Cuando llega el mes de diciembre y se perfilan las fiestas de Navidad, aparece en los escaparates, las calles y las viviendas, la imagen de un orondo y barbado personaje que, no siendo propio de nuestras tradiciones, se ha introducido como una figura indispensable. Aquí se le conoce por Papá Noel y en Gran Bretaña y Norteamérica como Santa Claus. Conduce un trineo y viene cargado de regalos. Parece interesante pararse a dilucidar de donde procede esta emblemática figura, que ya se ha convertido en una representación icónica de las fiestas navideñas.
Seguramente, cuando nació, hacia el año 280, en Patara, una ciudad de la región de Licia, en la actual Turquía, un niño llamado Nicolás, ni se imaginaba en que se iba a transformar. Ciertamente no existe una información documentada contemporánea, ni datos históricos de su vida, ya que su biografía apareció varios siglos más tarde. Hay que apoyarse en la compilación de San Metodio, obispo, hacia el 847, que relata hagiográficamente los hechos del singular personaje.
Nació en una familia con importantes recursos, pero tuvo la desgracia de quedar huérfano por el fallecimiento temprano de sus padres. Su generosidad − que preludiaba el fervor con que ha sido reconocido− le hizo repartir la herencia entre los necesitados. Se marchó a vivir a Myra, en Anatolia, donde un tío suyo era obispo. Allí se ordenó sacerdote y con el tiempo− de una manera circunstancial− heredó el obispado. Al haber quedado la sede vacante y ante la decisión de tener que nombrar el nuevo vicario, los sacerdotes idearon un curioso método. Se investiría al primer sacerdote que entrase en el templo. Dio la casualidad que fue Nicolás y de esta carambólica manera alcanzó el obispado de Myra.
Lo ejerció con bastante radicalidad contra los ritos y creencias paganas, llegando a derribar el grandioso templo de Artemisa en Myra y otros más en la región de Licia. Tuvo no obstante problemas por su condición de cristiano ya que, con la persecución de Diocleciano, sufrió cárcel e incluso le fue quemada la barba. La llegada de Constantino y el Edicto de Milán, en 313, con el final de la persecución, le dio la libertad. Aunque tampoco está acreditado, parece ser tuvo una significada intervención en el Concilio de Nicea, en el 325, combatiendo las ideas del arrianismo.
El 6 de diciembre del 345 o 352 murió el obispo Nicolás en Myra. Al producirse la conquista musulmana, sus reliquias fueron trasladadas subrepticiamente en 1087, por un grupo de cristianos a la ciudad italiana de Bari, en la costa del Adriático. Allí permanecen y se veneran en la Basílica de su nombre, construida entre 1087 y 1197. Por esta razón, en occidente se le conoce como San Nicolás de Bari y la cripta donde yacen sus restos fue consagrada, en 1089, por el Papa Urbano II. Parece ser que de los mismos emana un aceite milagroso que en Italia llaman “Manna di S. Nicola”.
En su vida tienen lugar muchas actuaciones y milagros que le procuraron el fervor de muchos creyentes y el patronazgo de Grecia, Turquía, Rusia, e incluso de Lorena (Francia) así como de ciudades de Italia, Holanda, Bélgica Alemania, Suiza y Austria. Uno de estos hechos, cuando aún era joven, fue la ayuda con monedas de oro, que proporcionó− fueron a caer en zapatos y en las calcetas colgadas a secar− a un padre sin recursos, que incluso había contemplado dedicar a sus tres hijas a la prostitución. La resurrección de tres niños sacrificados, para alimento, por un malvado ventero y la de otros tres infantes que habían muerto al caer de un árbol, así como la salvación de tres inocentes condenados a muerte− recreada en 1889 por el pintor ruso llia Repin− fueron otras de las atribuciones milagrosas del Santo.
También fue protagonista al calmar milagrosamente tempestades en el mar, cuando los marinos invocaron su ayuda. Tanto por ello como por su amor por los niños, es el patrón de estos y de los marineros, aunque innumerable cantidad de oficios y profesionales lo entronizan como tal.
La fama de sus milagros generó una corriente de advocación a su figura en los siglos IV y V, en la parte oriental del Imperio. En el siglo VI se tiene constancia de la difusión de su devoción en Constatinopla, en la Iglesia Griega y en Rusia. El emperador Justiniano construyó una iglesia en su honor el año 550 y hay, en todo el mundo, consagrados a su figura más de dos mil templos.
En el siglo X fue introducido su culto en el Sacro Imperio, durante el reinado de Otón II. A partir de su traslado a Bari se incrementó su veneración no solo en Italia sino hasta Normandía y Lorena, en Francia. Sin embargo, su iconografía es diferente en oriente y en occidente. En el arte bizantino aparece con la cabeza descubierta, con larga barba blanca, vistiendo la casulla ortodoxa y portando el Libro de los Evangelios en la mano izquierda. La representación occidental lo figura con la indumentaria de obispo romano, mitra y un báculo en la mano.
Parece ser que fue a partir del siglo XIII cuando la devoción al obispo San Nicolás se generalizó en Occidente, fundamentalmente en Holanda, donde se le representaba montado en burro, con un saco cargado de regalos y vestimenta eclesiástica. A partir de entonces la celebración de la fiesta de San Nicolás cada año − coincidente con la fecha de su fallecimiento, el día 6 de diciembre− tiene una significación especial en Países Bajos, Bélgica, Alemania, Luxemburgo Austria Polonia, República Checa y Suiza. Precisamente, por el amor que el santo manifestara a la niñez, la manifestación más ostensible de su festividad se concreta en la entrega de regalos, premiando a los niños buenos.
Merece la pena recoger un dato curioso, vigente en Holanda y Bélgica. Consideran que San Nicolás vive en España y por esa razón cada año, a finales de noviembre, el Santo desde Alicante llega al puerto de Roermond, en Holanda, y al de Amberes, en Bélgica, en un barco de vapor. Tiene una difusión mediática nacional, lo presencian millares de personas, especialmente niños y el figurante San Nicolás pasea por la ciudad en cabalgata, vestido de obispo, con capa roja, sobre un caballo blanco y acompañado por sus ayudantes. Regala a los niños naranjas, mandarinas, frutos secos, chocolatinas y sobre todo unas galletas especiales a base de azúcar moreno, jengibre y canela. La noche del 5 al 6 dejará los regalos en los zapatos −al lado de la chimenea− de los niños que se hayan portado bien. El origen de su procedencia y llegada desde España, se debe posiblemente al recuerdo de la época en que el reino de Aragón reinaba sobre Nápoles y por tanto identificaban a la ciudad de Bari con su pertenencia a nuestro país. La devoción a San Nicolás es tan antigua y arraigada que incluso cuando la reforma calvinista pretendió, con la eliminación del santoral, acabar con la antiquísima tradición no lo consiguió.
Con la emigración al Nuevo Mundo, los holandeses que fundaron Nueva Amsterdam, después convertida en Nueva York, llevaron a EEUU en el XVII, hacia 1624, la celebración con su nombre de Sinterklaas y los regalos a los niños la noche del 5 de diciembre. Posiblemente el iniciador de la transformación del original obispo San Nicolás a la imagen de Santa Claus fue el escritor Washington Irving. En 1809 escribió el libro Historia de Nueva York, en el cual satirizaba − de alguna manera− las costumbres holandesas, entre ellas la celebración de San Nicolás. Convirtió al santo obispo en un personaje mayor, orondo, sonriente, con pipa holandesa, que repartía regalos por las casas surcando los tejados y que bautizó como “guardián de Nueva York”. La popularidad entre la población norteamericana de origen anglosajón hizo que se adoptara el personaje, los regalos y día 6 de diciembre e incluso que se deformara burdamente la pronunciación del nombre original Sinterklass y naciendo Santa Claus.
En 1923 en el periódico Sentinel, apareció un poema anónimo A visit of St Nicholas, atribuido luego a Clement Clarke Moore, que tuvo gran popularidad. En el mismo y basándose en el personaje de Irving, relataba ahora que San Nicolás iba en trineo, tirado por renos, adornado con campanillas y de estatura más baja y redonda, haciendo regalos. También trasladó esas donaciones a la fecha de Navidad.
El periodista y dibujante de origen alemán Thomas Nash publicó en el periódico Harpers´s Weekly, en 1863, un dibujo de Santa Claus, cuya imágenes siguió publicando hasta 1886. En su evolución le dio mayor estatura, barriga prominente, con ancho cinturón y acompañado de abeto, muérdago y acebo. Cuando tipográficamente se incorporó el color, lo dotó de un abrigo de color rojo intenso.
La consolidación de la figura de Santa Claus fue significativa en la segunda mitad del XIX. Se adoptó como personaje para todos los niños norteamericanos de cualquier origen y no solo de la procedencia holandesa. Santa Claus perdió el carácter religioso del original San Nicolás y se produjo una laicización y una conversión en un motivo cultural. Su popularidad hizo que su figura se exportase a Europa y se revitalizaran símbolos como el Father Christmas (Padre Navidad) o Père Nöel (Papá Noel) en Gran Bretaña y Francia respectivamente. Y por supuesto en su llegada, más recientemente, a España la figura de Santa Claus se denominó Papá Noel.
La empresa Coca Cola utilizó la imagen de Santa Claus en su campaña de Navidad de 1930 y tras el éxito obtenido encargaron al pintor Habdon Sundblom, de origen sueco, que remodelara la imagen. Lo hizo de mayor estatura, con sonrisa algo pícara y con indumentaria de color rojo con ribetes blancos y ha sido utilizada en campañas de Navidad durante muchos años.
En la actualidad la imagen de Santa Claus o Papá Noel preside prácticamente, en todo el mundo, las fiestas de Navidad. No obstante en ciertos países y organizaciones han surgido acciones en contra de la intrusión de este símbolo, marcadamente comercial, que no tiene nada que ver con la advocación al obispo San Nicolás o al nacimiento del Niño Dios, origen primigenio y religioso de la festividad de la Navidad.