La imagen que pueda llegar a una persona no musulmana del ayuno musulmán del mes de Ramadán será la de un cierto asombro, ya que resulta ser muy difícil explicarse porqué razón, todos los años, más de 1.500 millones de personas en todo el mundo deciden dejar de comer y de beber a horarios precisos durante la duración de un mes lunar, que es de 29 o 30 días.
No obstante, cuando leemos la Biblia y los Evangelios vemos que en ellos también se menciona el ayuno, aunque a veces no se especifique en qué periodos y durante cuánto tiempo se hacía antaño.
Podemos decir, para poder explicar esto de una manera clarificadora, que el Ramadán es un mes sagrado. Se trata de un periodo en el que el Cielo y la tierra se acercan el uno y la otra en perfecta complicidad, si cabe, un poco más.
Ya en la época del Profeta Muhammad – sobre él la plegaria y la paz -, y antes de recibir la revelación, algunos cristianos de Meca, así como practicantes de la antigua religión de Abraham, llamada religión Hanif (religión de la pureza), transmitida por su hijo Ismael – sobre ambos la paz –, tenían la costumbre de retirarse en adoración a las cuevas de las colinas circundantes de la ciudad, siendo que en su retiro practicaban unos días de ayuno además de invocar a Dios de múltiples maneras a fin de purificar sus corazones del apego a las cosas de este mundo.
Podemos decir igualmente que dicho mes es el de la Misericordia y del Perdón, que Allah otorga de forma más abundante de lo que lo hace en otras fechas.
La sacralidad del mes de Ramadán tiene como culminación lo que es llamado “La Noche del Decreto”, que es una de las últimas noches impares del mes, aunque es casi seguro que sea la del 26 al 27. En esta noche, como dice el Corán: “Descienden los ángeles y el Espíritu con Permiso de su Señor para todo asunto”. Esto indica que el mes sagrado tienen como culmen esa noche bendita sobre la que el mismo Corán dice: “La Noche del Decreto es mejor que mil meses”. En ella, un día de lunes, descendió el Corán al profeta Muhammad para que él lo transmitiera a la Humanidad, ya que como asimismo le dice Allah (Dios) a Muhammad en el Libro sagrado: “No te hemos enviado sino como una Misericordia para los mundos”.
Es pues esta Noche del decreto un momento especial en el que se resuelven los problemas, se curan las enfermedades y se clarifican los asuntos de las personas que siguen a Dios con fe y confianza. Por eso, aprovechando la bendición de este mes y de esa noche bendita, pedimos a Allah con mucha fuerza y confianza, que El aparte de nosotros, de toda la Humanidad, esta plaga que estamos sufriendo con paciencia y resignación.
Como hemos apuntado más arriba lo sagrado es aquello producido por un acercamiento Divino a la tierra, a fin de que los habitantes que la moran se acerquen a su vez a Él. Claro que dicho acercamiento Divino ha de ser visto como una metáfora, pues Dios está en todas partes, en todo momento y situación; siendo nosotros los que no somos conscientes de dicha proximidad. Hablamos entonces de una manifestación celeste en el mundo de la materia y de las formas. Una Presencia Divina, que aunque nunca haya dejado de existir, se hace más patente que de costumbre, iluminando de alguna manera los corazones de las gentes. Por eso, de nuevo, recurriendo al Libro sagrado podemos leer: “Allah es la luz de los cielos y de la tierra”
El Ser humano ha sido creado de materia y de espíritu. El mundo material que podemos dividir en físico, o de los sentidos, y mental o psicológico, es el velo espeso que nos impide visualizar las realidades celestiales. Estas realidades se encuentran siempre presentes aunque nosotros no seamos capaces de percibirlas. Por ese motivo, prescindir de las costumbres alimentarias, educar la psique, saber esperar la hora de satisfacer las necesidades inherentes al cuerpo humano, resulta ser un acicate que, unido a la sacralidad del mes, educa nuestro Ego y abre nuestros espíritus.
Esta costumbre de saber aguantar el apetito hasta la hora prefijada nos hace asimismo reflexionar sobre las penalidades sufridas por los más pobres; nos hace experimentar, por unas horas durante un mes, las privaciones que ellos experimentan de manera continuada; pues una buena parte de la Humanidad pasa hambre, mientras nosotros procedemos a la ingesta de alimentos y bebida a cualquier hora del día y de la noche. El ayuno aplaca asimismo esas tendencias oscuras del Ser humano y acerca a la misericordia y a la piedad por los otros seres humanos. Nos hace mejores, más sensibles e inteligentes.
Incluso, desde el punto de vista físico, tal y como han reconocido algunas eminencias en el campo de la Medicina, el ayuno purifica el cuerpo de toxinas y resulta ser una barrera preventiva contra las enfermedades.
Es un tiempo asimismo propicio para la adoración, para realizar actos con la idea de acercarse a Dios y obtener Sus incontables Favores. Un tiempo asimismo para ser más sociables, cooperativos y sensibles con los problemas ajenos. Es cierto, todo hay que decirlo, que de alguna manera, todos salimos de Ramadán un poco mejores de lo que lo éramos antes.
Un tiempo para dar de lo que más apreciamos a aquellos que no tienen; una ocasión para abrir la mano y el corazón, para mirar cara a cara a nuestros semejantes con ojos de bondad y de amor, pues el Dios que adoramos es el Dios de todos; de grandes y pequeños; de hombres y mujeres; de ricos y de pobres. Nadie tiene a Dios en exclusividad.
Deseamos a todos los musulmanes ceutíes, a todos los musulmanes de la Península y del mundo un Ramadán bendito y pleno de frutos.
Deseamos a los habitantes de Ceuta, del resto de España y del mundo una pronta recuperación de la pandemia que asola esta tierra, en la que todos vivimos y a la que hay que cuidar.
Y el resto del año???
En ramadán es cuando más peleas he visto en mi vida....