Las hijas de Antonio, de 80 años y residente en González de la Vega número 4, alertan de la incertidumbre a la que está sometido su padre y toda la familia después de que el pasado miércoles se suspendiera el juicio para el desalojo de su vivienda. Él es uno de los seis residentes de este edificio que por sus condiciones estructurales ha sido declarado inhabitable por la Consejería de Fomento y que está inmerso en un proceso de desalojo que en la actualidad está judicializado, después de que los vecinos se negaran a abandonar las viviendas a cambio de una ayuda para el alquiler.
La familia defiende que su padre vive allí “porque la Ciudad le dio las llaves” y es que Antonio tiene un contrato de arrendamiento que data de 1971, cuando alquiló una casa a un particular en la calle Millán Astray. De ahí se produjo la primera reubicación a través del Ayuntamiento, después de que el edificio fuera declarado en ruinas.
Se trató de una decisión de la Ciudad, reclaman las hijas, pues fue la mismas Administración local quien lo reubicó en otra casa, propiedad de la ciudad, en esta ocasión en el Paseo del Revellín. La historia se volvió a repetir. Tuvo que abandonar esta residencia porque también estaba en condiciones no habitables.
Tras varios cambios, en 1996 le entregaron las llaves de una casa en González de la Vega, bajo la promesa de otorgarle una vivienda cuando saliese una nueva promoción de casas. Sin embargo esa promesa nunca se cumplió, pese a que, todavía, le siguen haciendo el compromiso de forma verbal. “Hace poco el mismo Vivas le dijo que sí, que había una casa para él, pero no. Mejor que no le diga nada”, protesta una de las hijas, cansada de las esperanzas que le han dado a su padre y que más tarde no se han materializado.
A sus 80 años, sus hijas consideran que su padre no puede vivir en este estado de incertidumbre y a las espera de un juicio por desalojo cuando “no ha hecho nada mal” y conserva toda la documentación de los contratos de arrendamiento que ha mantenido desde los años 70, así como la documentación que en su día le aportó la Ciudad para poder vivir allí.
Claro que no es de recibo que este señor de 80 años viva en esa constante inseguridad. Esto no es normal. Como tampoco lo es, que se gaste una "indecente" cantidad de dinero en "farolitas" para la Gran Vía.
Este dinero podria haberse destinado por ejemplo, a restaurar este edificio como pocos van quedando por desgracia ya en la Ciudad. Como también por desgracia cada día se descuida más lo antiguo, que no viejo (en todos los sentidos), sin comprender que quien actúa así, poco sentido común tiene. No hay mayor regocigo que conservar las raíces y cuidar de nuestra historia, que se contempla a través de sus edificaciones.