Como cada vez que hay un incendio forestal, los días posteriores son determinantes para la investigación. Por ello, desde el primer momento en el que se declaró el incendio, la autoridad competente en la investigación, en este caso el Seprona de la Guardia Civil, empezó a tomar datos para intentar dar con el origen y las causas de este nuevo incendio forestal, el segundo en menos de un mes y en la misma zona.
En esta ocasión han sido diez las hectáreas afectadas, pero la investigación se centrará en determinar si este fuego fue producto de una imprudencia, si se trató de un accidente o si, por el contrario, fue un acto premeditado y con la intención de hacer este daño forestal incalculable.
Son muchas las coincidencias. El hecho de que sea en la misma zona y con un solo mes de espacio temporal. Sin embargo, hay que dejar trabajar a las autoridades, a la Guardia Civil, que es la que ahora está recabando datos y la que tiene la tarea de intentar esclarecer lo que pasó este martes en el arroyo de Calamocarro.
De manera paralela, las Brigadas Forestales de Obimasa intentan contabilizar el daño causado y sobre todo, la pérdida ecológica provocada por las llamas. Un daño que ya se sabe que es grave, porque ha afectado a varios buenos ejemplares de pinos, alcornoques y un herbazal, ya difíciles de recuperar.
De nuevo hay que lamentar la pérdida de estos recursos ecológicos, otra mancha más en el pulmón verde de Ceuta, que ahora luce negra, calcinada, bajo la mirada impotente de la ciudadanía.