A Alfonso, que ayer acudió a la explanada de La Marina junto a sus nietos para jugar, su padre le enseñó a montar en una bicicleta con llantas de madera que usaba para irse cada mañana al amanecer hasta el Muelle de la Puntilla desde el Recinto, donde vivía junto a su mujer y sus seis hijos, a trabajar en la fábrica de hielo para sacarles adelante.
“Sacaba tiempo como podía para llevarnos a pescar o al 54 a ver el fútbol pero poco más”. Eran otros tiempos. Alfonso Ros echa la vista atrás y recuerda las medias que cogía a su madre sin que se diera cuenta y rellenaba con papel para hacerse una pelota e ir con los amigos a jugar al Campillo, un descampado donde ahora se encuentra el nuevo polideportivo Guillermo Molina. Mientras, sus hermanas, recogían alguna piedra de la playa y la tapaban con trapos simulando que era una muñeca. “Sí, eran otros tiempos pero nos divertíamos mucho”, añora mientras juega con sus nietos y les explica la maña para rodar el aro.
Ese es uno de los juegos que ayer quiso trasladar hasta la explanada de La Marina la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos que tenía desde hace tiempo en la cabeza una idea que “demuestra que con muy poco dinero o nada, la diversión está asegurada y los niños tienen que saber y por qué no, recuperar, los juegos con los que los mayores pasábamos horas y horas sin aburrirnos”. El presidente de la FPAV, Pepe Ramos, lo explica mientras se esmera en hacer una cometa y comprobar que su destreza le hadado una recompensa al echarla a volar. “Con tres palos, papel y cuerda, tenemos una cometa y con el borde de un barril o de las latas de sardinas en arenque que comíamos, construíamos aros para recorrer las calles una y otra vez”. Más de un centenar han elaborado para los niños que se acercaron a compartir estos juegos. Decenas de trompos, de cromos, de mariquitinas, canicas, chapas... Varios puestos, con la música más tradicional de juegos infantiles de fondo, muestran a los niños la manera en que sus padres y sus abuelos jugaban. “La play me gusta mucho y paso muchas horas, pero ésto mola mucho si te sale bien”, cuenta un niño tras varios intentos fallidos y cuando finalmente consigue echar a rodar la peonza.
“No tienen paciencia. Nosotros nos tirábamos días enteros para aprender y eso entretenía muchísimo”, explica uno de los mayores que enseña a los niños a jugar. A su lado, saltan a la comba, tiran una piedra pasa saltar en el tablado de tiza dibujado en el suelo y juegan al “piso” o vendan los ojos a un compañero para que sea la gallinita ciega por unos momentos. “Ésto no vale dinero y son juegos muy bonitos que han pasado de generación en generación y no podemos dejar que se pierdan”, comentan desde la federación.
Naíma viene con sus dos hijos desde la barriada de Príncipe Felipe. Los niños siguen corriendo por las calles, jugando al fútbol o andando en bicicleta, “pero se han perdido muchos de estos juegos que les encantan”. Sus dos hijos asienten. Hay juegos que no pasan de moda y el fútbol es uno de ellos. A su lado, un grupo de pequeños juega a los cromos de la palma. Quien les dé la vuelta de un manotazo se lleva el premio y amplía la colección. “Teníamos auténticos tesoros”, recuerdan los más mayores. Un padre que ha llevado a su hijo y a un amigo a la cita, recuerda su colección de chapas de jugadores del Sporting de Gijón. Son juegos del pasado que deberían seguir estando presentes.
“Es más fácil jugar a la play pero esto mola mucho más”
Los videojuegos también requieren destreza y habilidad pero no puede equipararse a tirar el trompo y hacer que gire durante un buen rato, o hacer una cometa y conseguir volarla, o agarrar todas las bolas o canicas de los amigos. “Hay que tener paciencia y parece que estas nuevas generaciones tienen menos que nosotros”, comenta uno de los mayores que enseñan a los niños a jugar mientras agarra un aro y corre por el recinto seguido de varios pequeños. “Me ha salido!”, grita Karim contento mientras pone a rodar la peonza sobre la palma de su mano. “Es más fácil jugar a la play pero ésto mola mucho más”, explica contento por haberlo conseguido.
Alfonso Ros: “Los niños tienen que salir a jugar a la calle”
Las calles de Ceuta ya no recuerdan el juego del aro. Era sencillo, pero uno de los más populares entre la juventud de la posguerra. Se hacía con los bordes de las latas de sardinas o de los barriles y se echaba a rodar con ayuda del gancho. “Era muy típico que si alguien te podía darle una vuelta, le contestabas aquello de “¿y yo entonces me voy andando?”. Alfonso Ros se acercó ayer a La Marina para que sus nietos aprendieran a jugar como él lo hacía. “Ahora lo que pasa es que no hay tiempo para llevar a los niños al parque o a andar en bici. Muchos prefieren dejarles en casa con la play o la tele, pero para ellos ésto es mucho mejor”, apunta.
“Antes los cromos para niñas y las canicas para niños”
No hay que llevarse las manos a la cabeza inmersos en el progresista mundo de la igualdad de género si nos acercamos a una carpa dedicada más bien a juegos para niñas. “No pasaba nada si un niño decidía jugar pero no estaba muy bien visto”, explica la vocal de Festejos de la Federación, Conchi Villanueva. Incluso hoy los niños dicen que los recortables de las mariquitinas “son para niñas” pero algunos juegan a los cromos de la palma que también “solía ser de niñas”. Pero al final, los juegos no entienden de sexo. Todos saltan a la comba juntos, juegan al piso sobre la tabla dibujada en el suelo con tiza o recortan mariquitinas con la misma ilusión.