En plena temporada de playa no es de recibo que tengan que visualizarse quejas como las presentadas por los vecinos de la Almadraba. A ellos se suman los usuarios del Tarajal o los de puntos más lejanos como la de Santa Catalina, que o es limpiada por particulares o por voluntarios. Sí, la respuesta ya la sabemos. Nos dirán que esta última no está considerada como tal, salvo a la hora de poner sanciones o advertir de prohibiciones para nada congruentes en zonas que ni son habilitadas como se merecen ni reciben el trato de zonas de baño.
Desgraciadamente hay playas de primera y de segunda. Hay situaciones inconcebibles en la Ribera que sí se reproducen a diario en el Tarajal. Hay abandonos y dejaciones que podrían ser subsanados con una mínima atención que, curiosamente, no se presta.
Cualquier usuario puede comparar la radical diferencia entre unas y otras zonas, puede comprobar como esa política de igualdad que se promueve negando los hechos es falsa y puede concluir que, por causas nunca explicadas, hay una desconsideración hacia determinados puntos que en una ciudad como Ceuta no deberían estar tan abandonados. Ese empecinamiento en dar la espalda a la Ceuta marinera a la que tanto alude el presidente Vivas en sus discursos con comportamientos de este y otro tipo constituye una singular locura difícil de entender.