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Los GRS tienen absorbidas sus funciones con los porteadores, quedando en evidencia la vigilancia fronteriza
El pasado 9 de diciembre, más de 400 personas lograban cruzar la valla anulando por completo la ya mermada presencia de efectivos de la Guardia Civil. Meses atrás volvían a producirse dos episodios idénticos, que constituyeron el relevo a lo ocurrido el viernes, cuando alrededor de 750 personas eligieron esa madrugada para entrar a la desesperada en la ciudad. 498 lo consiguieron, pero esta vez el número de heridos fue mayor, tanto de guardias civiles como de población subsahariana. A las fracturas y contusiones se sumaron decenas de jóvenes cortados y hasta un caso de crisis de ansiedad. ¿Cuál era el equilibrio de personas situadas a uno y otro lado de la valla? El dato es demoledor. En la valla estaban de servicio poco más de media docena de guardias civiles. Seis o siete agentes para vigilar una madrugada en la que intentaron el pase 750 personas y en la que la ya famosa vaguada de Sidi Ibrahim anuló cualquier posibilidad de reacción a las fuerzas de seguridad.
Los GRS, grupos preparados específicamente para contención de masas, reciben instrucciones políticas de controlar el tráfico de porteadores. Son agentes a los que se les ordena la ‘importante misión’ de ordenar filas de porteadores, amén de estar presentes para contener un número de camalos cada vez mayor. Esta es la lectura de una seguridad fronteriza que nadie quiere contar y que no se erige en un caso aislado, muy al contrario, se presenta como el único recurso posible que puede ofrecerse, que expone a riesgos importantes a los guardias civiles encargados de tener que controlar a un número de personas que les supera notablemente.
La temeridad de esta descompensación ha sido trasladada a las instancias correspondientes. Preocupa y mucho lo que pueda pasar, existe una preocupación a unos niveles que no se reconocían desde hacía años. La propia AEGC ya denunciaba esta situación y reclamaba el destino de un retén permanente a la frontera, inamovible, de unas 30 personas. Guardias que tengan encomendada una vigilancia permanente. Pero la respuesta ofrecida por el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, fue, cuando menos sorprendente. Se quiere apostar ahora por unos medios que fueron no solo desechados por el PP hace tan solo tres años, sino que constituyeron incluso motivo de mofa en sus filas.
El diputado del PSOE, Antonio Trevín, llevó la propuesta de ubicar drones en la frontera al Congreso. Defendía por aquel entonces lo mismo que ahora el PP, buscar alternativas a las concertinas, medidas eficaces. Y por aquel entonces, al Ministerio de Interior esas medidas le parecían más bien ridículas. Eso a pesar de que Trevín dijo haber consultado este extremo con sectores conocedores de su efectividad.
Las críticas no solo llegaron de Interior, también en Ceuta las hubo por parte del Gobierno local, desconfiados ante la efectividad de una solución que más bien consideraban irrisoria. Ahora, lejos de aquellos tiempos, se presenta como medida planteada por un Gobierno que ha registrado en dos meses la entrada de casi mil personas por el mismo punto. Se dibuja como una medida de reacción para preparar a los agentes con tiempo, pero AEGC ya advierte de que la clave no está en dar los avisos rápido sino en tener la gente suficiente como para reaccionar ante unas entradas que, además, acostumbran a dispersarse por distintos puntos y que son protagonizadas por hombres que están desesperados y cuyo único planteamiento es pasar sí o sí.
Ayer mismo Marruecos empezaba a reforzar los controles en las carreteras, recorría los montes y ejercía la misma acción que se sucede después de un salto: redadas, detenciones, desmantelamiento de chabolas... El Gobierno español se ha gastado en ocho años más de 72 millones de euros en blindar Ceuta y Melilla de vallas y concertinas; Europa más de 13.000 millones en frenar la inmigración en una política de blindaje de fronteras, en la que se incluye las que mantiene, visiblemente abandonadas, en el sur, en Ceuta y Melilla. Ahora, drones.
Los drones o el donde dije digo...
Globos aerostáticos con cámaras térmicas, drones controlados desde el centro de mando en Madrid, nuevas tecnologías en frontera... El secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, llegaba el viernes a una Ceuta recién levantada con una entrada masiva para repartir promesas de mejora, olvidando el pasado reciente en el que lo que ahora se disfraza de solución antes carecía de sentido. Y es que Interior se aferra a la posibilidad de usar drones para disponer de información ante la llegada de inmigrantes, algo que el mismo PP desechó en el Congreso, en diciembre de 2013, después de que el diputado socialista Antonio Trevín lo preguntara. Y ¿qué es lo que dijo el por entonces ministro Jorge Fernández Díaz? Literalmente que "ese no es el problema. Nosotros sabemos que hay miles de personas procedentes de diferentes áreas geográficas próximas que quieren entrar ilegalmente en España, pero el problema no es detectarlos, sino impedir que entren ilegalmente en nuestro país y supongo que no será mediante aviones no tripulados como pretenden evitarlo". ¿Qué ha cambiado en poco más de 3 años? La inmigración sí que no.
Esta noticia y otras del día, anulación por el TSJA por la no ocupación por concurso de la secretaría de educación, y otras importantes de los últimos días, denotan lo mal que está la función pública en general y lo poco que se la cuida, más bien no parece que se la quiera cuidad sino todo lo contrario porque no interesa nada y así nos va. ¿recuerda alguien la historia de porqué y para que hay funcionarios (no empleados públicos, como los del caso Envicesa, sino funcionarios) en España?