Puestos a pedir deseos, el principal es inalcanzable, porque sería engañar a la suerte, tanto ella como yo sabemos que no se puede cumplir
Llega el final de año y es costumbre eso de los propósitos que luego nunca cumplimos. Quizá nos duran un par de semanas para después dejarlos arrinconados para otra ocasión. A mí eso de los deseos no me va. Puestos a pedir, mejor mantener lo que tienes, así no tendrás que desear nada más que tu gente siga a tu lado. Algo, por otro lado, improbable en este mundo pasajero que nunca sabes cuándo te va a dar el mazazo de tu vida.
A mí hace unos años me asestó uno. Mi vida cambió porque perdí a uno de mis seres más queridos, sin duda él era mi luz, mi guía. Cuando a alguien tan importante te lo arrebatan el mundo se tambalea. Hay que seguir porque tienes personas a las que guiar, a las que ser su luz, pero por dentro todo cambia. Ya nada es lo mismo. Ni estas Navidades son lo mismo o, quizá, son distintas porque las ves de otra forma, sin la hipocresía con la que hemos terminando transformándolas.
2017 toca a su fin. Y es tradición, como les decía al principio, pedir deseos. Si yo tuviera que pedir uno engañaría a la suerte, porque tanto ella como yo sabemos que no se puede cumplir. Así que, dejando a un lado el inalcanzable, solo toca desear que mis compañeros de curro, mi otra familia, sigamos en el sendero que hemos marcado este año que toca a su fin. Son tantas las horas que pasamos juntos, tantos buenos y malos ratos, que al final todos nos convertimos en una pequeña gran familia que vivimos de lo mismo: crear noticias, difundirlas, cambiar las cosas, denunciar lo que pasa, sortear las censuras del camino, buscar la manera de derribar gigantes, superar las amenazas y combatir los miedos.
Este 2018 que ya comienza seguiremos en este complicado trabajo que solo entendemos los periodistas. Un trabajo nunca reconocido como es debido, una labor dedicada a denunciar las injusticias de los demás sin mirar las que padece nuestro propio colectivo, que se desangra por la crisis y por un timón alocado que no sabe bien cuál es su rumbo. Mientras esta pequeña gran familia se mantenga unida podremos seguir, simplemente, haciendo lo que llevamos haciendo hasta ahora: escribir, radiar, televisar... trasladar las historias de la calle, de una Ceuta rica en virtudes y en problemas, de un punto perdido de España a esta lado del Estrecho, en este norte, que necesita ser defendido.