El abastecimiento de agua potable fue siempre un gran problema para Ceuta. No hay más que ver que, junto con Las Palmas, fue en España de las primeras en la utilización de una potabilizadora de agua de mar, aunque ya dispone del pantano construido para paliar la escasez. Recuerdo que cuando llegué a Ceuta en 1958 todavía camiones-cubas militares iban por las barriadas abasteciendo de agua a la población, habiendo prestado dichas cubas un gran servicio a la ciudad. Hasta bastante avanzada la segunda parte del siglo XX, el agua se estuvo transportando en barcos desde Algeciras a Ceuta. Y también viví personalmente la forma como en Ceuta comenzó a resolverse el problema del agua sobre 1970, mediante el sistema de construcción de aljibes, cuyos pioneros en eso fuimos quienes vivíamos en la barriada San Daniel, en los pisos construidos por el Patronato “San Daniel” del Ayuntamiento, donde fui propietario de una de aquellas 92 viviendas, con preciosas vistas por las dos terrazas al Estrecho, a García Aldave, viéndose el intenso tráfico de buques, entrada al Puerto de Ceuta y costas de la Península desde Tarifa hasta Estepona.
La primera Junta de Propietarios de la Barriada San Daniel estuvo presidida por el inolvidable amigo y gran persona, Joaquín Larios, luego Concejal del Ayuntamiento, y que el hombre falleciera a tan prematura edad. Él y su Junta idearon, impulsaron y gestionaron la construcción del aljibe financiado por la Corporación Municipal, gracias al apoyo recibido del entonces alcalde de Ceuta, Alfonso Sotelo Azorín; cuya posterior edificación y puesta en servicio correspondió luego a la segunda Junta que me cupo el honor de presidir. Qué buen servicio prestó aquel aljibe, que hizo cundir el ejemplo en otras barriadas. Todavía conservo como oro en paño la insignia de San Daniel que a Joaquín Larios y a mí nos impuso toda la vecindad en una cena-homenaje con la que a ambos conjuntamente nos distinguió toda la vecindad, hace ya más de 45 años. Qué buena getne y qué estupenda barriada aquéllas.
Pero quiero centrar el tema en el del abastecimiento de agua en la Ceuta musulmana. Según información obtenida de las viejas crónicas de la ciudad, la escasez de agua debió ser el motivo de la poca relevancia que la ciudad consiguió en los primeros años de la era cristiana. En los primeros siglos de dominación islámica, su población aumentó y las necesidades de agua eran imperiosas porque tenían que cumplir con el mandato coránico de las abluciones. La disyuntiva entre la situación estratégica favorable y la dificultad del agua, se decantó en pro de la faceta defensiva y se arbitraron medios para mitigar el problema. Los cronistas árabes de la época se ocuparon del asunto, que lo era ya a principios del segundo milenio y lo debía padecer con anterioridad, puesto que tuvo que ser construido un acueducto, según al-Bakri.
Aunque se daba la escasez, existían numerosas fuentes propias dentro de su territorio, que pudieron, al correr de los tiempos, solventar con cierta fortuna su aprovisionamiento durante los muchos y largos asedios a los que Ceuta estuvo sometida. Un gran número de aljibes para recoger aguas pluviales y de pozos excavados en los diversos veneros de aguas freáticas que discurren por las tierras ceutíes ayudaron al abastecimiento. La pluviometría de Ceuta, según el geógrafo Gordillo Osuna, “se presenta con gran irregularidad, hasta el punto de que la media anual, que puede fijarse en poco más de 500 mm., está basada en fluctuaciones anuales tan dispares como la del año 1942, con ~610-119 mm ; las de 1955, con 1.006,3 mm, con la particularidad de que las primeras cayeron durante 96 días y las segundas, 610, en 75 días”. La cota media es de 500-750 mm anuales”.
En el siglo XIII, las precipitaciones y la humedad ambiental serían mayores por ser más densa la vegetación. Las lluvias en Ceuta se generan en los meses de diciembre – noviembre - enero - marzo, en los cuales suelen ser más abundantes, circunstancia que hacían aconsejable la construcción de pozos que cubrirían las necesidades vitales de una población medieval. Hasta que en 1970 se construyó el Hospital de la Cruz Roja (ya clausurado), existían en su solar unos grandes aljibes estatales, denominados “Las Balsas” y servían como reserva segura para casos de asedios y que se surtían de las lluvias. Algunas de estas balsas debían ser de época musulmana, pues ciertos autores las mencionan al hablar de restos árabes: “Las fuentes de las Balsas que serían llamadas ´Albolat´. El historiador Mascarenhas cita estas balsas, que también pueden ser las mismas mencionadas por Lucas Caro, de las que dice: “Obra verdaderamente digna de eterna memoria, pues encierra en su seno hasta ochenta mil pies cúbicos de agua, que se recogen de las vertientes de la montaña”.
Al Ansãri cita hasta 25 fuentes públicas existentes en Ceuta en el siglo XV. Gozalbes Cravioto estima que algunas de ellas podrían haber subsistido posteriormente a la ocupación portuguesa y recuerda los nombres de Fuente Caballo, Fuente de la Mina, de San Amaro, del Rayo y Cubierta. García Fernández cita nueve y solamente da importancia a la Fuente de la Mina. Sobre la localización de ésta, Al-Ansari indica que “estaba situada en el Arrabal de Afuera y que tenía un estanque alargado que se comunica con un pozo del que se saca un agua excelente. Tiene esta fuente una bóveda sobre cuatro columnas; a su alrededor hay 80 pozos acondicionados para el caminante”. Por otro lado, Gozalbes considera que esta fuente se puede identificar sin duda alguna “con el pozo Chafarls y con la posterior fuente de la Mina o de San Antonio”. Aparece en muchos planos portugueses y españoles y corresponde el lugar con la zona de los actuales jardines de la República Argentina. Esta explicación parece correcta, habida cuenta de que el nombre de “Chafaris”, se corresponde, según la Enciclopedia Larousse, “en las fuentes monumentales a aquella parte elevada donde están puestos los caños por donde sale el agua”. Al-Ansãri destaca en especial la importancia de la Fuente de Bãb-al-awwã Hin”, de la que dice que “la más maravillosa y mejor situada, está al final de la calle a Attãrín (los Especieros) y el comienzo de la calle de los Notarios, frente a Bab al- Sawwà Hín (Puerta de los Pobres), una de las puertas de la Mezquita Mayor. Tiene caños de bronce, planchas de mármol y bellos adornos. Por su situación esta fuente era la adecuada para realizar las abluciones antes de entrar en la Mezquita Mayor y más tarde en la Madrasa” (Universidad musulmana).
También cita el mismo cronista la Fuente del Aljibe de la Almína, que debe corresponder a la situación de Las Balsas, que antes he hecho mención, y que también fue señalada por Gomes de Zurara y Mateo Pisano. Hay que distinguir “Balsas Nuevas” y “Balsas Viejas”. Las Viejas, que debieron tener su antecedente en las que dispuso y organizo Abú-al-Qãsim al-Rzafí en el Siglo XIII, “recogen el agua del arroyuelo que desciende del Hacho a San Amaro”. Hoy, ya desecadas, forman los jardines escalonados de ese mismo nombre; en la cabecera sigue existiendo una fuente de buena agua potable. Coincide con la descripción de al-Ansári sobre el Aljibe de la Almina.
Luego estaban los baños árabes, cuyo ejemplo más visible se tiene en los restos que quedan en calle de la Marina. Estaban los públicos financiados, y los privados que se construían de acuerdo con el rango social y riqueza de sus propietarios. Al Bakri cita la existencia de un baho (sic) pretérito en Ceuta que seguramente sería romano o bizantino y se inspiraban en él al hacer nuevas construcciones. Tenía la ciudad un baño muy antiguo, que se llama “baño de Jaled”. En los baños se emplea agua de mar que llevaban las caballerías. Según al-Ansári, en su época, la ciudad de Ceuta contaba con 22 baños públicos, sobresaliendo la arquitectura del “Hammám al-Qa'id”, que pertenecía al almirante Abú A‘li Nasih, quien mandó construirlo, y del que dice el cronista que cabían centenares de personas. También menciona el de Ibn gIsa', el de al-Yãna Ztil y el de Cabbird, grandes, espaciosos y con tazas de mármol e ingeniosos juegos de agua.
Los baños públicos ceutíes no escatimaban los buenos y nobles materiales en su construcción. Hay que distinguir entre “salas de abluciones”, lugar apropiado para cumplir los mandatos religiosos, con carácter de obligación, y los baños lugar de recreo, solaz y con cierto fondo erótico. Se alternaban los días usuales para los distintos sexos, porque las mujeres también concurrían a bañarse y era un día feliz para ellas. Al-Ansãrì afirma también que: “En cada casa de Ceuta hay un baño y un oratorio, salvo pocas excepciones; la nuestra tiene dos baños y un oratorio. Que Dios purifique estas casas de la suciedad de los adoradores de estatuas y las restituya al Islam por su gracia y benevolencia”.
En Belyones (Marruecos) se han localizado dos casas particulares, en las que se distingue la existencia de su baño con el lugar de emplazamiento de la caldera, lo que confirma la narración de al-Ansári sobre la existencia de baños en algunas mansiones. También había abrevaderos. Al-Ansári dice: “Entre las fuentes dedicadas a abrevar las bestias de carga, caballerías y otros animales, está la fuente del aljibe de la Alminã, que mandó construir el faqih Abü-l- Qãsim, cuyo nombre perdurará por esta obra admirable; tiene dos estanques que se comunican y el agua pasa de uno a otro; el superior y el inferior están admirablemente construidos en piedra tallada”. Dado que este gran aljibe estaba construido a cielo abierto y que recogía las aguas de los arroyuelos y torrenteras que bajaban del Monte Hacho, es de suponer que no se dedicara al consumo humano.
También había muchos pozos. Solían ser de barro cocido; dos se conservan intactos; uno de mármol blanco. Su adorno es epigráfico, y la inscripción, según el Dr. Valencia, es la misma que se repite en otros brocales del valle del Guadalquivir. El otro brocal, mucho más adornado, pero de peor material (barro vidriado), tiene una inscripción legible en su parte superior que dice: “Está hecho en el mes de Rabí el último del afro 586” (mayo-junio de 1190). Restos arquitectónicos de Belyones ilustran cómo debían ser las casas de Ceuta y su suministro de agua. Dicho lugar (hoy marroquí), es muy rico en agua, mientras que en Ceuta escaseaba. Pero el “ideal” que se ambicionaba era la casa con jardín o huerto con su alberca que refrescaba el ambiente. Cuando no existía jardín, la alberca se reduce a un pequeño estanque en el patio, que es el centro alrededor del cual se disponen alcobas, cocina, etc. Había algunos acueductos, como el “Áwiyãt”, que llenaba los aljibes de la Mezquita Mayor. Al-Bakri, dice “Sibta (Ceuta) es una ciudad muy antigua, encierra bastantes monumentos de tiempos. Una conducción que nace en el arroyo Awiyat y que discurre por las cercanías del Mar Meridional hasta Ia iglesia que hoy es mezquita, proporciona a la ciudad el agua que necesita”.
Los restos que quedan, un pilar del arco central de unos 15 metros de alto y un arco más pequeño, reciben el significativo nombre de “Arcos Quebrados”. Recogía el agua del arroyo Áwiyat, cuya identificación vacila entre el actualmente llamado Arroyo de las Bombas y el del Tarajal, y la transportaba hasta la Mezquita Aljama y suministraba a sus aljibes. Su construcción podría ser de origen romano. D. Carlos Posac y Bravo Pérez están de acuerdo en que el acueducto ya existía en época romana. Y Ceuta se abastecía de agua transportada en barcos desde Belyones, que es de excelente calidad. Se cree que el emir almohade Abú Ya'qttb, que en el 580 (1184) gobernaba Ceuta, intentó el transporte en abundante cantidad. Comenzó la construcción de un canal subterráneo, pero fueron muchas las dificultades que presentaba el relieve y la dureza de las rocas. En 1191 se interrumpieron los trabajos.