Parece ser que decir hoy día soy caballa no está de moda, al igual que de algún modo dice aquella canción que bailan los imberbes con acné y barba pobre, pero Ceuta es mucho más que una valla, un salto de inmigrantes o alguna noticia dolosa que aparece en las televisiones nacionales.
Esta noble, leal y fidelísima es ejemplo de diversidad tanto cultural como histórica, esto no es nada nuevo, no lo dice un humilde caballa que escribe estas líneas, lo propugnan las diversas civilizaciones que vieron algo mágico en esta tierra africana.
Nosotros somos los encargados de proteger y disfrutar de ese patrimonio inmaterial que ellos nos dejaron para que también preservemos y que puedan las generaciones venideras utilizar como nosotros actualmente.
Mi modesta opinión quiero que sea lo más intimista posible pero con un fiel reflejo de mi modo de pensar. Mientras que expongo estos vocablos me vienen a la mente un sinfín de imágenes que toma mi entendimiento cuando tengo el enorme honor y placer de caminar por mi ciudad.
Uno de mis paseos por la Gran Vía, es el que viene a mi mente con más fuerza y desea aparecer relatado, lugar con controversia por parte de la opinión pública quizá no lo sé, simplemente me quedo con el afecto, la gallardía y la espontaneidad de su gente además de con los vestigios que acaecen en el lugar tan privilegiado y que pocos apreciamos, puede que las prisas que lleva consigo actualmente el ser humano hagan mella y no nos sea posible disfrutar de la historia.
En esta arteria que cito de la niña dormida encontramos a Sánchez Prado, médico y político al que muchas personas ruegan y piden por sus familiares y allegados. La Muralla Califal de la que queda un ápice gracias al Dios del urbanismo, y que ve el cambio del territorio siglo tras siglo. La Basílica Tardorromana un sitio que muestra el paso de los años desde la Prehistoria hasta la Ceuta más reciente materializada con el esfuerzo de la Ciudad.
Estos son algunos de los ejemplos que atesora esta tierra en un ínfimo espacio, creo que merece la pena cuidar a esa joven que rezuma a levante y a sal cuando se va a dormir y que lleva inscrita en la piel el número siete desde su nacimiento, según dicen, este dígito da buena suerte, quizás estemos en un lugar mágico que una divinidad miró con ojos de piedad.