El responsable de Riesgos Laborales del Ingesa ha elaborado una tesis doctoral sobre los trabajadores de la institución sanitaria en la que un 17 por ciento muestran síntomas del mal laboral de ‘burnout’.
Julián Domínguez ha estado en los últimos años enfrascado en su tesis doctoral ‘Estrés laboral por acoso moral y síndrome de burn-out, y su relación con el autoconcepto, la adaptación de conducta y la personalidad en trabajadores de atención a la salud’. Con una encuesta realizada a 200 de las 1.000 personas que trabajan en el Ingesa, Domínguez saca conclusiones como que el 17 por ciento de los trabajadores tiene síndrome de desgaste.
–¿Cómo se distingue a un trabajado ‘quemado’?
–Para distinguirlos existen unos instrumentos muy precisos. Entre ellos el test de Maslach Burnout Inventory (MBI), 22 preguntas donde se identifican los tres componentes del burnout. Estos son agotamiento emocional,despersonalización afectiva y luego profesional. Hemos identificado el síndrome en un 17 por ciento de trabajadores, algo que se encuentra en unos términos intermedios entre el resto de estudios internacionales y españoles. Después tenemos unas categorías profesionales donde se dan más estos criterios, donde el trabajador se siente más impotente ante las situaciones de incertidumbre o también de estrés o requerimientos muy importantes.
–¿Cuáles son los profesionales que tienen más riesgo de sufrir este síndrome?
–El burnout está claro que se produce en aquellas profesiones que tienen más necesidad vocacional por un motivo sencillo: las expectativas no se contestan siempre a lo largo de tu vida profesional. Un médico, un enfermero, un policía, un maestro o un periodista pueden encontrarse en la situación en la que, con los años, no corresponde su desarrollo profesional a lo que realmente obtiene de su trabajo.
–El síndrome entonces no responde a unas condiciones laborales precarias.
–Eso se suma también. Si además de lo anterior existen condiciones muy duras de trabajo, el síndrome es mucho más acusado. Algo lógico, si tienes un sueldo inferior o la peligrosidad con los pacientes es dura, mucho más burnout habrá.
–¿Cómo afecta a la persona?
–A la persona le afecta con una constelación de síntomas bastante difusa. Desde somatizaciones como dolores de cabeza, sensación de impotencia o depresión; sin que se pueda determinar específicamente unos síntomas característicos del burnout. Son relativos siempre a una respuesta al estrés de forma inadecuada. Si ante ese estrés tienes respuestas físicas como taquicardias, sequedad de boca o dolor de tripa, son síntomas del burnout.
–¿Cómo afecta a la propia visión de la persona, a la autoestima?
–Hemos podido descubrir en el estudio que la adaptación laboral y el autoconcepto que se tiene de sí mismo a nivel social, laboral y personal se ven afectados al cien por cien. De tal forma que un trabajador disminuye su autoestima, también a veces es difícil identificar si la autoestima es previamente mala.
–¿Y cuáles son las posibilidades para un trabajador que sufra el síndrome?
–Ahí tenemos varias claves. Pasan por las clásicas técnicas en Sociología laboral como el cambiar de puesto de trabajo y a situaciones parecidas donde el trabajador se sienta más cómodo. Incluso a veces con los mismos condicionantes de estrés, un trabajador cambiando a otro puesto mejora su situación. Otra vía es buscar dentro de su propio trabajo situaciones de cambio, por ejemplo si estás en una UCI implantamos que se pueda hacer docencia o investigación. Enriquecer, en definitiva, el propio trabajo.
–Los datos del 17 por ciento tomados en el Ingesa ¿cuándo se tomaron?
–Ha sido un estudio largo. El piloto se hizo hace unos tres años, se había antes realizado un estudio bibliográfico previo importante de dos años. Se han realizado 200 encuestas, que es una muestra representativa de los aproximadamente mil trabajadores que hay en el Ingesa. Esas encuestas se tomaron hace unos dos años aproximadamente. Después se ha estado procesando toda la muestra.
–Con el cambio de hospital, ¿si hoy se hiciese la encuesta habría más afección del síndrome en la plantilla?.
–Es muy pronto para decirlo, se necesitan años para poder determinar si mejoras o no. Las condiciones de trabajo son mejores con los elementos técnicos de los que disponen ahora, pero un nuevo trabajo siempre aumenta el estrés profesional. Después están las necesidades de personal, que en algunos puestos se necesita. Todas esas condiciones llevará a que en algunos sitios no haya subido el estrés , en cambio en los que sí se necesita personal habrá un aumento.
–Se ha dividido a los trabajadores en cinco clases en el estudio.
–Encontramos no sólo al trabajador quemado, sino también algunas tipologías de trabajadores sanitarios como el que acepta socialmente su situación y también a nivel familiar. Ese sería el social-familiar. Otro que sería el que se siente individualista pero personalmente se siente muy cómodo con todas las situaciones externas al trabajo. También el que se siente acusado. De estas cinco tipología somos capaces de identificar a las personas, sin decir quienes son.
–¿Hay algún tipo de personalidad predispuesta al síndrome de desgaste profesional?
–Efectivamente, esa es una de las cosas que el estudio ha traspuesto. Son las personas que están más motivadas en su vida y en su trabajo y que necesitan conseguir algo más que vivir de su puesto o su ocio. Esas personas están más predispuestas para el síndrome.