Trump me recuerda a los teleñecos de la época de Reagan. Mis hijos mayores no los habían visto, pero créanme, desde que lo hicieron han perdido el miedo a sus vehemenciasPor cosas como éstas de recordar, te das cuenta de que eres vetusta. También porque las paredes de tu alma necesitan un encalado cada primavera, o porque los chascarrillos que se te quedan enviciados en las encías no te los entienden los de veinte. Cuando echas los pies a tierra-cada mañana- no sabes si posarlos por entero en la vida o volver a meterlos en la seguridad de la cama. Supongo que por todo ello y porque estás sola, te confunde que haya gente que ya medio senil, pretenda meternos a todos en una olla a presión y hacer con nosotros una berza, para dar de comer a los gusanos de la Tierra.
Ya se pasó el tiempo de Gandhi y su cabrita, de su túnica senatorial enganchada a los genitales. Ahora es tiempo de clones coreanos que se reproducen- cada generación- como el virus de la gripe. Es la vejez que campa confiada, segura de que llegará a su destino porque nadie es eterno más que los sillones de los cargos, los cajeros de los bancos y las ganas de comprar.
Creíamos que Internet nos sacaría de la ignorancia, de que los logros en Medicina serian palpables invirtiendo en ello y nos encontramos con el enorme avance diario de enlaces que nos llevan a gatos bailando y chistes malos, mientras nos inyectamos botox para tener los labios como las nalgas de un tití. La pública se va por el retrete, pero nos evaporamos con viajes pagados a plazos, bodas fastuosas de película de los años ochenta y mucho plasma que no hay como un reality para olvidarnos de nuestra pringue criticando la ajena.
La raja de la Antártida nos servirá para enfriarnos la vida con cubitos de hielo y el cambio climático para ganar apoyos políticos los lobbys y vender algunas marcas blancas. Sacamos ventaja de caernos, no por levantarnos sino por no vernos más que en las pupilas de nuestros ojos ciegos. Si las jubilaciones se retrasan no sé cuándo van a cotizar los que nos seguirán en nuestros pasos, porque no sé bien quién los va a contratar cuando los abueletes , en ver de decorar plazas y ajetrear a nietos, sigan en sus puestos dando el callo, con bomberos de calendario del Inserso y abuelas haciendo la marcha violeta con los andadores.
Hay veces que nos levantamos con los dos pies izquierdos y saltamos a la comba con las manos, hacemos la voltereta en el cielo y encima caemos de cabeza. Hay veces que no nos gusta Trump por mucho que haga el pobre hombre por explicarnos sus proyectos, por leernos la cartilla universal mientras se atusa ese cabello de pollito que mueve con tanta suavidad. Será nuestra mala baba, que nos come el resuello aunque estemos en Carnaval, ya pasadas las Navidades y San Valentines y demás fiestas de gastar.
Lo mismo estamos en un perpetuo Carnaval y no nos hemos dado cuenta , con políticos que se cachondean de nosotros en nuestras jetas , con recortes de Eduardo Manostijeras que nos dejarán tirados sin pensiones, ni residencias, ni sanidad, pero convidados de sinvergüenzas haciéndose ricos a nuestra costa. Trabajaremos de sol a sol con los ochenta a cuestas , sin que nuestros hijos nos puedan relevar , ni nuestros nietos estudiar.
Magnífica era Trump, que los teleñecos nos bendigan las ganas y las caretas nos transformen la faz. Nos hemos quedado a dos velas, derretidos, empeñados hasta las cejas sin habernos embarcado, extasiados por los que van al banquillo pero no devuelven lo robado, y por los que les seguirán, carcajeándose en nuestras caras.