Paseos por nuestro legado cultural
La desfachatez de la cosa política-burocrática no tiene límites mensurables, al menos en lo que uno conoce en relación al Ministerio de Medioambiente, ahora denominado MAPAMA (Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medioambiente). Con todas estas siglas los muchachos neoliberales que nos gobiernan han vaciado de contenido uno de los ministerios que más necesitamos en un país como el nuestro, con un territorio costero superpoblado y numerosos problemas de índole ecológica que necesitan resolverse con un ministerio de medioambiente fuerte que presione para que se cumplan las leyes ambientales.
El incumplimiento de las leyes ambientales es uno de los mayores escándalos de nuestra época en España y no se solucionará hasta que no se aplique la legislación vigente, caiga quien caiga. De las pocas cuestiones que me interesan de un estado nación es, precisamente, la aplicación de la legislación ambiental, ya que espero de ella una protección efectiva hacia la naturaleza, que tanta falta nos hace a todos desde el punto de vista espiritual. Pero, a cada paso que van dando el circunloquio político-burocrático en nombre del estado nación, más desobediente me siento y con mayor desagrado cumplo con los requisitos a los que me obligan.
Realmente tengo muchas veces con respecto a las imposiciones del Estado, debo confesar que ya es algo constante, la sensación de estar dentro de un mal sueño del que no es fácil recuperarse una vez despierto. Actualmente siento indignación al pagar los impuestos, pues con ellos no se atienden las prioridades y necesidades de la población y del territorio, pero sí que se promocionan las frivolidades y los gastos suntuosos en obra pública y tantas otras cuestiones, muchas de ellas banales, que solo benefician carreras políticas y a las personas implicadas en las transacciones electorales o económicas. Repasando aforismos de Henry David Thoreau uno encuentra un gran manantial de desobediencia civil en contra de la imposición de leyes y de las grandes estupideces que se suelen justificar por el bien común.
Una de ellas en Ceuta es la remodelación de la Gran Vía. Parece poco sensato dejar estas cuestiones en manos de estos estados nación que están dirigidos por ineptos espirituales y narcisistas del poder que solo son las marionetas de las grandes corporaciones financieras. Además pienso que esto del Estado es una gran ficción institucionalizada, que difícilmente podrá existir en verdad más allá de los papeles timbrados y los registros de entrada. Al respecto de la distancia y artificialidad de las instituciones estatales dice Thoreau: “Para alguien que acostumbra a esforzarse para contemplar el verdadero estado de las cosas, el Estado difícilmente podrá existir, pues le parece irreal, increíble e insignificante”.
“El responsable político ambiental se encuentra dedicado a sus cosas electorales y a las chorradas del alumbrado”
Además, añadiría que es molesto y puede convertirse en un ente repugnante, capaz de las mayores inequidades con total serenidad. La plataforma Change.org está plagada de casos en los que el Estado deja en la cuneta a muchas personas por muy distintas cuestiones y, como el estado es en realidad una entidad ficticia, no le asaltan temibles remordimientos ya que, al fin y al cabo, las decisiones pasan de un negociado a otro sin que se personalice en ningún ser humano; es un ente puramente amoral que diría el afamado sociólogo polaco afincado en el Reino Unido Zygmunt Bauman. Si finalmente alguien estampa su firma en un documento determinado no será responsable de ello sino que formará parte de una cadena abocada inexorablemente a finiquitar un expediente determinado según las estrictas constricciones burocráticas, y por ello no podrá sentir remordimiento alguno por la falta de humanidad, ya que no parece que sean las personas las que hablan o toman decisiones, sino que aparentemente el propio sistema, a través de sus zombis encargados de cumplir sus designios. Mandatos de un ente estatal que reina en un mundo paralelo y que beneficia a ellos mismos, desconsiderando al resto, a los que llaman administrados.
Volviendo al tema central de nuestro discurso, el MAPAMA y su actual cabeza visible la ministra Tejerina, cuyo apellido alude quizá a la facultad de tejer sin parar, aunque mucho me temo que no serán redes de apoyo ambiental ni redes de varamientos sino más bien telas en las que la sostenibilidad queda enredada en el marasmo de los intereses económicos. Estamos asistiendo a un espectáculo bochornoso, una ministra de medioambiente defendiendo las cuotas pesqueras y por tanto perjudicando los ecosistemas marinos con tamañas agresiones extractivas. ¿Cómo es posible que un Estado-nación moderno y hasta posmoderno secuestre las competencias ambientales y las someta a los poderes económicos sin discusión con sus otros colegas ministeriales?.
Al menos en un consejo de ministros progresista se entablan discusiones edificantes entre ministros que tienen la obligación de mantener el empleo pesquero mientras que hay otra cartera que debe velar por el cumplimiento de las acciones sostenibles y la conservación de la salubridad del medio marino y del medioambiente en general. La burocracia ambiental que se practica en Madrid está, como no podía ser de otra forma, impregnada del espíritu de retroceso ambiental que promueve el actual partido en el poder. Por ello, tienen presupuestos completamente insuficientes y se continúan despilfarrando fondos preciosos en subvencionar a amiguitos del sistema. Ambientalmente y desde el punto de vista del medio marino, Ceuta preocupa bien poco en Madrid y solo se acercan a nosotros para pedir cosas, sin la financiación correspondiente cuando se quieren compartir competencias, según no sé que pregunta hecha a la sacrosanta abogacía del Estado (en fin, Arias Cañete, Soralla Sainz y Dolores de Cospedal son abogados del Estado y no creo que sean precisamente personas muy fiables). Compartir competencias es solo algo que se han sacado de la chistera los propios burócratas del ministerio a los que les sobra desfachatez y falta profundidad de pensamiento. Con los gobiernos conservadores, las políticas ambientales han sufrido un retroceso considerable y muy poco queda de la reformadora gestión de Cristina Narbona al frente del área ambiental de nuestro país, a la que tampoco dejaron hacer gran cosa los lobbies económicos a los que también sirve el partido socialista. Si ya era difícil manejar la situación ambiental con un órgano dedicado en exclusiva a estas complejas e importantes temáticas, con este superministerio actual del partido popular, orientado a las finanzas de los recursos naturales que se explotan, hemos caído en la vacuidad más absoluta. Algunos de este partido llamaban a Cristina Narbona “talibana ambiental” y nosotros en pago decimos que los neoconservadores que tenemos en el poder son “talibanes de las finanzas y la economía insostenible”.
En clave local, no puede ir peor la cuestión, pues el responsable político ambiental se encuentra dedicado a sus cosas electorales y a las chorradas del alumbrado navideño pero no a reunirse con nosotros ni a intercambiar opiniones sobre varios asuntos de interés general sobre la cuestión ambiental en la marinera ciudad. Claro que alguien que es empresario en el ramo de la diversión y la restauración no tiene porqué ser necesariamente válido para ocupar un puesto sumamente delicado, ni servir para ocupar varios puestos tan distintos como turismo y medioambiente. Pero esto es lo que tiene el estilo de gobernanza del señor Vivas, al que lo único que le preocupa es tener personas de confianza y fiabilidad electoral antes que librepensadores bien preparados para progresar en distintos campos de la política y la gestión de la marinera ciudad.