Las distintas zonas de la Protectora están llenas. Gatos y perros nacidos en la calle o fruto del abandono conviven en un lugar repleto de historias. Los hay que están perdiendo el pelo, no entienden por qué se les abandonó tras estar años en una casa. Los hay que permanecen arrinconados, muriendo poco a poco de tristeza. Otros te comen a lametazos cuando cruzas por la puerta porque solo quieren juego y cariño.
A los casos de adultos y cachorros se suman las camadas de recién nacidos. Un auténtico drama.
El verano es demoledor. Los abandonos aumentan, las crías procedentes de camadas callejeras se multiplican, en las colonias tampoco pueden hacer mucho más.
Hay animales que nunca han salido de este lugar. Nadie los quiso. Esperaron la vuelta de sus dueños, que alguien los adoptara, murieron de pena o se entregaron a cualquier enfermedad. Ahí terminó su historia. Nunca hubo una segunda oportunidad.
Para otros sí ha existido. Hoy conviven con familias que les quieren, que han sustituido a las que los dejaron en mitad del camino.
Hoy les contamos algunas historias en un reportaje que busca concienciarles. Busca trasladarles una problemática. Mostrarles una realidad.
A quien no les gusta los animales será difícil hacerles cambiar de opinión, pero les aseguro que no saben lo que se pierden al no apostar por la adopción de uno de estos perros o gatos, capaces de dar un cariño sin igual, fieles, leales.
Son maravillosos. Son víctimas de un desprecio absoluto de una parte de la sociedad que los consideró objetos, que los utilizó. Darles una oportunidad es sencillo. La Protectora les espera.