A fuerza de andar sincero, uno se va acercando a su verdad. Son nuestros pasos como noticias que avisan de un tiempo mejor.
Ha sido este mes un tobogán de sensaciones y acontecimientos, no exentos de dificultad, y que iré desgranando como el escritor de un cuento inacabable, que sabe de sus errores, pero también de sus aciertos. Dícese en el castellano viejo, que no hay mayor error, ni mayor desdicha, que no compartir tus alegrías (tan necesitados como estamos).
Siendo así, mis aventuras con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, empezaron en la noble y hermana ciudad de Huelva; una ciudad que mira a la sierra y que mira al océano también (se nota en el aire la cercanía del mar atlántico). Huelva: tierra donde se inician los descubrimientos.
El caso es que me llamaron para participar en un Congreso Internacional sobre Salud Mental, en una mesa sobre superación titulada “¿Y si te dijeran que puedes?”
Fui propuesto por el presidente de FEAFES Andalucía, Manuel Movilla, una persona amigable y preparada. Juntos formamos un tándem: somos los dos únicos presidentes de órganos de gobierno autonómicos que tenemos un problema de salud mental; o en positivo, que podemos contar la salud mental desde la experiencia en primera persona.
La noche anterior compartí unos momentos inolvidables con otros ponentes, aunque destaco el habla de Fredy, un psiquiatra natural de Venezuela, que estudió medicina en Cádiz, y que trabaja exitosamente en el sistema británico de salud mental. Qué delicia cuando el buen gusto en el habla se entremezcla con el conocimiento.
Pero era hora de velar armas, ya que bien temprano había de dirigirme a un caudaloso auditorio. Compartía mesa con una experiencia al límite, contada por el creador de “Al filo de lo imposible” (que ya pudimos visionar en el Vídeo Fórum de Ceuta de este año).
Era hora de desperezarse, ya que era mi turno en el atril, y yo siempre con mi gran duda metódica: “Espero no aburrir”.
En mi intervención “A este lado de la esquizofrenia” quería dar el contrapunto al lenguaje técnico de los profesionales de la psiquiatría y la psicología, para sembrar en la mente del receptor que el hecho de que la esquizofrenia sea uno de los trastornos más discapacitantes no es una razón matemática. Y así desglosé toda la actividad en la estoy inmerso.
Todo terminó y a otra cosa que mañana había junta directiva en Madrid. Sin embargo, una jugada del destino me hizo recapacitar sobre mis idas y venidas a cuenta de la salud mental.
Ya estaba cerrando el libro de Huelva, repensando errores y dando cuenta de un bocadillo, en la estación del AVE de Santa Justa, cuando un ser alado se presentó ante mí. Una mujer, con la luz que te da la tranquilidad, me dijo: “¿Eres tú Basilio?”. Humildemente: “Sí”. “Es que vengo del congreso de Huelva y me ha servido escucharte. Resulta que tengo un hermano que se ha quedado en la fase de aislamiento”. “Gracias”, terminó.
Conclusión: me lleva muchos desvelos administrar los asuntos en pro de la salud mental, pero donde siento más mi valía es interpretando ese complejo problema que es la esquizofrenia; ahora que la veo con distancia.
No creo que ningún afectado se vaya a leer las 500 páginas de un tratado de psiquiatría, para encontrar luz en la confusión. Así que, con la imagen de esa mujer de Santa Justa en el recuerdo, iré modernizando mi lenguaje para convencer a los afectados por ese horrible dolor que es la esquizofrenia a que salgan de sus habitaciones, y le tomen el pulso a la vida, a la que todos somos llamados.