Y el Instituto de Estudios Ceutíes habló con prontitud, rigor y detalle. Norma de la entidad y no lo digo por corporativismo. Once fechas, once alternativas para una posible variación de la conmemoración del Día de Ceuta, tal y como piden ciertos grupos de la oposición. Asunto difícil e insólito. Como ceutí de nacimiento y corazón sentiría rubor ante el resto de nuestros compatriotas si un día fuésemos noticia por ser la única autonomía que, de golpe y porrazo, decide cambiar su Día por una interpretación miope y sesgada de nuestra historia, veinte años después de su institución.
¿Qué la llegada de los portugueses trajo consigo un reguero de sangre para quienes estaban establecidos en 1415 en esta tierra? ¿Y dónde no se sucedían episodios cruentos en el devenir de aquella lejana época? Curiosamente, cuatro autonomías eligieron su día rememorando episodios bélicos que habrían de marcar su futuro. La Comunidad Valenciana con la entrada de Jaime I en la capital en 1238. Castilla – León, en recuerdo de la batalla de Villalar en la guerra de las Comunidades castellanas y la célebre decapitación de tres de sus comuneros. Madrid, por su lado, se decantó por el 2 de mayo en honor del levantamiento del pueblo de la Villa contra el invasor francés. Y Cataluña, finalmente, con la caída de Barcelona por las tropas borbónicas durante la guerra de Secesión.
En otras cinco autonomías recurrieron a conmemoraciones religiosas para instituir sus respectivos días. Extremadura haciéndolo coincidir con la fiesta religiosa de su patrona, la Virgen de Guadalupe; Asturias con la de la Virgen de Covadonga, mientras que Aragón, Galicia y Navarra lo encuadraron en la conmemoración de sus respectivos patronos regionales, San Jorge, el apóstol Santiago y San Rafael, respectivamente.
Por su parte, siete autonomías optaron por fechas políticas relacionadas con la promulgación de sus respectivos estatutos. Los casos de Murcia, Baleares, La Rioja y el País Vasco, al tiempo que Castilla – La Mancha con la fecha de la constitución de las Cortes Regionales, y la vecina Andalucía con la del célebre Referéndum del 20-F de 1980.
Cantabria prefirió la originalidad enclavándolo en su Día de la Montaña, que exalta las tradiciones, costumbres y valores etnográficos de la Comunidad, mientras que Melilla se decantó por la fecha de la toma de la Plaza por las tropas del Duque de Medina Sidonia en 1497.
De las once posibles alternativas expuestas por el ICE, y sin menosprecio de ninguna, pueden ser significativas en el plano histórico el 1 de diciembre de 1640, inicio de la sublevación de Portugal contra Felipe IV, en el que Ceuta decidió permanecer fiel a la monarquía española, o la del mismo día de 1668, firma del Tratado de Lisboa que supuso el reconocimiento de derecho de nuestra españolidad, que ya lo era de hecho desde muchísimos años atrás. Más próxima en el tiempo la fecha en la que en 1931 Ceuta consigue circunscripción electoral propia, o la de ese mismo año cuando el 21 de mayo se crea una delegación del Gobierno que acaba con la dependencia de los poderes gubernativos de los Altos Comisarios y de los Comandantes Generales. En cuanto a la última fecha a la que alude el ICE difícilmente, me imagino, sería precisamente del agrado de quienes reclaman ese cambio del Día de Ceuta, la del 28 de septiembre de 1981, cuando el Pleno acuerda por unanimidad elevar petición para constituirnos en Comunidad Autónoma de acuerdo con la disposición Transitoria Quinta de la Constitución.
Me reafirmo después de todo lo anterior en mi postura. Sigo sin ver mejor ubicación para conmemorar el Día de Ceuta que el 2 de septiembre, cuando la flota portuguesa abandona la ciudad tras la conquista y Pedro de Meneses queda al frente de su gobierno junto con su corte de asesores. Es el primer ejecutivo de nuestra nueva era, una vez incorporada Ceuta a la civilización occidental, y el recuerdo hacia el país lusitano que lo hizo posible, por encima de otras interpretaciones oportunistas e interesadas.
Puestos en la coyuntura de cambiar nuestro Día, ¿y por qué no ubicarlo el 5 de agosto, el de la Patrona, al igual que hacen en las cinco comunidades arriba citadas? Con ello acabaríamos con el triste panorama de que unos años sea laborable y otros no. Claro que a buen seguro no faltarían quienes también podrían buscarle los tres pies al gato con este encaje al que por cierto no ha aludido el ICE.
En mi opinión, manténgase el dos de septiembre hasta tanto no seamos Comunidad Autónoma como los demás -¡qué iluso!, me dirán-, o por lo menos llegásemos a un Estatuto reformado y enriquecido con más competencias, las que razonablemente pudiésemos alcanzar. Y el día que viera la luz en el BOE lo que sigue pareciéndome una utopía si que sería el ideal para mutar la fecha del dos de septiembre. Llegado tal ‘milagro’, me atrevería a afirmar que una gran mayoría de ceutíes podríamos estar más de acuerdo que nunca.