Bernal Díaz del Castillo, nació en Medina del Campo en 1495; participó en la conquista de México y fue más tarde regidor de Santiago de Guatemala, donde falleció. Es el autor de la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” (Mejico), la cual comenzó a redactar siendo cronista de guerra del extremeño Hernán Cortés, quien con sólo 400 españoles, más indígenas ganados hábilmente para su causa, conquistara en 1519 aquel imperio azteca, entonces gobernado por el “gran” Moctezuma. El años pasado se cumplieron 500 años.
Es por ello que estamos en presencia de un documento histórico auténtico, no escrito en base a meras conjeturas, sino relatado por la persona que vivió aquellos hechos de forma real y efectiva. El mismo autor del libro fue testigo presencial y partícipe en aquella conquista. Y ese es el verdadero valor de la historia, según la entendía Miguel de Cervantes en El Quijote: “La historia es madre de la verdad, que nos enseña el pasado y nos advierte sobre el porvenir”.
Está escrita en el viejo castellano del siglo XVI que, para respetarlo, lo transcribo tal como él mismo lo escribió, con sujeción a reglas gramaticales, ortográficas y de sintaxis, de aquella época. Y también se encargó de recoger los rasgos físicos y los comportamientos humanos del que fuera el “gran” Moctezuma, emperador de Méjico. El texto que transcribo parcialmente está recogido del capítulo XCI. Advierto que algunos pasajes de lo escrito por Bernal del Castillo pueden herir la sensibilidad de algunos lectores, por la cruel atrocidad que reflejan.
“Era el gran Moctezuma de edad de hasta 40 años, de buena estatura e bien proporcionado e cenceño e pocas carnes, y de color ni muy moreno, sino propia color e matiz de indio, y traia los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas e bien puestas e ralas, y el rostro algo largo e alegre, e los ojos de buena manera (…). Era muy polido y limpio, bañabase cada día una vez, a la tarde. Tenía muchas mujeres por amigas, hijas de señores, puesto que tenía dos grandes cacicas por su legítimas mujeres, que cuando usaba con ellas era tan secretamente (…). Era muy limpio de sodomías. Las mantas y ropas que se ponía un día no se las ponía sino después de tres o cuatro días.
Tenía sobre 200 principales de su guarda (…), estos no para que hablasen todos, sin cual y cuando le iban a hablar se habían a quitar las mantas ricas y ponerse otras de poca valía, mas habían de ser limpias y habían de entrar descalzos y los ojos bajos puestos en tierra, y no miralle la cara, y con tres reverencias que le hacían, e le decían en ellas: “Señor, mi señor, mi gran señor”, y primero que a el llegasen y desque le daban relación a lo que iban, con pocas palabras y despachaba, no volvían las espaldas al despedirse del, sino lacara e ojos bajos en tierra hacia donde estaba e no vuelta la espalda hasta que salían de la sala (…). Venían grandes señores de lejos tierras a pleitos o negocios, cuando llegaban a los aposentos del gran Moctezuma habían de venir descalzos e con pobres mantas. E no habían de entrar derecho a los palacios, sino rodear un poco por un lado de la puerta del palacio, que entrar derrota batida tenianlo por desacato.
En el comer, le tenían sus cocineros sobre 30 maneras de guisados, hechos a su manera y usanza, y tenianlos puestos en braseros de barro chicos debajo, porque no se enfriasen, e de aquello que el gran Moctezuma había de comer guisaban más de 300 platos, sin mas de 1.000 para la gente de guarda y cuando había de comer saliase el Moctezuma algunas veces con sus principales e mayormos y le señalaban cuan guisado, e de que a veces e cosas estaba guisado mejor; y de lo que le decían de aquello había de comer; y cuando salía a lo ver eran pocas veces e como por pasatiempo.
Oí decir que le solían guisar carnes de muchachos de poca edad; y de como tenia tantas diversidades de guisados y de tantas cosas, no le echabamos de ver si era de carne humana o de otras cosas, porque cotidianamente le guisaban gallinas, gallos de papada, faisanes, perdices de la tierra, codornices, patos mansos e bravos, venados, puerco de la tierra, pajaritos de cana e palomas y liebres y conejos (…). E ansi miramos en ello; mas se que, ciertamente, desque nuestro capitán le reprendía el sacrificio y comer de carne humana desde entonces mando que no le guisasen tal manjar (…).
Y de esta manera: que si hacía frío, tenianle hecho mucha lumbre de ascuas de una leña corteza de árboles que no hacían humo; el olor de las cortezas de que hacían aquellas ascuas muy oloroso; y porque no le diesen mas calor de lo que quería, poníanle delante una tabla labrada con oro e otras figuras de ídolos y el sentado en su asentadero bajo, rico e blando, y la mesa también bajo fecha de la misma manera de los asentaderos. E alli le ponían sus manteles de matas blanca e unos pañizuelos algo largo de lo mismo, y cuatro mujeres muy hermosas e limpias le daban agua a mano (…) Otras dos mujeres le traían el pan de tortilla.
Y ya que comenzaba a comer echabanle delante una como puerta de madera muy pintada de oro, porque no le viesen de comer y estaban las cuatro mujeres apartadas; e alli se le ponia a sus lados cuatro grandes señores viejos de edad, en pie con quien el Moctezuma de cuando en cuando practicaba e preguntaba cosas. Y por mucho favor, daba a cada uno destos viejos un plato de lo que el mas le sabi e decia que aquellos viejos eran sus debdos muy cercanos e consejeros y jueces de pleitos; y el plato y manjar que les daba el Moctezuma comían en pie y con mucho acato e todos sin mirarse la cara.
Mientras que comía, ni por pensamiento habían de hacer alboroto ni hablar alto los de su guarda que estaban en las salas, cerca de las del Moctezuma. (…) De cuando en cuando traían en unas como a manera de copas de oro fino con cierta bebida hecha del mismo cacao; decían que era para tener aceso con mujeres, y entonces no mirabamos en ello; mas lo que yo vi que traían 50 jarros grandes hechos de buen cacao con su espuma y de aquel lo que bebía, y las mujeres le servían al beber con gran acato. Y algunas veces al tiempo de comer, estaban unos indios corcovados, muy feos, porque eran chicos de cuerpo e quebrado por medio, que entre ellos eran chocarreros, y otros indios que debieran ser truhanes, que decian gracias; e otros que le cantaban y bailaban, porque el Moctezuma era aficionado a placeres y cantares (…) Y las mismas cuatro mujeres alzaban los manteles y le tornaban a dar aguamanos, e con mucho acato lo hacían.
E hablaba el Moctezuma aquellos cuatro principales en cosas que le convenian, y se despedían con gran reverencia que le tenian, y el se quedaba reposando. Desde que el gran Moctezuma había comido, luego comían todos los de su guarda e otros muchos de su serviciales; y me parece que sacaban sobre mil platos de aquellos manjares que dicho tengo; pues jarros de cacao con su espuma, como entre mexicanos se hace, mas de 2.000, y fruta infinita. Pues para sus mujeres y criadas e panaderas y cacaguateras, que gran coste tenía (…).
Digo que estabamos admirados del gran concierto e abastos que en todo tenía. Y mas digo, que se me había olvidado, que es bien tornar a recitar, y es que le servían al Moctezuma, estando a la mesa cuando comía otras dos mujeres muy agraciadas, de traer tortilla amasada con huevos y otras cosas sustanciosas, y eran muy blancas las tortillas y traianselas en un plato de cobijado con sus paños limpios; y también le traian otra manera de pan, que son como bollos largos hechos amasados con otra manera de cosas sustanciales, y pan pachol, que en esta tierra así se dice, que es a manera de unas obleas. Tambien le ponian en la mesa tres canutos muy pintados y dorados y dentro tenían liquidámbar, Moctezuma tenía dos casasuelto con unas yerbas que se dice tabaco.
E cuando acababa de comer, después que le habían bailado y cantado y alzado la mesa, tomaba el humo de uno de aquellos canutos, y muy poco, y con ellos se adormía (…) Acuérdome que era en aquel tiempo su mayordomo mayor un gran cacique que le pusimos por nombre Tapia, y tenía cuenta de todas las rentas que le traian al Moctezuma con sus libros, hechos de papel, que se dice amal. Moctezuma tenía dos casas llenas de todo género de armas y muchas de las ricas, con oro y pedrería, donde eran rodelas grandes y chicas, y unas como macanas y otras maneras de espada de a dos manos, engastadas en ellas unas navajas modernas que cortan muy mejor que nuestras espadas que aunque den con ellas en troquel, no saltan, e rapan con ellas cabezas (…)
Vamos ahora a otra gran casa donde tenían muchos ídolos, y decían que eran sus dioses bravos; y con ellos generos de alimañas, de tigres de leones de dos maneras, unos que son de hechura de lobos, que en esta tierra se llaman adives, y zorros y otras alimañas chicas.Y todas estas carniceras se mantenían con carne, y las mas della criaban en aquella casa, y las daban de comer venados, gallinas y perrillos y otras cosas que cazaban; y aun oi decir que cuando sacrificaban algunos tristes indios, que le aserraban con unos navajones de pedernal por los pechos y, bulliendo, le aserraban el corazón y sangre y los presentaban a sus ídolos, en cuyo nombre hacían aquel sacrificio y luego les cortaban los muslos y brazos y cabezas, y aquellos comían en fiestas y banquetes, y la cabeza colgaban de unas vigas; y el cuerpo sacrificado no llegaban a el para le comer, sino dabanlos a aquellos bravos animales.
Pues mas tenian en aquella maldita casa: muchas víboras y culebras emponzoñadas, que traen en la cola uno que suena como cascabeles; estas son las peores víboras de todas, y tenían en unas tinajas y en cántaros grandes, y en ella mucha pluma, y allí ponían sus huevos y criaban sus viboreznos; y les daban de comer de los cuerpos de los indios que sacrificaban y otras carnes de perros de los que ellos solían criar. Y aun tuvimos por cierto que cuando nos echaron de Mex y nos mataron sobre 800 y 50 de nuestros soldados que de los muertos mantuvieron muchos días aquellas fieras alimañas y culebras y aquestas culebras y alimañas ofrecidos tenían ofrecidos aquellos sus ídolos bravos, para que estuviesen en su compañía. Digamos agora cosas infernales: cuando bramaban los tigres y leones, y aullaban los adives y zorros, y silvaban las serpientes; era grima oillos y parescia un infierno.
E casa de gran Montezuma todas las hijas de señores que el tenia por amigas, siempre tejían cosas muy primas e otras muchas hijas de los vecinos mexicanos, que estaban a manera como de recogimiento, que querain parecer monjas, y también tejían, que decían que era su abogada para casamiento, las metían sus padres en aquella religión hasta que se casaban, y de alli las sacaban para las casar (…). E diré como fue nuestro Cotes con muchos de nuestros capitanes e soldados a ver el Tutelulco, que es la gran plaza de Mexico e subimos en lo alto donde estaban los ídolos Tecatepuca y su Huichilobos. Esta fue la primera vez que nuestro capitan salio a ver la cibdad”.