El debate suscitado entre la clase política y reducido a un ‘concertinas sí o no’ se mueve en lo superficial de una política de control migratoria ejercida desde hace años en unas trincheras etiquetadas como Frontera Sur de Europa.
Cuando el PSOE decidió colocar las hileras de cuchillas sobre los perímetros de Ceuta y Melilla buscó responder a una presión que no sabía cómo controlar. Tras aquello llegaron los heridos que mostraban sus piernas y extremidades rajadas, las suturas e intervenciones en los hospitales e incluso las muertes.
Los informes en los que se ha sustentado la defensa acérrima de estos mecanismos se reducen a una cuestión esencial: los minutos. Un salto por zonas del vallado en las que no hay concertinas se produce, de media, en dos minutos. En cambio, por las zonas coronadas de cuchillas, entre 5 y 7.
No son cifras aleatorias. Vienen recogidas en informes de la Guardia Civil, un Cuerpo que clama porque se busquen otras alternativas que ayuden a, al menos, conseguir ese tiempo de reacción, ese bloqueo de cinco minutos al que ya se le ha puesto un punto y final.