Una noche tuve un sueño donde se me presento una mujer que se parecía a mi madre. Pero mucho más joven. Tenía unos ojos más azules que ella. Me advirtió, primero, que no tuviera miedo. Era mi abuela. Yo, la verdad, no la conocía físicamente. Nunca había estado con ella. Me empezó diciendo que su hija había sido una bendición para su familia. La tuvieron con casi 40 años, después de muchos intentos fallidos. “Mi desesperación fue constante. Pero tener fe y rezar mucho fue mi recompensa”. Eran muy adinerados. Pertenecían a una familia de alto copete de Andalucía y siempre habían estado rodeados de muchos criados. Mi madre había tenido una instrucción académica impecable. Sabía dos idiomas. El francés y el inglés. Para ello, había pasado largas temporadas tanto en Francia como en Inglaterra. Tenía unos cortes de niña de bien y muchas familias se habían fijado en ella para ser pareja de algunos de sus hijos. Es que la belleza de mi madre no se podía esconder. Pero se cruzó una tarde de verano un militar y desde entonces, la dócil María se transformó en la rebelde.
“No se pudo hacer nada para convencerla de que ella tenía muchos méritos, tanto físicos como de alta cuna. Mira que se le llevó al extranjero, para que pudiera razonar. Pero se escapó una tarde y se fue a vivir en pecado con Francisco, tu padre. Yo, desde la distancia, me informaba de todo lo concerniente a cómo se encontraba, tanto ella como ustedes. Rezaba muchísimo por todos ustedes. Mandaba muchas cartas pero nunca las contestaba. Y sabía que llevaba muy bien su casa. Incluso que de vez en cuando os pegaba. Hace ya unos años que fallecí, pero siempre he estado con vosotros. Cuando os pegaba de noche, intentaba recriminarle todo lo que había hecho. Por eso muchas veces, María chillaba. Se peleaba conmigo. Siempre ha tenido muy mal carácter. Y no se callaba ni de bajo de agua. Para que veas que me preocupaba por vosotros aunque no os conociera personalmente. Se que le pusiste a una de tus hijas el nombre de tu madre María. Pues, para que lo sepas, es el mismo que el mío. Y por suerte se parece a nosotras. Pero creo que tiene mi corazón. Estaré siempre con ella, si me lo permites. Ten cuidado con sus novietes: de momento, son mucho más mayores que ella”.
Después de esta declaración que me efectuó mi abuela, me quedé perplejo. ¿Sería una imaginación mía o, verdaderamente, había tenido un encuentro con mi abuela María? Me tenía el corazón encogido. No sabía si hablar con mi madre para que me enseñará alguna foto de mi abuela. Pero para eso tenía que ir a casa. Y por ahí, no entraba yo. Llamé por teléfono a mis hermanas, que sabiendo cómo eran, a lo mejor habían tenido la suerte de ver alguna foto de nuestra abuela. Y fue una respuesta unánime: nunca habían tenido el gusto de ver algo relacionada con ella. Ni físicamente ni en foto. Tampoco habían hablado nunca de ella.
Creo que la forma de salir del entorno familiar había sido tan rápida y poco estudiada, que no le dio tiempo a llevarse ningún recuerdo de su vida familiar anterior. Era evidente la ruptura tan drástica que habían tenido. Desconozco si, en algún momento, sus padres o, mejor dicho, mis abuelos intentarían conocer a su descendencia. Como cualquier hijo de vecino, pero conociendo lo orgullosa que era, dudo mucho que entrará por el aro. Y pensar que podría yo tener un poco de dinero para darle algún capricho a mis hijos. Vaya dichoso orgullito de mi madre. La pobre se quedó sola y no iba nadie a visitarla. Ni si quiera sus hijas, que era lo preceptivo. Mientras estuvo bien, nadie le echaba cuenta. Cuando las vecinas empezaron a dar quejas de ella, fue cuando empezamos a tener los turnos para tenerla controlada. Era mayor y tenía muchos achaques, muy especialmente cuando la demencia le vino. Había que estar constantemente cuidándola. La medicación. Lavarla. Acicalarla. En fin, lo normal. Aunque no quisiéramos, teníamos esa responsabilidad. Al fin y al cabo, era nuestra madre. Buena o mala, pero era la que nos había traído al mundo. Si pensáis en la herencia, pues una casita de campo con piscina. Nada del otro mundo.