Después de un largo viaje que me ha llevado por tierras volcánicas azorianas, he tenido que pernoctar en Lisboa en mi camino de regreso a Ceuta y pude pasear por algunas de sus zonas emblemáticas. A pesar del cansancio acumulado por la campaña científica en el mar y las horas dejadas en pantallas de ordenador y laboratorios oceanográficos, todavía guardaba algunas fuerzas para pasear por una de las ciudades que más me han gustado desde hace ya más de veinte años.
Abierta al Atlántico y surcada por brisas y vientos bajaba ufano por la ruidosa avenida Marqués de Pombal que fue a la sazón el reformador, muy criticado por entonces y también en nuestros días, que tomó las riendas de la reconstrucción de la capital portuguesa después del terremoto y el gran incendio que la arrasó.
En nuestro libro sobre el litoral marroquí, ya a punto de entrar en la imprenta, se comentan los estragos del tsunami que afectó a gran parte del litoral marroquí, causando destrozos en los acantilados que son todavía visibles en la región de Casablanca. Una vez que llegué al centro neurálgico de la actividad cultural y del casticismo lisboeta me vino un sentimiento de contrariedad al ver como había mudado su aspecto y de lo abarrotadas que se encontraban todas las calles por las que intentaba pasear admirando azulejos y clima callejero.
No es que a mi me entusiasmen los negocios variados y las calles llenas de ofertas, pero siguiendo los conceptos de fisiología urbana propuestos por Jane Jacobs está claro que estaba siendo testigo de la monstruosa transformación de un centro urbano tradicional con pequeños y variados negocios de todo tipo: restaurantes íntimos y acogedores, librerías con encanto y abolengo, bodegas con sabor colonial y un largo etc de establecimientos plenos de autenticidad, absorbidos por una maraña de franquicias orientadas al consumo de comida y bebida.
Están matando la diversidad urbana y con ello simplificando la diversidad humana, o peor, transformándola en una masa homogénea de sofisticados turistas-zombis sin más fin que seguir la corriente del consumo globalizador que podrían realizar de igual manera en muchos otros rincones de las grandes capitales mundiales.
“A fuerza de capitalismo enloquecido han consegido hacer ver a las masas que la única forma de sobrevivir es vender las identidades y convertirlo todo en dinero y repetir establecimientos franquiciados”
Justamente según Jacobs, la diversidad de servicios generada por las ciudades se fundamenta en la aglomeración de personas y mentalidades diferentes que hace que funcione prósperamente una gran variedad de tipos de tiendas y ofertas que, con el tiempo, forman parte de la personalidad de las calles de la ciudad.
En Lisboa, su espléndido barrio alto disponía de calles emblemáticas donde poder encontrar todo lo que se necesitaba para cubrir las necesidades de variados tipos de ciudadanos a los que unía una vida tranquila de barrio cerca de los servicios administrativos y culturales de gran nivel.
Sin embargo, en ocho años que han pasado desde mi última visita, veo que se han empleado y empeñado en acabar con todo lo auténtico y genuino de esta querida ciudad, que tiene una enorme avenida de Ceuta. Realmente es bastante triste ver la escultura de Pessoa rodeada de franquicias y turistas enloquecidos con cervezas en sus manos.
La han convertido en una ciudad de seguritas y de un turismo zafio y absurdo, solo aguanta en parte la “Rua da Rosa”, el “Miradouro” y el cine Sao Jorge, que es a la sazón una filmoteca de categoría con una singular librería en su interior. Los servicios de seguridad son necesarios para contener a toda la marea humana fuera del sistema que trata de sacar tajada vendiendo drogas o dedicándose a afanar lo ajeno.
Una peculiar sala para tomar té o café y un buen bolo de arroz o de coco mientras se escribe o se lee un buen libro fue un remanso de paz que han creado en el interior de una afamada librería en el centro lisboeta. A fuerza de capitalismo enloquecido han conseguido hacer ver a las masas que la única forma de sobrevivir es vender las identidades y convertirlo todo en dinero y repetir establecimientos franquiciados desde aquí hasta el lejano oriente.
Así te podrás tomar el mismo alimento estés donde estés; este concepto de la uniformidad que no sienta bien ni siquiera en los impersonales aeropuertos han decidido imponerlo a nivel planetario. Por ahora los señores del neoliberalismo van ganando por goleada y tan solo los marginales y desheredados están resistiendo en sus callecitas y barrios humildes.
Pero pronto los especuladores los intentarán echar a todos para crear casitas chick para tontos del culo venidos de todos los rincones de las ratoneras economicistas en busca de banalidad cubierta de cierto toque patrimonial.
En la marinera ciudad que tanta relación con la capital portuguesa guarda en su memoria y que muchos resumen en todo lo que aconteció alrededor de la conquista, con un toque supremacista frente al islam, en vez de fijarse acaso en el hermoso lenguaje portugués y su gracioso deje que podría ser más inspirador para enfocar otros aspectos de la presencia de Portugal en Ceuta.
Como destructores de urbanismo no nos quedamos cortos y en el afeamiento y pérdida de interés de nuestras zonas residenciales estamos en primera línea. Al igual que en la capital portuguesa aquí la pérdida de la diversidad urbana y la construcción faraónica e inapropiada ha sido una constante en los últimos 20 años de gobierno de la derecha ceutí.
El dinero a raudales de la UE no ha beneficiado para reprimir algunos impulsos hacia la obra de gran calibre pues había que gastarse el dinero y, claro, los burócratas lo solían decidir todo en pequeños círculos de poder con los políticos.
A pesar de que de todo esto hemos hablado largo y tendido sí que nos gustaría comentar algunos aspectos sobre lo mal que se han enfocado algunos conceptos urbanísticos interesantes a tener en cuenta a la hora de diseñar calles. Gordon Cullen en su tratado sobre planificación acertada de ciudades en todas épocas y localizaciones provoca sencillamente un cariño por las ciudades y sus rincones.
Por ejemplo, una de las mayores atrocidades urbanísticas en Ceuta, que son muchas y variadas, tiene que ver con el concepto de “Angostura” que está referido al efecto claustrofóbico y opresivo que puede causar una indeseable intervención arquitectónica que no tiene en cuenta el contexto territorial y espacial en el que se desenvuelve la vida dentro del hábitat creado por el hombre: la ciudad.
El edificio que destruyó el antiguo mercado y plaza de Villajovita es un promiscuo inmueble que ineludiblemente se aproxima a los otros pisos que enfrenta y convierte la vía por la que transcurre el tráfico en una insoportable avenida donde los coches pasan a diferentes velocidades mientras las sensaciones de encogimiento y opresión se adueñan del observador.
Destruyó el espacio y la amplitud para el esparcimiento ciudadano que ofrecía la antigua placita junto a sus diversas ofertas que ya nunca se recuperarán e instaló en su lugar un feo edificio que debe estar soportando los inconvenientes de estar pegado a una vía muy transitada por el tráfico sin espacio para los peatones.
Además cercenó de un golpe todo el misterio que tenía el entorno por encima del mercadito que daba paso a un dédalo de calles con los alicientes y pequeños misterios que tiene realizar un calmado recorrido a través de ellas.