Muchas veces vemos transcurrir la misma, y deseamos recordarla en el futuro. Pero por un motivo u otro esos recuerdos se van disolviendo por el mismo lugar que han venido. Tras observar las cámaras que llevan puestas en los cascos de los motoristas. Me vino una idea a mi feliz y aventurera cabeza. Ser poseedor de una de ellas para plasmar en mis momentos más delicados algunas escenas de nuestra cotidiana vida. Por mis paseos matutinos veo cómo, por ejemplo, mojarse los pies en la playa del chorrillo en plena primavera, 15 de abril, acompañado por sus hijos de corta edad, es suficiente para ser inmortalizado con una fotografía capturada por nuestro inseparable teléfono móvil.
Y es que vivimos en un mundo donde alguien escribió la novela, desconocemos su autor, y nosotros somos tanto los actores, figuristas y a la vez espectadores. Sólo tiene idea del argumento ese ser superior. Nosotros somos sus marionetas. Contemplando cómo sale de la yema una nueva rama, que gracias al sol, a la absorción de los nutrientes, hace en el futuro desarrollarse una hoja y una flor que es el confín que será el desencadenante de un fruto. El cual cuando llegue su día será el bien más preciado que Dios ha querido donar a nuestra humanidad.Cada ser humano llega a este planeta con una tarea entre sus brazos.¡Qué complicado es está asignación!.
Nadie puede llegar a desmembrar las intenciones de nuestro creador. Por eso cuando un espíritu libre se emociona no tiene más remedio que desahogarse no reprimiendo la salida de ese liquido salado de nuestros lacrimales. No somos diferentes. Somos unos tocados por la varita de la sensibilidad. Esa que nos hace ver bajo otras perspectivas este mundo tan cruel que estamos viviendo. No es valle lleno de todos los manjares. Es un lugar donde las trampas, los espinos están ahí. No nos podemos descuidar.
El pasado domingo día 14 de abril cuando me encontraba trabajando en la aduana del Tarajal, vi a una niña de corta edad que se había escapado de la vigilancia de su madre. La misma corrió y la pudo pillar casi a donde me encontraba. La nena tenía puesto una gorra de color roja.Al analizarla vi unos rasgos de asiática que rápidamente identifiqué que podría tener la enfermedad denominada ‘síndrome de down’.
La madre le quitó la gorra y fue cuando la belleza de esta niña explotó ante mi rostro. La madre le dijo algo en dariya y esta sin aguantarse un poco con sus dos manitas ayudado por sus dedos índice y pulgar formó un corazón que se lo puso en el músculo que tiene igual nombre y luego movió este gesto hacia mí dando un beso con su boca.Yo como era de recibo hice el mismo gesto en símbolo de agradecimiento. Le pregunté si me quería dar un beso y ella accedió. Seguidamente yo le di uno en su cabeza.
Se fueron y fue cuando yo me desahogue llorando como una Magdalena.