Son tantas las tragedias que hemos tenido que narrar, que hablar de dos rescates consecutivos que han terminado con éxito es la mejor terapia para ganar esa compleja batalla a los corazones negros. Que los hay. Cada vez más. Ocultos en perfiles falsos de Facebook o en reuniones ocasionales de cafetería, delante de un café caliente y un dulce de chocolate... ideal para hablar de tragedias y opinar de ‘los invasores’ (así los llaman).
Me quedo con la carita de Msasa. 6 meses de vida y muchos más por delante, gracias a la Guardia Civil. Me quedo con sus juegos presentes y futuros, con ese futuro buscado por su madre, capaz de emprender esa travesía por sacar a su niña del África subsahariana. Si una madre hace esto, imaginen qué habrá dejado detrás.
Hay quien ayer la tildaba de irresponsable, quien denunciaba esta llegada... El mundo es así. Yo prefiero pensar en ese arcoíris que se abrió después del segundo rescate, en el que de nuevo se salvaron vidas gracias, sobre todo, a la valentía de un teniente del Cuerpo.
Todos están a salvo. 18 almas que han encontrado refugio. 18 personas que han logrado mantenerse su lucha. Y ese arcoíris se abría como nunca, lucía como respondiendo con sus mejores colores a la alegría contenida de quienes valoran a los demás por encima de fronteras, de diferencias, de debates sin sentido.
Pues sí. Fue una madrugada de milagros, de protección, de amparo, de futuro para los que han arriesgado sus vidas. No se cabree. No nos van a robar nuestras vidas.