Tendría que adentrarme en el recuerdo, allá por los 23 años, cuando me uniformaba para acudir a mi trabajo, con una gorra del mismo color y que, debido a mis melenas, cuando la misma tapaba mi abundante pelambrera, era un verdadero esperpento. Con unos jefes que me obligaban a cortarme el pelo porque era antiestético, siempre encontraban mi negativa por respuesta. Eso sí, los peores servicios me eran asignados por derecho. O es posible que, sin lugar a dudas, aquellos señores se dejaran llevar por una juventud que iban perdiendo y la mayoría ya no tuviera un pelo… “De tonto”.
En mi primer destino en Palma de Mallorca, ya sufrí la ira de un Jefe de Servicios que siempre, cuando eran las nueve de la mañana y ya se había efectuado el relevo, me ordenaba ir a la puerta de camiones a la que se accedía tras caminar unos doscientos metros que, habitualmente, tenía un suelo embarrado y que, cuando volvía, mi aspecto era deplorable: -El barro me llegaba hasta la nariz-. Pero no consiguieron sus propósitos, porque algún otro me miraba con ojos de oso. Pero la pesadilla no iba a terminar. A los pocos meses fui destinado al Penal del Puerto de Santa María, destino donde se unificaban el dolor y la pena. Cuando todavía me quedaba un día para incorporarme, decidí presentarme como deferencia… -joder con la deferencia-. Fui recibido por un Director en funciones en el pasillo de su despacho, delante de otras personas y que fueron testigos de aquel impresentable, conocido por “El Koyak”, por no tener ni un pelo. Le sentó muy mal que me presentara vestido de calle, alegando: -A usted no le han enseñado a presentarse a un superior. Y le ordeno que se corte ese pelo que lleva, eso es de mujeres. Con la camisa desabrochada como un legionario. Fuera de mi vista-. Sin alterarme por su perorata, así le contesté: -Parece que a usted no le han enseñado a respetar a las personas, me abronca aquí delante de otras gentes, ¿no tiene usted despacho?. Lo que tenga que decirme, no creo que les interese a ellos. Además, ya le digo que no pienso cortarme el pelo-. Cerca de un mes estuve prestando servicio en un túnel que atendía a tres puertas y con unas llaves que pesaban medio kilo cada una. Aunque era un puesto de responsabilidad, el castigo estaba muy bien meditado. Pero no consiguió su propósito porque mis melenas ya se perfilaban sobre mis hombros.
Dice José Martí: “Yo quiero salir del mundo por la puerta natural: En un carro de hojas verdes, a morir me han de llevar, no me pongan en lo oscuro, a morir como un traidor. Yo soy bueno, y como bueno, moriré de cara al sol”. Me identifico con la frase de Martí porque el verde siempre fue mi color. Y el verde simboliza el encanto de la naturaleza, de las palmeras y de los árboles, de trozos de mar en consonancia con el color que ese día adopte el cielo, de color verde es el abrazo y el aroma de un beso de amor, es el color que disfrutan los animales en sus bosques, el verso fácil de los poetas… Y qué curiosidad, hoy me encuentro que mis sentimientos se complementan, van de la mano de un Partido Político que traspasa mis mejores deseos y que, desde hace algunos años, me defiende y me arropa, a los tuyos y a los de aquel, que mira por el sentido común, con o sin cabellera porque aboga que, nuestra existencia, venga marcada por la verdad y la seriedad, que lucha por mis derechos y por los de todos. Los que me conocen y si hay alguien que me lee, sabe que mi partido es VOX. Y estas no son palabras escritas que se las pueda llevar el viento, porque vemos a diario que la conformación del gobierno con separatistas, comunistas y filo-etarras, masacran los sentimientos profundos y sentidos de los que hacemos gala los que pertenecemos a esta formación verde, que tiene un programa nada interesado y que se asocia con el problema que vive el ciudadano español, en un actitud que todavía no ha sido comprendida por personas que se adhieren a la promesa incumplida, a la mentira y al engaño, y que produce el interés partidista de gentes que pronuncian ese vocabulario obsceno que perjudica de manera ruin a una sociedad que no se merece este trato patético y felón.
VOX camina con paso firme hacia el futuro, con el verde como identificación y con la bandera de España adherida al corazón. Y además, recordando un verso, una canción o una poesía, “Verde que te quiero Verde”. Verde de España, siempre viva… Viva España.