Los corales son los bioconstructores más relevantes en términos de creación de hábitats desde las zonas someras hasta las profundidades más recónditas. No cesan de sorprender y de aportar luminosa claridad a la convulsa historia de la vida en nuestro planeta. No existe un grupo de seres vivos invertebrados con mayor capacidad para la construcción de estructuras esqueléticas de gran tamaño y para concentrar especies en ellas. La longevidad que alcanzan muchos corales (algunas colonias coralinas han sido datadas en miles de años de antigüedad) es impresionante y por ello se convierten en base de datos preciosas de los acontecimientos del pasado.
Al igual que los testigos de hielos antárticos, al que son tan aficionados los geólogos, están aportando información sobre las concentraciones de gases en la atmósfera de tiempos pasados, el estudio de los esqueletos de los corales podrían guardar valiosos datos de la historia del planeta en relación a la vida en los océanos. Han sido los corales los que me han llevado a realizar campañas científicas de exploración biológica en diferentes regiones de nuestro ancho mundo, y son estos bellos y elegantes organismos los que están ayudando a escribir páginas memorables de acontecimientos climáticos y geológicos del pasado. Dos proyectos de trascendencia se están desarrollando en las islas de la Macaronesia (archipiélagos atlánticos distribuidos a lo largo de una extensa región marina desde los volcanes azorianos de la cresta centro atlántica hasta las montañas caboverdianas alcanzando también zonas continentales africanas).
Seguimiento, Control y Mitigación de los cambios que se observan en los ecosistemas marinos de la Macaronesia (MIMAR) y establecimiento de estaciones de Cambio Global en los hábitats coralinos de Canarias entre 60 y 100 metros son los objetivos propuestos en estos proyectos cofinanciados con fondos europeos y por lo tanto provenientes de los impuestos públicos pagados por los ciudadanos europeos. Los estudios que se están llevando a cabo abarcan variadas disciplinas científicas pero comparten su base en el estudio in situ de los ecosistemas y el conocimiento directo de los organismos vivos.
Mapas de fondos marinos hasta los 150 metros, toma de variables oceanográficas, estudio de microalgas, peces, corales y de los ecosistemas marinos en general forman parte de las temáticas que ofrecen los estudios planteados en los proyectos mencionados. Compartir campañas con diversos colegas que estudian apasionadamente a las especies es una gran satisfacción y justifica todas las horas de duro trabajo en el mar y en los improvisados gabinetes que se montan en los viajes a zonas aislada y algunas muy remotas. Si deseamos conocer algo de la importancia de los corales como concentradores de diversidad biológica es necesario contar con un eficiente equipo en tierra que pueda estudiar el gran volumen de pequeñas especies asociadas de invertebrados. Por eso, se preparan improvisados acuarios para estudiar y tomar imágenes de alta resolución y gran calidad mientras se desarrolla una colección de microfauna que habrá de ser compartida con muchos otros científicos colaboradores de este tipo de proyectos que se encuentran en general en países europeos o norteamericanos. Esta forma de hacer ciencia y de integrar la información ya fue inaugurada con el desarrollo de la ilustración, siendo el científico más relevante y pionero de esta nueva manera de concebir el conocimiento Alexander von Humboldt.
Y si sus principios fueron estudiando las minas en Alemania y obteniendo un merecido reconocimiento por sus logros en la explotación y en la calidad de vida de los mineros, un colectivo que tenía un sincero aprecio por el sabio alemán, su verdadero nacimiento científico tuvo lugar en su encuentro con la misteriosa isla de Tenerife en la que tuvo la fortuna de desembarcar cuando se dirigía al continente americano. En la isla hizo interpretaciones científicas de la realidad insular, siendo fiel a su espíritu ilustrado no se quedó en meras descripciones científicas sino que traspasó el umbral del apretado corsé cientifista, ideado por envidiosos que carecen de imaginación e intuición, y se adentró en el reino de la explicación plausible. También se interesó por aspectos socioeconómicos y culturales de la población insular de aquella época legándonos pasajes memorables sobre sus impresiones de los isleños o reflejando el paisaje del bello valle de la Orotava del siglo diecinueve en el que abundaba el cultivo de la vid; Canarias fue una gran exportadora de vino hacia el mercado europeo. En un reciente congreso del proyecto MIMAR celebrado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria fui invitado a participar con una charla sobre los corales y el Cambio Global que me dio la oportunidad de reivindicar la importancia que tienen los estudios realizados desde la perspectiva del naturalismo científico y por ese motivo se me ocurrió el título del artículo que están leyendo en el decano de la prensa ceutí. En este tipo de perspectiva, la interpretación del paisaje es fundamental y esta se realiza con los métodos de muestreo directo y captando los materiales e imágenes que se necesitan durante las inmersiones en los fondos marinos. Por supuesto, solo funciona cuando se ha formado la mente de un naturalista y éste posee su gran fuente de conocimientos e información almacenada en su cerebro y en sus tripas pues ciencia sin emoción sirve de muy poco para entender o asimilar y no llama a la intuición y a la generación de ideas originales. No es lo mismo recibir imágenes sentado frente a un ordenador (por supuesto que es un trabajo útil también pero si lo hacen personas con criterio) que captarlas. John Muir no entendía, nosotros tampoco, como un botánico puede estar entre un bosque de secuoyas gigantes y no elevarse y sentir una emoción indescriptible; justamente esto se puede aplicar a las excursiones por fondos marinos sublimes. El caso es que la interpretación científica del paisaje nos puede llevar a ver su evolución y de donde partía e incluso los procesos por los que transitó. En esta aventura hay especies que nos ayudan especialmente pues dejan un rastro debido a su importancia y las características ecológicas. Los parásitos y aquellos que forman alianzas con otras especies de las que dependen producen intercambios genéticos que ayudan a comprender la evolución de un paisaje coralino determinado.
La interpretación es algo complejo que comienza en la mente del naturalista pero que hay que alimentar con estudios oceanográficos, geológicos, paleontológicos y por supuesto con trabajo ecológico en el mar y análisis zoológico detallado en laboratorio y consulta de toda la bibliografía necesaria. En este campo científico, que podríamos denominar ampliamente como ciencias de la tierra, también existen multitud de recopiladores de información que tienen su utilidad pero no para sacar grandes conclusiones. Muchos otros son vendedores de una labor que desconocen y de la que se aprovechan vilmente y suelen firmar cientos de trabajos que no son suyos; esta es la diferencia entre un charlatán ambulante que va de proyecto en proyecto y un gran experto. Afortunadamente hay muchos buenos científicos de laboratorio pero infelizmente no abundan los científicos exploradores de raza, de los que se baten el cobre, algo que merezca la pena sobre el planeta. El arte de la observación, la geografía ecológica y la descripción científica en la taxonomía y la sistemática hay que volver a enseñarlo y promocionarlo pues es crucial para poder entender los organismos con los que se trabaja. Todo esto sin la recuperación de la emoción y de una perspectiva holística del conocimiento sirve de poco en una era de asombrosos descubrimientos pero demasiado volcada hacia la perspectiva molecular y de científico de salón. Vuelven los naturalistas, en realidad nunca se fueron pues los científicos conocedores de los organismos y sus hábitats son tan importantes para el avance de la ciencia ambiental como los patólogos que estudian un determinado tipo de tumor para el progreso médico.