Hace varias semanas se divulgó en los medios de comunicación que el alcalde de Valladolid cuestionó severamente la capacidad para debatir con él sobre gestión la portavoz de Ciudadanos, descalificándola en los términos siguientes: “Le recuerdo que usted antes de estar en este Ayuntamiento tenía un puesto de trabajo bastante normal en una tienda, enVallsur, y no ha gestionado usted nada en su vida, en ningún sitio. Por tanto, ¿qué es lo que gestionaba usted para acreditar ante los ciudadanos de Valladolid que tiene capacidad para gestionar?”. La concejala exigió disculpas por tales descalificaciones; pero el alcalde rehusó presentárselas y ella abandonó el pleno en señal de protesta.
Siempre digo que nunca he sido político y rara vez comento cuestiones con la políticas relacionadas, excepto para desenmascarar el montaje de los separatistas. Pero esta vez, no tengo más remedio en conciencia que salir, de forma respetuosa pero enérgica, al paso de semejante disparate vertido por dicho munícipe. Su caso de ahora me recuerda otro muy parecido que en 1964 conocí en Madrid. Se trataba entonces de un padre, a cuyo hijo sólo le faltaba aprobar la última asignatura de la carrera para hacerse ingeniero de caminos. Había obtenido buenas notas a lo largo de la carrera y pudo estudiar con una beca. Sin embargo, se le atravesó esa asignatura pendiente y, tras suspendérsela varias veces, le retiraron la beca. El padre trabajaba como conductor oficial de un alto cargo de la Administración, y al hombre apenas le alcanzaba su módica remuneración para poder hacer frente al pago de un piso hipotecado que había adquirido, más la matrícula y gastos de los estudios del hijo.
Pero mira por donde el padre se enteró que su jefe era amigo del catedrático que varias veces había suspendido al hijo en esa asignatura. El hombre se animó a plantearle el problema al jefe por si le parecía correcto comentarlo con su amigo el catedrático, con la esperanza de que éste fuera algo benévolo y terminara por aprobarle esa única asignatura pendiente. Sin embargo, al conocer el jefe la petición que su conductor le formuló, muy sorprendido le replicó: “Pero bueno, vamos a ver, me pides una recomendación para que tu hijo sea ingeniero de caminos, cuando lo lógico sería que me la pidieras para que fuera conductor como tú”. Ante semejante actitud de su jefe el padre se quedó pasmado. Y me pregunto, si no sería por algo así por lo que don Quijote exclamó aquello de: “¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!”.
“Ha demostrado tener un talante impropio de su rango y autoridad, queriendo vejar”
Pues así se las gastaban algunos jefes de aquella época, a la que todavía parece pertenecer el ínclito regidor vallisoletano. Era el tiempo en que aun existían “amos” y “criados”, o “ricos” y “pobres”; sin que este alcalde de ahora parezca haberse enterado que en 1978 el artículo 14 de la Constitución ya desterró de las clases sociales aquello de “súbditos” de pueblo, pero también lo de “señoritos” de cortijo, al disponer: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Y no es que la Constitución viniera entonces a “igualarnos” a todos con el mismo rasero, porque luego existen la especialización del trabajo, el mérito y la capacidad de cada persona para abrirse paso en la vida en función de su formación y sus propias cualidades. Es decir, la Carta Magna no vino a concedernos a todos los españoles, sin más, una misma categoría profesional, ni igual título académico, ni idéntica posición social, sino que llegó para marcarnos unos principios generales orientadores de lo que son nuestros derechos fundamentales y la igualdad de oportunidades para todos, pero teniendo en cuenta luego las distintas cualidades de cada persona para el estudio, el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, la entrega y el sacrificio, de manera que a nadie se pueda discriminar, impedir, negar o hacer de peor derecho que a otros por cualquier condición, circunstancia personal o social. Luego, cada uno tiene que ganarse su posición en el trabajo y en la sociedad, según su capacitación personal y propia valía.
Pero sólo el hecho de que el alcalde descalificara de tal forma a la portavoz, con tanta presuntuosidad, arrogancia y prepotencia, por el único motivo declarado de que antes ella tuviera que trabajar en una tienda para poder costearse la carrera alternando los estudios con su trabajo, sólo con eso, dicho alcalde ha demostrando ser un político incapacitado para gobernar el Consistorio con la debida prudencia y mesura que el cargo exige, pero de las que él carece, hasta el punto de quedar todavía muy por debajo de la desacreditación que él mismo hizo de la concejala con su ánimo deliberado de menospreciarla, denigrándola y haciéndola desmerecer públicamente como política, como mujer y como persona. A eso sólo puede llamársele: “alcaldada”, “cacicada” o “tropelía” a la antigua usanza. ¿Merece alguien así ser alcalde de una ciudad tan noble y de tanta solera como Valladolid, habiendo tratado a la concejala con tanto desdoro y vilipendio?. De esa forma, no era la portavoz la incapacitada para gestionarla, sino su alcalde.
“Suelen recurrir al insulto y a la descalificación, para tratar de amedrantar”
Cualquier trabajo por modesto y humilde que sea, si es decente y honrado, también es digno y merece respeto y consideración a quien lo realice, máxime con la especial sensibilidad que por un alcalde debe ser visto un empleo en época de tanta precariedad laboral. Por eso, el proceder del alcalde mofándose tan pobremente de una trabajadora ha estado fuera de las mínimas reglas de educación, urbanidad y cortesía parlamentaria. Con ello ha demostrado tener un talante impropio de su rango y autoridad, queriendo vejar públicamente a una mujer por serlo, o porque ella en su intervención le estuviera imputando injusticias o arbitrariedades como catedrales, ante las que sólo podía hacerla callar de forma tan expedita.
Ciertamente, cuando no se tienen razones ni argumentos que esgrimir, entonces es cuando estos personajes autoritarios suelen recurrir al insulto y a la descalificación, para tratar de amedrantar con malos modos y peores artes dialécticas, a modo de como antiguamente se hacía para intimidar: “¡Usted no sabe todavía quién soy yo!”, que es propio de gente déspota, clasista, machista y sectaria, en su torpe y desesperado intento de silenciar a la concejala, para que abandonara el Pleno y no volviera a ponerlo en evidencia, sin llegar a discernir que así el propio alcalde se descalificaba de la peor manera.
Pues sepa el alcalde de Valladolid que, desde los tiempos más remotos hasta hoy, innumerables personas de origen humilde, nacidas en la pobreza, pero con talento, perseverancia, tesón, esfuerzo, sacrificio, y sin otra ambición que el noble afán de superación, lograron hacerse a sí mismo, ocupando puestos eminentes en la sociedad que legaron un nombre ilustre a sus semejantes y a la posteridad, y se convirtieron en ejemplo imperecedero de lo que las personas pueden hacer si se lo proponen con cabeza y firme determinación, a pesar de que en 1964 todavía quedara algún jefe como el del conductor de Madrid, y de que hoy los siga habiendo de esos que creen que ellos están para ser servidos por los ciudadanos, en lugar de ser los cargos públicos los que deben estar al servicio del pueblo.
“Tomás Edison, físico e inventor de Estados Unidos, fue vendedor de periódicos”
Recuerdo al alcalde algunos ejemplos: Esopo, el célebre fabulista, además de sufrir una deformación física que hubiera deprimido a quien no poseyera como él una voluntad férrea, fue esclavo. Y en la esclavitud nacieron Jean Jacques Dessalines, emperador de Haití, y Tomás Louverture, general y libertador del mismo país. Epicteto, afamado filósofo estoico, también fue esclavo. Orígenes muy humildes tuvieron grandes genios de los cuales ahora la humanidad se enorgullece: Cervantes y Shakespeare, Colón y Edison. Los extremeños Diego de Almagro, conquistador de Chile, creció en un orfanato; y Francisco Pizarro, conquistador de Perú, fue porquero. Sebastián Belalcázar, conquistador español, fue leñador.
Tomás Edison, físico e inventor estadounidense, fue vendedor de periódicos. Los caudillos mexicanos Pancho Villa y Emiliano Zapata fueron peón de campo y labrador, respectivamente. Antonio Maceo, libertador cubano, fue pastor llanero. José A. Páez, caporal de hato, fue general y presidente de Venezuela. Y Domingo F. Sarmiento, presidente de Argentina, mozo de tienda y peón de minas. Stephenson, inventor de la máquina de vapor, nació en un miserable tugurio de mineros; su padre era jornalero y estaba al cuidado del ascensor que subía el mineral. Stephenson empezó limpiando el carbón de piedra, después le confiaron la conducción de uno de los caballos del mecanismo. Watt, para subsistir mientras iba meditando sus extraordinarios inventos, tenía que fabricar flautas, órganos y brújulas.
Herschel, el astrónomo insigne, se ganaba la vida como músico de orquesta; durante los descansos salía de la sala de baile y observaba los astros con unos gemelos; posteriormente descubrió Urano y fue célebre científico. Los padres de Benjamín Franklin tenían una jabonería en Boston, donde el famoso sabio trabajó siendo niño; luego fue cajista y tipógrafo y adquirió celebridad por sus condiciones de insigne estudioso y trabajador constante. Franklin fue uno de los libertadores y constructores de los Estados Unidos. El joven Félix Perelli, hijo de un pastor anónimo, era tan pobre cuando llegó a Roma para abrirse camino, que toda su fortuna apenas le alcanzó para comprarse unos zapatos. Trabajó como mozo de cuadra, estudió y fue, poco a poco, escalando posiciones hasta llegar a convertirse en el papa Sixto V, y se enorgullecía recordando sus humildes comienzos. Rembrandt, hijo de molinero, fue siempre muy pobre.
El padre de Turner era barbero en Londres. Para costearse sus estudios en Italia, Goya se agregó a una cuadrilla de toreros. Tintoretto, teñidor de telas; Caravaggio, peón albañil; Giotto, pastor; Haydn, hijo de un humilde carretero. Otros triunfado en su vida habiendo iniciado su carrera como simples empleados u obreros, sin más capital que su inteligencia, su dedicación y entrega al trabajo, como: Wanamaker, Clafin, Ford, Field, Rockefeller, Barr, Gould, Selegman, Wilson... Señales alentadoras para los que se inician: La valía y el verdadero talento pasan a través de los grandes obstáculos, abriéndose camino hacia el éxito. Newton y Laplace tuvieron su origen en familias de labradores. Faraday era hijo de un artesano herrero, y en su juventud fue aprendiz de encuadernador. Copérnico era hijo de un panadero polaco; y Képler, de un tabernero. Y de nuevo volvemos a encontramos aquí con don Quijote, cuando dijo: “Sábete, Sancho, que no es nadie más que otro, si no demuestra serlo”.
¿Qué impedía, menguaba o menoscababa a la portavoz el hecho de que antes hubiera sido una humilde trabajadora en una tienda, para que siendo luego concejal no pudiera debatir la interpelación, cuando precisamente eso quizá sea lo que más le honre?. Creo que nadie está más legitimado para prosperar y progresar que quien de verdad se lo “curra” por sí solo, escalando desde abajo hasta arriba, desde el primer peldaño hasta lo más alto de la cima, por sus propios medios y sin tener que ser aupado por nadie. Esa es una de las cualidades que más admiro en los demás, y que por propia experiencia sé que produce la más íntima de las satisfacciones: hacerse a sí mismo, comenzando a trabajar desde puestos modestos, siempre con dignidad, honestidad y honradez, alternando los estudios con el trabajo, como la portavoz que el alcalde tanto descalifica, para luego poder alcanzarlos de los más altos.
Para mí, toda persona que se haya hecho a sí misma, con su trabajo, estudios, esfuerzo y sacrificios, tiene un gran mérito y es digna del mayor encomio, mereciendo todo mi respeto y consideración. Decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”; porque él concebía que en las circunstancias de cada persona necesariamente debía estar muy presente abrirse paso en la vida, porque cada cual debe forjarse su futuro por sí mismo. Pues, señor alcalde, sea más prudente, también más humilde y menos prepotente y soberbio, que el pueblo tiene memoria, y vota.