Mientras que algunos inmigrantes llegan a las costas ceutíes otros intentan abandonar la ciudad como sea. Aunque eso implique arriesgar su vida ocultándose en los bajos de cualquiera de los camiones que, a diario, embarcan en el ferry con destino a Algeciras. La Benemérita ha vuelto a detectar un repunte en la presión con intentos de pase de entre tres y cinco diarios. Todos ellos de subsaharianos que, además, son residentes en el CETI. Buscan así la forma de alcanzar la península a sabiendas de que las salidas desde el campamento se llevan a cabo con cuenta gotas. Ayer fueron tres los inmigrantes interceptados por la Benemérita, el pasado sábado fueron 7 y esta semana se han sucedido jornadas con dos o tres detenidos y otras de mayor tranquilidad con ‘cero’ de presión.
Los controles que realiza el Instituto Armado a pie de embarque son los mismos: registrar vehículos y apuntar, de manera más exhaustiva, a los bajos de los camiones o autobuses que pretenden ocupar alguno de los ferrys que enlaza servicio con la península.
Son los anglófonos los que intentan, en su gran mayoría, esta escapada. Y hay quienes lo consiguen, a tenor de las llamadas ‘desapariciones’ que se producen en el CETI, de inmigrantes que dejan el campamento y ya no regresan sin que conste detención alguna. Dan forma a la marcha silenciosa que contrasta con la que fue utilizada por el colectivo de cameruneses, que pretendía obtener ‘la libertad’ a cartonazos, organizando motines o presionando a las autoridades.
Los intentos de embarque se suceden en el puerto de manera organizada. Los marroquíes, también sin papeles, organizan el pase, haciéndolo de manera escalonada. También se detecta en la zona la presencia de una subsahariana, que mantiene contactos con quienes presumiblemente van a embarcar y que esperan, apostados, en las naves de la avenida portuaria hasta que se produce el tránsito de camiones y autobuses en dirección a la estación.
Los controles que realiza el Instituto Armado a pie de embarque son los mismos: registrar vehículos y apuntar, de manera más exhaustiva, a los bajos de los camiones o autobuses que pretenden ocupar alguno de los ferrys que enlaza servicio con la península.
Son los anglófonos los que intentan, en su gran mayoría, esta escapada. Y hay quienes lo consiguen, a tenor de las llamadas ‘desapariciones’ que se producen en el CETI, de inmigrantes que dejan el campamento y ya no regresan sin que conste detención alguna. Dan forma a la marcha silenciosa que contrasta con la que fue utilizada por el colectivo de cameruneses, que pretendía obtener ‘la libertad’ a cartonazos, organizando motines o presionando a las autoridades.
Los intentos de embarque se suceden en el puerto de manera organizada. Los marroquíes, también sin papeles, organizan el pase, haciéndolo de manera escalonada. También se detecta en la zona la presencia de una subsahariana, que mantiene contactos con quienes presumiblemente van a embarcar y que esperan, apostados, en las naves de la avenida portuaria hasta que se produce el tránsito de camiones y autobuses en dirección a la estación.
La muerte de Kone, un mal precedente:
La muerte de Abdoulaye Kone, de 20 años, el pasado verano, tras caer de los bajos de un autobús en plena carretera de Málaga marcó un triste precedente en los intentos de escapada de los residentes del CETI al serles negada su salida pese a ser portadores de la tarjeta amarilla. Durante varios meses se paralizó los intentos de embarque clandestinos, ya que se extendió el miedo a otra muerte similar entre los compatriotas del campamento. Eso hasta ahora, cuando la presión vuelve a un pico importante.