‘Ariela’, el concierto de homenaje a las compositoras judías celebrado en el marco del Día Internacional de Víctimas del Holocausto, ha hecho vibrar y remover conciencias
El Auditorio del Revellín se convirtió en la casa de los derechos humanos que junto con la música ajustaron cuentas pendientes con la historia a través de aquellas voces que un tiempo atrás se pretendieron acallar. Sin embargo, sonaron y resonaron más fuerte que nunca, irrumpieron en el escenario con un estallido que llegó al corazón y removió conciencias.
Después de tantos años en la caja de los recuerdos las voces de las compositoras judías revivieron a través de los sentidos de los allí presentes.
Bajo el título de ‘Ariela’, la Fundación Yehudi Menuhin y el Foro Cultural de Austria presentaron este concierto enmarcado en los actos de conmemoración del Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto, que ha contado con dos funciones únicas en todo el territorio nacional, la celebrada la pasada semana en Madrid y en esta ocasión en Ceuta.
Tributo a las mujeres compositoras judías
‘Ariela’ fue un tributo a las mujeres compositoras judías: Helene Liebmann, Fanny Hensel, Vally Weigl, Viteslava Kapralova, Lena Stein-Schneider, Sarah Feigin, Rosy Wertheim, Ruth Schonthal, Minna Keal, Rebecca Clarke, Miriam Hyde, Inessa Zaretzky y Elena Katz-Chernin.
Las artistas Sigrid Hagn, al piano, y Janina Obel, al violín, interpretaron un repertorio clásico cargado de sensibilidad y fuerza
Y no hubo mejor forma de rendir ese sentido homenaje que a través de dos de las artistas judías más potentes de la escena internacional: Sigrid Hagn, al piano y de Janina Ibel con el violín. Ambas inundaron la escena con un conjunto de piezas musicales a través de las que transmitieron una gran sensibilidad no exenta de una potente fuerza con la que estaba dotada cada composición.
El mensaje fue claro: a la dificultad que suponía ser judío se le unía el agravante de ostentar el título de ‘fémina’. Sin embargo algunas mujeres sobrepasaron esos puntos de vista y siguieron a su pasión. Detrás de cada nombre se esconde un destino dramático y una compositora única que, con pequeñas excepciones, ha permanecido desconocida para el público musical en general.
El programa se basó en una selección de canciones tanto de cuna como tradicionales en ladino, hebreo, alemán y yidish a los que se unieron como protagonistas algunos de los centros educativos del programa MUS-E y el ballet de Rosa Founaud. Una conjunción de música, arte y educación con la que visualizaron un capítulo perdido de la historia y abrieron la nueva etapa de hermanamiento para el futuro.