades humanas. Durante buena parte de la historia de la humanidad, la actividad económica estuvo limitada por un complejo tecnológico basado en la fuerza animal, el agua y la madera. A esta fase, que Geddes y Mumford denominaron eotécnica, le siguió la fase paleotécnica, que es un complejo sustentado en el carbón y el hierro; y, la previa a la actual, es la llamada fase neotécnica de la electricidad, el petróleo y la aleación. En términos temporales, la duración de estas fases ha sido muy distinta, pues si bien la primera se prolongó hasta el siglo XVIII, la segunda apenas duró dos siglos y la neotécnica ha sido rápidamente superada, en parte, después de la vertiginosa emergencia de la denominada cuarta revolución industrial: la digital.
Sobre el orden paleotécnico decía Geddes que fue “el de la disipación de recursos y energía, la depresión de la vida bajo la ley de la máquina y la codicia y la generación de sus resultados específicos: el desempleo y el mal empleo, la enfermedad y la locura, el vicio y la apatía, la indolencia y el crimen”. En el otro extremo se situaba, según Geddes, el orden neotécnico, “caracterizado por la electricidad, la higiene y el arte, por la bella y eficiente planificación urbana y el desarrollo rural asociado a ella y por un correspondiente aumento de la cooperación social y la buena voluntad específica”. Cuando Geddes hizo un diagnóstico tan favorable del complejo neotécnico no contaba con la sustitución del carbón, como principal fuente de energía, por el petróleo. Los combustibles fósiles han permitido la perpetuación de los principales males asociados al complejo paleotécnico. Al poner en manos del insaciable poder económico una fuente de energía tan potente como el petróleo y sus derivados ha causado una devastación de los ecosistemas naturales y ha agudizado las diferencias socioeconómicas entre países pobres ricos y la desigualdad dentro de las llamadas economías desarrolladas.
La intromisión del ser humano en los espacios naturales ha provocado una extinción masiva de especies. Algunos pensaban que esta destrucción de los ecosistemas naturales y de quienes los habitan no iba a tener ninguna consecuencia directa en la humanidad, pero a la vista está que se han equivocado. La pandemia del COVID-19 ha provocado hasta el momento la muerte de 300.000 personas en todo el planeta, de las cuales algo más de 27.000 son compatriotas nuestros. A estos fallecimientos habría que sumar los causados por otras enfermedades “civilizatorias”, como el cáncer, la diabetes o las patologías cardiovasculares; o por los accidentes industriales (Bophal)) o nucleares (Chernobil) y por los desastres naturales asociados al cambio climático (sequías, huracanes, inundaciones, etc…).
Todas estas muertes prematuras se han considerado el sacrificio que hay que ofrecer a la megamáquina en los altares de los grandes templos del poder económico. Como ha comentado la Presidenta de la Comunidad de Madrid, parafraseando a Donald Trump, “no podemos prohibir los coches porque haya accidentes de tráfico”. Ya lo escribió Mumford en 1958: “el modo de vida occidental está fundado no sólo en el transporte motorizado, sino en la religión del automóvil, y los sacrificios que la gente está dispuesta a hacer en aras de esta religión, están fuera del reino de la crítica racional”. El culto al automóvil es una de tantas formas de adoración al gran tótem de nuestro tiempo: el crecimiento ilimitado y exponencial de la economía. No debería de extrañarnos que los sumos sacerdotes de esta religión, como el vicegobernador de Texas, pidiera que las personas mayores se auto-inmolasen en la hoguera del COVID-19 para salvar la economía norteamericana. Sin ir más lejos, ayer mismo la patronal de Valladolid emitió un comunicado de prensa en el que lamenta que se retrase la desescalada por tener en cuenta a las víctimas en residencias, a las que tacha de "colectivo no productivo".
En Europa, la religión capitalista está un poco más atenuada gracias al desarrollo del Estado del Bienestar, aunque también contamos con muchos fanáticos adoradores del poder y el dinero. Cada día crece más la presión contra los gobiernos europeos por los sumos sacerdotes de la mencionada religión para que aceleren la desescalada y así se reactive la economía, cueste lo que cueste en términos de vidas humanas. Al margen de estas posturas irracionales, las administraciones públicas españolas, en general, y en particular la Ciudad Autónoma de Ceuta, tienen que impulsar una adaptación sistémica a un nuevo escenario ambiental, económico y social. Ahora que empezamos a salir del desconfinamiento, ha llegado el momento de fijar los criterios básicos de reconstrucción o reconversión de la estructura económica y productiva de nuestro país, nuestras regiones y nuestras localidades. Lo bueno de la Unión Europea es que estos criterios son marcados de manera consensuada, pero sugeridos, digámoslo así, por los países con mayor peso económico, como es el caso de Alemania. Si queremos beneficiarnos de todo el dinero que va a poner en circulación la UE tenemos que diseñar nuestros proyectos de salida de la crisis siguiendo los objetivos y acciones prioritarias establecidos en la hoja de ruta impulsada desde Alemania y otros países de la UE. Según hemos conocido en los últimos días, los proyectos que van a priorizar la UE en su plan de recuperación económica son aquellos relacionados con el medio ambiente y el mundo digital.
Uno de los capítulos mejor dotados económicamente va a ser el de la rehabilitación de viviendas y edificios públicos. La intención es rehabilitar el parque de vivienda para lograr que cumplan el contenido de las directivas de eficiencia energética. En la actualidad, se calcula que el 36% de las emisiones de gases efecto invernadero tienen que ver con la baja eficiencia medioambiental y energética de las viviendas europeas. Creo que ya están tardando en ponerse las pilas todos los ayuntamientos, todas las empresas de construcción y todos los arquitectos e ingenieros para adaptar sus estructuras organizativas y sus negocios a la nueva orientación que quiere darle la UE al sector de la construcción. Se acabó la especulación del suelo y el dejar morir a los edificios para justificar su declaración de ruina. Las energías renovables van a ser el segundo eje prioritario del plan de recuperación de la economía en Europa. Relacionado con este ámbito y con el de la movilidad sostenible, se quiere apoyar el despliegue de redes locales de recarga para vehículos de baja emisión, la renovación del parque de vehículos y la construcción de vías para bicicletas y el transporte público.
También se ha establecido que la digitalización va a ser un objetivo transversal que quiere hacerse llegar a todos los sectores productivos: agricultura, industria y servicios.
Por último, en el capítulo de infraestructura, las inversiones se quieren dirigir a la construcción de infraestructuras adaptadas al cambio climático.
El Pacto Verde europeo, por su parte, se ha propuesto invertir dinero en la protección de la biodiversidad y la restauración ambiental. Hay mucho trabajo que desarrollar en este campo, tanto en Ceuta, como en el resto de España.
Otra área importante va a ser el del cuidado de las personas mayores y dependientes. Lo que ha pasado tiene que hacernos reflexionar y cambiar el sistema de protección social en nuestros países. Es fundamental que nuestras autoridades locales y nacionales, y los agentes económicos y sociales, tomen buena nota del nuevo escenario europeo. Si su plan de reconversión no sigue estas pautas no va a lograr ni un duro de la Unión Europea. Los objetivos generales ya se nos han dado, ahora toca plantear nuestra estrategia local y nuestras acciones concretas. Como hemos comentado en anteriores artículos de opinión, Ceuta cuenta con unas condiciones óptimas para emprender la transición hacia el orden neotécnico sustentado en la conservación de los recursos naturales, la implantación de energías renovables, el desarrollo de una red de puntos de recarga para los vehículos eléctricos, la extensión del comercio digital local, la rehabilitación del parque inmobiliario y la restauración de nuestro maltratado medioambiente.