Estamos viviendo una época de auge nacionalista, una ola de neoconservadurismo vuelve a recorrer Europa dejando un desolador panorama de partidos radicales. Estas posturas políticas captan votos en las grandes masas de descontentos, que ven como se asaltan las fronteras y se incrementan las poblaciones de inmigrantes en tierras del viejo continente. El contingente de personas en situación de precariedad laboral y social está aumentando de forma alarmante debido al agresivo sistema económico que impera en las sociedades opulentas. Una de las respuestas de la desesperación es entregarse a movimientos radicales y reaccionarios con escasa o nula tradición democrática y poca tolerancia; no todos los votantes pertenecen a los desheredados socio-económicos sino que también integran estas filas oleadas de personas con mucho miedo al futuro de sus hijos y descendientes. Los discursos rancios y reaccionarios se dan cada vez con mayor asiduidad y, desgraciadamente, la irresponsabilidad política cunde y es desarrollada por los sectores menos tolerantes.
Todo esto está sucediendo no solo en diversos países de Europa sino también en el continente americano en el que Brasil y Estados Unidos ostentan los puestos más destacados de la intolerancia y radicalidad anti emigración. Como hemos expuesto en otras ocasiones, es justo que los ciudadanos demanden control fronterizo y critiquen las avalanchas de inmigrantes africanos, pero son los responsables gubernamentales los que no cumplen con el mandato de custodiar las fronteras que dan gran parte de sentido al estado nación, tampoco hacen el trabajo en los países de origen con la aplicación de un buen sistema que asegure la legalidad de los tránsitos migratorios ordenados; aunque desde nuestro punto de vista la radicalización no es la respuesta más inteligente. La dejadez estatal tiene mucho que ver con el estilo de gobernanza que se desarrolla en España y de funcionamiento torcidero de los partidos políticos. Una administración saludable y eficiente y unas empresas eficaces en su cometido de crear verdadera riqueza y no con la sola pretensión de enriquecerse a costa del maltrato social serán los mejores y eficaces frenos a las simplonas y simplificadoras políticas de los partidos más radicales. Realmente, como comenta Carlos Sebastián, hay muchos factores institucionales que son las causas fundamentales de la baja productividad “las instituciones políticas como el Estado, y también las económicas como la organización de los mercados causan directamente decisiones ineficientes pero también desincentivan el desarrollo del capital humano con talento empresarial (o gerencial)” y todo esto termina alejando la excelencia de la cultura empresarial y obstaculizan la organización y gestión de las empresas. Ahondando en la crítica del mencionado experto, este nos indica que “La mala calidad de la administración crea inseguridad jurídica, mantiene una excesiva burocracia, que ahoga a los más dinámicos, favorece no pocas veces a los más ineficientes, impone costes innecesarios a empresas y emprendedores, refuerza los valores y prácticas de cercanía al poder como elemento estratégico clave y limita la puesta en práctica de políticas; se muestra una clara relación negativa entre la mala calidad institucional y el crecimiento de la productividad o del PIB per cápita”.
Y para dar un dato que nos atañe directamente a nosotros como asociación podemos y debemos quejarnos de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, que es mucho más restrictiva que en otros países europeos debido a la amplitud de los asuntos en los que limita el libre acceso a la información, además de la ausencia de independencia del órgano encargado de la supervisión, el denominado CTBG (Consejo para la transparencia y buen gobierno) y, como no, la insultante aplicación del silencio administrativo negativo que impide a la ciudadanía contar con respuestas explícitas y por no haber establecido el necesario régimen de sanciones. Más o menos se podría resumir en que la administración es caciquil y muestra lo que quiere, protege a su gusto la información nombrando afines al partido, no responde si no lo desea y para colmo no existe un régimen sancionador para los graves y continuados incumplimientos del Estado en estas materias tan sensibles para el avance del sistema democrático y por supuesto también del económico en una nación moderna y comprometida con el progreso de su sociedad. El famoso informe CORA (Comisión para la reforma de las administraciones públicas) plantea algo tan importante como la necesidad de implantar sistemas de evaluación en el desempeño de los empleados públicos, obviamente nada se hace en este sentido.
En Ceuta, la ineficiencia y baja calidad de la administración está representada en una parte importante de la gestión municipal y la muestra más patente de la decadencia de la sociedad caballa es la creciente aspiración a un elevado salario burocrático como meta para alcanzar la felicidad.
Hace unos días asistimos al acto institucional de entrega de las medallas de la ciudad autónoma y nos encontramos con un auditorio medio vacío pero con autoridades y representantes políticos de los partidos que conforman el pleno del ayuntamiento. Para nosotros estaba claro que el día elegido no unía a los ceutíes. La puesta en escena no se podía catalogar de brillante ni excelente, los vetustos pendones rojos y la falta de gracia y chispa impregnaba todo el ambiente, me pareció una representación claramente extemporánea y un acto que, en todo caso, solo satisface las pequeñas aspiraciones de los partidos políticos que, por otra parte son los que proponen a los galardonados. Por supuesto los premiados tenían un merecido reconocimiento pero, de la misma manera, otras muchas personas anónimas que nunca recibirán semejante galardón, porque no serán propuestas. Con claridad un sublimado agradecimiento al presidente se notó en un discurso y un innecesario galardón al servicio de bomberos que ya cumple con sus obligaciones eficientemente y con profesionalidad cobrando un suculento salario y que forma parte de la administración que premia. Por lo demás, disfrutamos de los discursos y de un bonito y meloso coro de voces y no tanto de un menos apropiado repertorio de vientos retumbantes, quizá unos violines y chelos o una mezcla de cuerda con otro tipo de instrumentos hubiera dado a las intervenciones un aire menos imperial. La pantalla se veía deficientemente, haciendo que el nombre de los nominados costase leerlos con claridad. En cuanto al “plato fuerte” del día, el discurso del presidente fue bastante decepcionante en la ausencia de mención siquiera a los retos ambientales y culturales de una ciudad milenaria como Ceuta, pero más entristecedor fue observar como se refugiaba con alevosía en una intervención plagada de éxtasis españolista. De forma coherente con lo prometido en campaña, el señor Vivas no ha querido pactar de ninguna manera con aquellos, que según el, que atentan contra la unidad de los ceutíes y la paz de la ciudad. Sin embargo, nos llama la atención que solo tenga palabras para ensalzar a la patria española “razón de ser del ceutí” y para hacer referencias a la importancia de las obras de la frontera, de las que por cierto son responsabilidad del principal partido de la oposición y ganador de las pasadas elecciones generales. No tuvo suerte el señor Vivas con sus amigos del partido popular para acometer las necesarias reformas en la frontera. Claro que la apariencia de prudencia que le caracteriza no parece que fluyera en aquella sala de premiados pues esas constantes alusiones a España y venga España y más España solo podría elevar el ya de por sí excesivo discurso nacionalista de aquellos con los que de ninguna manera el aguerrido señor Vivas pactaría nada. Que nuestro presidente continúe sin entender el sentimiento africanista cultural y de cooperación y el papel que podría jugar en este sentido nuestra ciudad en el futuro dentro del ámbito español y europeo no es nada nuevo para nosotros. Su mentalidad excesivamente burocratizada y enclaustrada en despachos municipales pensamos que le está impidiendo observar el amplio paisaje que ofrece África y Europa desde la atalaya ceutí; él sueña con ver el chorreo de fondos europeos gastados con aciertos matizables y, desde luego, sin contemplar los enormes retos ambientales y culturales que debe afrontar la Ceuta del futuro. Puede que estemos muy equivocados, pero se nos antoja que nuestro prócer lleva tanto tiempo en el ámbito del poder municipal porque su factura personal ha sido escasa. Una gestión eficaz y comprometida desgasta, e inevitablemente conlleva luchas y consecuciones frente al poder central, cuestiones que no se aprecian en un presidente siempre sumiso y pidón pero que recibe poco. Al fin y al cabo los grandes logros en infraestructuras no han venido de la mano de su partido sino del contrario (biblioteca pública del estado; hospital universitario; las actuales obras de la frontera y el acuerdo de bonificación en los billetes ha sido un rebote conseguido gracias a la presión del grupo canario y a ver hasta cuando nos duran). Quizá el penal sea una consecución en la que el presidente trabajó aunque más que un logro nos parece un retroceso. Finalmente, debemos decir que nos hubieran gustado unas pinceladas en relación a la reducción del presupuesto municipal destinado a capítulo uno; quizá algo de reformismo burocrático impulsando pequeñas reformas necesarias para modernizar la administración municipal basada en la meritocracia con los controles y supervisión para el buen funcionamiento del sistema; algún gesto como hacerse cargo de la abandonada y saqueada sirena de Punta Almina. En general, una visión de la historia de Ceuta panorámica y un planteamiento económico no basado en la subvención sino en ideas modernas, por qué no intrépidas y sobretodo ilusionantes. Sin embargo, y por desgracia, nos encontramos con un discurso hueco y burocrático donde la cultura y el medioambiente fueron obviados, las reformas inexistentes y dedicado a ensalzar extemporáneamente a la nación sin atisbo de juicio crítico, seguramente por todo esto continua con ganas de seguir en el poder.