Tiempo de carnaval. Febrero exultante en sus mejores días donde la alegría y el sentido del humor son los protagonistas en cada rincón de cada calle y plaza. Tiempo del disfraz donde cada uno se viste de aquello que le gusto ser, ya sea de pirata, príncipe, monja, obispo, torero, marciano, mosquetero, corista, Mata Hari, indio, pato Donald o de niños de escuela con maestra incluida… Son mil y un disfraz en un juego atávico de cambiar de personalidad por unas horas o unos días. La puta quiere se ser puta, y la puta monja; y el pobre rico y el rico pobre, y el banquero pedigüeño, y el pedigüeño banquero: y el cobarde valiente, y el valiente cobarde; y algunos se visten de mujer, y algunas de hombres…
Es un cambio donde se transige y se rompen las normas sociales, para dar libertad a muchos de los deseos que el corsé social no permite que de manera habitual se manifieste. Sin embargo, en estos días de permisividad, cada uno puede ser algo que no pudo ser. y la vida en sus mil avatares no le permitió. Y, es claro, que, en estos días de permisividad y atrevimiento, cada uno puede elegir aquel disfraz que nunca pudo colocarse de manera definitiva, por esta o aquella razón…
Y, estando en esta vorágine festiva, donde todo es divertimiento, los integrantes de esa mal llamada “chirigota”-cuyo nombre no deseo nombrar -emulando al Caballero de la Triste Figura, “de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”-, de tan mal gusto, que se den un paseo por Cádiz, y comprueben que una “chirigota” significa alegría, diversión y sobre todo “sentido del humor”; pero para nada: violencia verbal o racismo, que es lo que vais provocando con vuestras miserables letras...
Vosotros -presuntos chirigoteros- no tenéis cabeza -al parecer solo os sirve para mal peinaros-; porque con vuestras bastardas pretensiones, pretendéis hacer saltar la tolerancia que impera en la ciudad, y la buena convivencia intercultural que existe entre las cuatro culturas que habitan en nuestra capital.
Atiendan, porque me debo a mis lectores, que cada domingo leen mis crónicas de este ceutí, que hace cerca de 50 años abandonó Ceuta para hacerse marino mercante en la Escuela de Náutica de la ciudad de Cádiz -cuna del carnaval y madre de las chirigotas-; y, mis ojos han contemplado: primero “Las fiestas Típica” en mayo -el régimen franquista prohibió el Carnaval-; luego el Carnaval en febrero, con libertad para poder disfrazarse como cada uno dese, y cantar con mucha gracia el acontecer de lo que sucedió digno de contarse el año anterior.De tal manera que en “La Tacita de Plata” llevan siglos los gaditanos escribiendo verdaderas crónicas del acontecer de lo sucedido en Cádiz, en España y en el mundo; de tal forma, que los historiadores tienen en las coplas de carnaval, los mejores códices -al modo medieval- de tener toda la información de los acaecimientos que tuvieron lugar en el devenir de la historia.
Y, hemos aquí, que unos mozalbetes descerebrados, tienen la osadía de romper el acuerdo no escrito, pero sí tácito, de convertir unas coplas escritas por el pueblo para el divertimento y la crítica del buen humor y la siempre necesaria “risa”; en una crítica feroz contra los moros de nuestro municipio, que, dicho sea de paso, ya representa más del 50% por ciento de la población de nuestra entrañable y carnavalesca urbe.
De forma y manera, mis queridos aprendices, os encontráis en las antípodas de lo que significa el carnaval, y lo que representa ser “chirigotero”, porque habéis aprovechado la permisividad del Carnaval, para arremeter de manera mezquina, contra la comunidad musulmana, que por otra parte son ceutíes y tan españoles como vosotros mismos….
Nada justifica, vuestro falaz comportamiento, fuera de lugar y desde luego fuera de lo que representa en su origen y significación el Carnaval. Nada hace tanto daño para la convivencia y para el devenir de la ciudad que vuestras nefastas y miserables letras. Porque habéis de saber, que no representáis para nada el sentir profundo del pueblo de Ceuta; porque ser de Ceuta, significa: tolerancia, convivencia, multiculturalidad, solidaridad y amor por las otras culturas que conforman el profundo y sagrado “Ser de Ceuta”.
Sin embargo, aún estáis a tiempo de rectificar, y pedir a la comunidad musulmana, las disculpas pertinentes; porque si no lo hacéis, la historia no os absolverá; y quedaréis marcados para siempre como unos auténticos patanes, llenos de odio y de xenofobia, en un mundo que ya discurre por otros derroteros, donde buscamos el alma de las cosas. Y en este caso que nos ocupa, buscamos el alma de Ceuta, la ciudad abierta donde cabemos todos, con nuestros credos y con nuestras costumbres, porque todos, absolutamente todos, somos hijos de Ceuta, nuestra patria…
Finalmente -no deseo extenderme más-, y para acabar esta crónica, os digo de manera encarecida: que, si insultáis a los moros, también me insultas a mí, porque yo también soy moro y me siento moro, en solidaridad con ellos... Aquellos que desprecian a los paisanos porque pertenecen a otra religión o a otro grupo étnico, sólo se desprecian así mismos, porque no tienen la sabiduría de apreciar que el hombre es un ser universal, sin distinción de fronteras ni límites; y, porque además Dios en su mente infinita, nos creó a todos los seres humanos iguales…
(*) En definitiva, si acaso nos quitasen la máscara del Carnaval, detrás de esa máscara, tal vez, no encontrásemos nada, quizás sólo encontremos eso, la careta alegre, impersonal y vacua del Carnaval… En definitiva, lo que nosotros representamos en este Teatro del Mundo…
Sin embargo, hemos de apuntar que el Carnaval cada año se renueva con nuevas coplas que hagan que perdamos la consciencia durante unas horas. Que olvidemos nuestros nombres y dejemos en el perchero del respeto y la honorabilidad, nuestra atrincherada personalidad que anda siempre preocupada por un lugar de honor en nuestra hipócrita sociedad, que sólo atiende -vanidad de vanidades- al valor que nos trae poderoso Sr. don “Dinero”… …
Sólo son unas horas, pero el Carnaval en la calle, recrea la pasión y lo intrascendente por encima del acto serio y cabal. Porque si bien, todo pareciera circunstancial y frívolo, el Carnaval toca el alma de las cosas, y cada uno tiene la libertad de alcanzar aquel sueño que nunca pudiste hacer realidad. Oh, sí, el Carnaval deja en nosotros el mágico sueño de alcanzar lo inalcanzable, de buscar en nuestro interior lo que un día deseamos ser y sólo ahora podemos alcanzar al disfrazarnos con su mejor disfraz…
Gracias, Antonio y Mohamed por vuestras hermosas palabras, en realidad en la brevedad de vuestros comentarios, se encuentra la verdad más sencilla de nuestros corazones, que sólo quieren que tengamos una buena convivencia entre todos los ceutís de buen, Gracias...
Has expresado el dolor y la rabia que muchos ceutíes hemos sentido al escuchar a esos... GRACIAS.
Enhorabuena por el artículo, espero que los racistas de la chirigota lo lean, un diez para Sempere, un ceutí orgulloso de su tierra, independientemente de su religión