Se acaban de cumplir cinco siglos de la mayor hazaña marítima de todos los tiempos. La expedición de Magallanes y Elcano se ha convertido en un capítulo que traspasó la propia ficción para hacer historia y que, además, constituye el cénit para los amantes del mar. ¿Quién no ha soñado o divagado con realizar esa circunvalación al mundo? Un acontecimiento que parece de película, de cuento o de libros de historia que algunos se proponen poder contarlo en primera persona. Tal es el caso del ceutí Enrique De la Gándara que está a tan solo un día de embarcarse en el gran proyecto de su vida.
Tal y como hiciese en su día el portugués en la Nao Victoria, este caballa de 28 años replicará parte de esa travesía en un catamarán de 20 metros de eslora que partirá desde el sureste de Francia. Una aventura que iniciará con un recorrido por todo el Mediterráneo y continuará a final de verano por el Atlántico. Las Canarias serán la primera parada de una de las travesías más duras, pero que De la Gándara conoce bien, ya que será la segunda vez que cruce este océano. “Partiremos hacia Cabo Verde y después todos los países del Caribe. Barbados, Martinica, Santa Lucía... para pasarlo un poco mal”, ríe.
El viaje continuará atravesando el Canal de Panamá. “Ahí podemos elegir entre la famosa ruta de James Cook, el marino inglés que subió toda la costa oeste de América y luego fue hacía el Pacífico; o la de Magallanes, que lo hizo a mitad de Centroamérica”, explica De la Gándara.
Es precisamente esa travesía por el Pacífico la que le genera sentimientos enfrentados. Un miedo y, a la vez, una curiosidad que para este joven amante del riesgo son sensaciones intrínsecas. “Es la que me genera más respeto, porque es la zona de agua más grande del mundo, no tienes asistencia a miles de millas. Pero a la vez también es muy emocionante”, expresa.
Es consciente y conocedor de los riesgos que entraña esta travesía. Él mismo los ha padecido en la que realizó por el Atlántico, donde los infortunios se sucedieron hasta llegar al extremo. Pero lejos de acongojarse, llega curtido y más preparado. “Gozo de más resistencia para aguantar, el no ver tierra hay quien no lo puede tolerar y acaba tocadito de la cabeza”. Pero les resta importancia “porque el peligro puede estar en cualquier lugar”.
En un mes ha dejado todo para embarcarse en esta épica aventura. “Una familia británica me contactó por una página que se llama Find a crew. Necesitaban un patrón y me lancé”, explica. Un viaje que supone una auténtica prueba de resistencia “porque un capitán además de pilotar un barco ejerce un poco como psicólogo. Tiene que abogar porque haya buena convivencia, y si decaen los ánimos es el encargado de levantarlos”.
Este viaje es un reto, sin duda, con el que obtener reconocimiento profesional. “Es un máster”, confiesa entusiasmado. Pero es más que eso. Para De la Gándara el viaje es la travesía en sí, no el destino. Es el adentrarse en una búsqueda personal que constituye “mi cúspide, es lo que siempre he soñado”. Un sueño basado en una filosofía de vida que ha estado ligada al mar desde su más tierna infancia. “Todavía es temprano para vender hazañas, pero si de algo pudiese presumir es de haber encontrado el sentido de mi vida. De poder decir que lo que estoy haciendo es lo que me gustaría hacer hasta el fin de mis días”, confiesa.
Este patrón de embarcaciones que lleva desde los 16 años navegando en competiciones de vela ligera no ve su hogar fuera del mar. Esa mar que, al igual que el pirata de Espronceda, le arrulla y le sosega. Esa mar que, dice, le hace sentir realizado. La única que le completa, la única ante la que se rinde. Su única patria que le guiará en un periplo que, de alcanzarlo, “ya me podría morir tranquilo porque habría conseguido el propósito de mi vida”.
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