Ayer por la mañana estuve escuchando una canción de Enrique Iglesias titulada ‘No me digas que no’. Justo en el momento que finalizó la audición de la misma, y coincidiendo con los últimos tragos de mi leche calentita semidesnatada y sin lactosa, por suerte, presencié un diálogo entre dos consuegras, mi mujer y María Guadalupe , donde discutían por lo que cada una debería de llevar a la cena de noche vieja.
Mi intención de mediar fue muy sencilla. Les mandé a cada una de ellas un enlace, por nuestro medio de comunicación más usado hoy en día, incluso en cortas distancias, el Whatsapp, dándoles la mencionada tonalidad, con el igual cantante, dieron el fruto deseado por mí, que los humos se apagarán y la dicción fuera por otro lado. ¿Se imaginan por dónde? Pues con unas maléficas sonrisas se intercambiaron un diálogo, entre mujeres, que enmarcó lo bonita que era la misma y lo guapo que es el joven retoño de "Julito". Misión cumplida por unos momentos.
Estando trabajando en un lugar conocido ceutí, la aduana del Tarajal, me tropecé con dos personas de un porte hoy en día muy generalizado por las dietas en sobreexceso de grasas. Y me acordé enseguida de un buen amigo que había sufrido muchísimo por este tema. Les planteé a los dos el milagroso sistema que dio en definitiva con la construcción de un nuevo cuerpo, muy deseado por él, por cierto. Los pobres hombretones pusieron mucho interés en el diálogo y a todo le dijeron que sí. Vi un propósito de enmienda, y un dolor de los pecados que les estaba llevando a su crítica situación como fue denominada por ambos.
Lo primero que les sugerí fue que se pusieran en manos de un buen especialista. Ya que sabido es que las dietas milagrosas no existen. Y llevarlas por oídos puede perjudicar la salud nuestra. Pero les afirme que mi amiguete paso de 128 kilos a 84 en un sacrificio de año y poco. Sin prisas pero sin pausa. Esto fue lo que les puso la sonrisa en la boca a cada uno de ellos. Y se notaba en los ojos vidriosos que como dicen los médicos la cara es el espejo del alma. Y era la intención que me había propuesto en esta parada, decir que también influyó la hora tan temprana, primeras luces del día 30 de diciembre, que no viniera nadie detrás de mis atentos interlocutores.
Lo primero que les recomendé fue el ejercicio físico. Siempre moderado, y en progresión, y que el primer cuidado que deberían de tener era de comprar ropa y calzado adecuado muy especialmente para evitar rozaduras en las entrepierna y nuestros delicados pies. Una eventualidad muy molesta que podría dar al traste con las ganas que hay que poner al principio. Pudiendo poner la primera muesca en unas interminables pegas para volver a la apatía de no poner ganas en una senda tan delicada y larga como es la voluntad de emprender la ruta de la felicidad en construir un nuevo cuerpo.
Luego les sugerí una dieta compuesta por la ingestión de una serie de alimentos a unas horas determinadas, en el desayuno, mediodía, comida, merienda y cena. Muy típica en dietas hipocalóricas basadas fundamentalmente en frutas y verduras, sin dejar de lado el aporte de la carne y el pescado, con los toques de cocinarlos con poco aceite y si era posible a la plancha y sin dejar de lado nuestra herencia de la dieta Mediterráneo. Y lo principal entre comidas mucho líquido para evitar por un lado el comer algo fuera de los planes planteados un pecado muy frecuente entre nosotros, como nadie me ve pues pico algo, y alguna ayuda como son las infusiones de algunas plantas para ir derritiendo las grasas. Les advertí que las primeras micciones serían de un color oscuro y con olor muy fuerte para evitar sorpresas. Espero que haya sido de ayuda y que pueda ver algo más de felicidad en una futura entrevista con estos hombretones. Y que el ritmo y la letra de la canción de Enrique Iglesias les valga para que su voluntad sea indestructible. Sólo me queda deciros adelante muchachos que vosotros podéis. Sois jóvenes y con mucha voluntad.