Ya es una costumbre. Uno se levanta pensando exactamente qué va a hacer en la calle: o comprar, o trabajar o, en el caso de los agentes de la autoridad, hacer cumplir el estado de alarma debido a la expansión del coronavirus. Por desgracia, las noticias no mejoran, sino todo lo contrario. El primer fallecido en Ceuta lo hace en este viernes número 13 de confinamiento.
Continúan las compras, con más énfasis si cabe respecto a este jueves. No falta en casi ningún carrito ni bolsa, o a mano, entre tres y cuatro barras de pan. Si se sale a la calle el fin de semana, que sea para comprar otro alimento. Pero no pan. En el mercado de Hadú, los clientes compran huevos, pollo, fruta… con una caja de distancia del mostrador. Si se baja la vista, se ve cómo esa es la distancia de seguridad que se marca en todos los mercados: una fila de cajas de plástico.
Daría la impresión de que todo vuelve a la normalidad si no fuese porque no es normal el momento que se vive. En la calle había más vida: pero era ficción. Rápidamente, las personas que estaban, desaparecían. De casa a comprar y vuelta.
Dentro de este escenario ilusorio, la cantidad de fuerzas de seguridad que hay repartidas por todo Ceuta aumenta esa sensación de surrealismo. Policías locales con chalecos antibalas hacen los controles pertinentes a todos los vehículos que pasan por su punto. El “enemigo” es como últimamente nuestros dirigentes se refieren a un virus.
La vida en Hadú es mucha. Por eso extraña contar a los vecinos que están en la calle con los dedos de las manos. Son trece días de confinamiento en los que quedan escenas curiosas: personas que aún no encuentran la manera de ponerse la mascarilla porque las gafas no le dejan, o esos dos señores que guardan la distancia de seguridad pero yendo por la carretera porque ya hay gente en la acera.
El ejemplo lo dan los que manda, cuando hacen la rueda de prensa, siguen sin dar ejemplo, y la ciudadanía que ve que los que ordenan no cumplen las normas, terminan haciendo lo mismo.