El coronel de Regulares recibió ayer a las viudas y huérfanos de los antiguos soldados que combatieron con Franco. Organizó una merienda en la que participaron las grandes olvidadas, acompañadas de los integrantes de la asociación de vecinos del Poblado Regulares. Fue un gesto bonito, también obligado, que salda una deuda. Porque sí, aunque se empecinen en lo contrario, las viudas estaban olvidadas y, por tanto, dolidas. Mucho.
Dolidas porque se les había apartado de una historia de las que forman parte porque sus maridos lo dieron todo. Que ayer se acordaran de ellas solo es el primer paso de un camino en el que debe seguir habiendo más citas, más gestos de este tipo, más pruebas de respeto en mayúsculas, que es el que se merecen.
Muchas de estas mujeres ni siquiera se ven aunque residan en la misma barriada, debido a los achaques de salud, a sus años... Que se haga una merienda, un encuentro en el que todas ellas puedan unirse y charlar, no solo les da vida sino que supone un gesto en mayúsculas que dice mucho de Regulares y que debe ser elogiado ahora como en su día fue criticado. El coronel, Alfonso Javier Bueno, insistió en unas palabras dirigidas a las viudas, en que no se ha olvidado de ellas, recordándoles que si necesitan algo pueden contar con ellos.
La labor de Regulares debe centrarse en continuar con estos gestos que los engrandecen
Los hechos demuestran que sí ha habido cierto olvido o dejación, como quieran llamarlo. Pero lo importante ahora ya no es eso, sino lo que se haga a partir de este momento, lo que se pelee y luche, lo que se consiga y lo que se dé de buena vida a unas mujeres que se lo merecen todo.
Hay cosas por hacer, cosas que pueden demostrar que esa vinculación no se ha perdido. Ellas necesitan un local social, un centro de reunión. La Comandancia puede hacer algo por conseguirlo, además de seguir organizando, por medio de Regulares, más actos que les tengan en cuenta, que les hagan sentirse queridas y que sirva de unión entre quienes forman parte de la historia.
Más allá del Ejército está la labor política, la de conseguir una pensión que nunca llega, la de romper con un engaño de la historia de España. Pero eso son palabras mayores, eso son metas que parecen imposibles y que constituyen una tarea de presión política que nuestros servidores públicos parecen haber olvidado ya. Qué pena.